Haneul lleva años lidiando con su smor no correspondido hacia Dongho, un alfa su mejor amigo. Haneul está harto de que Dongho no pueda corresponder sus sentimientos por esa relación fraternal que han desarrollado desde pequeños, así que en un esfuerzo por superar y olvidar su amor no correspondido, renuncia a su trabajo y a su amor.
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Currículum
Esa tarde, después de dejar mi currículum en la cafetería, sentí una necesidad urgente de escapar. La sensación de estar atrapado en mis pensamientos me agobiaba. Sin pensarlo demasiado, tomé una decisión impulsiva, prepararía una mochila y me iría a visitar a mi madre. No lo había hecho en mucho tiempo, y tal vez estar fuera de la ciudad me daría el respiro que tanto necesitaba.
Rápidamente recogí algunas prendas, lo esencial para pasar unos días. La casa de mi madre quedaba en Incheon. Era un lugar tranquilo, con playas que siempre habían tenido un efecto calmante en mí. Un contraste total con el bullicio y las preocupaciones de la ciudad.
Tomé el tren hacia Incheon, y mientras avanzaba, noté cómo mi corazón, que había estado en constante agitación desde hacía semanas, comenzaba a relajarse poco a poco. Las olas siempre habían sido mi refugio, un recordatorio de tiempos más sencillos.
Al llegar, el aire fresco y salado me dio la bienvenida. Caminé hacia la casa de mi madre, una pequeña construcción modesta pero llena de recuerdos.
Tal vez aquí, a la orilla del mar, podría reencontrarme y decidir con más claridad qué camino tomar.
Cuando llegué a la pequeña casa de mi madre allí estaba ella, con su sonrisa cálida y ese brillo en los ojos que siempre me hacía sentir que estaba en el lugar correcto.
-¡Haneul!- Exclamó, envolviéndome en un abrazo fuerte y reconfortante. -Qué sorpresa verte por aquí, ¿por qué no me avisaste que vendrías?-
-Fue una decisión de último minuto.- Respondí, tratando de sonar despreocupado mientras me dejaba abrazar. El simple hecho de estar en sus brazos ya comenzaba a aliviar el peso que llevaba encima.
Entramos a la casa, y mientras me acomodaba en el sofá, ella preparaba té en la pequeña cocina. A pesar de los años, la casa seguía igual, las mismas cortinas blancas, los muebles antiguos y los cuadros familiares colgados en las paredes. Todo en su lugar. Familiar. Seguro.
Nos pusimos al día sobre cosas triviales, sobre cómo iba todo, las flores que había plantado en el jardín, y cómo estaba yo. Aunque hablé con ella, sentía que me costaba mantener el hilo de la conversación. Mi mente seguía dándole vueltas a lo mismo, y ella lo notó.
-¿Peleaste con Dongho, verdad?- Preguntó, su tono suave pero directo, mientras me miraba con esos ojos que siempre sabían ver más allá de lo que yo decía.
Me quedé quieto, sintiendo cómo un nudo se formaba en mi garganta. Asentí lentamente, sin poder articular palabra. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas antes de que pudiera detenerlas. No hacía falta decir nada más.
-Oh, Haneul...- Susurró mi madre, acercándose para sentarse a mi lado. Me acarició el cabello como cuando era pequeño. -¿Qué pasó?-
Me cubrí el rostro con las manos, luchando por no sollozar. No sabía cómo explicarle todo. Todo lo que había pasado con Dongho, lo que sentía, lo que había hecho, lo que él no había hecho. Sentía que cada palabra que intentaba formar se quedaba atrapada.
-No sé cómo arreglarlo, mamá.- Fue lo único que pude decir, la voz rota.
Ella me abrazó una vez más, y en su abrazo encontré el consuelo que necesitaba, aunque solo fuera por un momento. Sabía que no podía resolver todo, pero al menos, por ahora, no estaba solo.
Me quedé en silencio por un largo rato, con la cabeza apoyada en el hombro de mi madre, mientras las lágrimas caían sin control. Ya no tenía sentido intentar ocultarlo, y en el fondo, ella siempre había sabido lo que sentía.
-No sé qué hacer, mamá...- Dije con la voz apenas un susurro. -Arruiné todo. La amistad que tenía con Dongho... se acabó, y nunca va a sentir lo mismo por mí. Desearía... desearía ser un omega. Tal vez así se fijaría en mí, pero soy solo un beta, ¿cómo va a verme igual?-
Las palabras se deslizaban de mi boca con una desesperanza que ni yo sabía que tenía dentro. Era como si, finalmente, toda la frustración y el dolor que había guardado durante años salieran de golpe.
Mi madre me miró con esa calma tan suya, esa que siempre me ayudaba a ver las cosas desde otra perspectiva. Me acarició el rostro, secando las lágrimas con la palma de su mano, y luego sonrió con ternura.
-No necesitas ser un omega para que alguien te ame, Haneul.- Dijo con suavidad. -¿Sabes? Tu padre...- Hizo una pausa, recordando a mi padre, que había fallecido cuando yo era pequeño—. Él era un alfa, y a pesar de todo lo que decían los demás, lo conquisté con lo que soy. No por ser omega, ni por cumplir con lo que la sociedad espera. Fue porque nos entendimos y nos quisimos tal y como éramos.-
Escuché sus palabras, pero en ese momento, no parecían consolarme. Suspiré, alejándome un poco para mirarla.
-Pero no es lo mismo, mamá... tú eres mujer. Eso es diferente. Dongho nunca va a verme como ve a los omegas. No le intereso. Si lo hiciera, ya lo habría demostrado, ¿no?-
Mi madre negó con la cabeza, con una sonrisa suave que mostraba que no estaba de acuerdo.
-Haneul, el amor no funciona de esa manera.- Respondió—. Las personas no se enamoran solo por roles o por lo que esperan que otros sean. Dongho... él es más terco de lo que parece, y no creo que te vea como piensas que lo hace. Puede que esté asustado, confundido, incluso atrapado en su propia manera de ver las cosas. Dale tiempo.-
Me quedé mirando el suelo, incapaz de responder. Sabía que tenía razón en parte, pero en mi corazón, la sensación de rechazo era tan fuerte que apenas podía ver más allá de eso.
-¿Y si el tiempo no cambia nada?- Pregunté finalmente, sintiendo una nueva oleada de desesperanza. -¿Y si nunca me ve como alguien más que su... su hermano?-
Mi madre suspiró y me acarició el cabello de nuevo, con esa paciencia infinita que siempre me había dado.
-Entonces, sabrás que hiciste todo lo que pudiste, pero no subestimes lo que puede pasar con el tiempo, Haneul. A veces, las personas más tercas necesitan un poco más de espacio para darse cuenta de lo que sienten, pero no te pierdas a ti mismo en el proceso. No eres menos por ser beta. Eres mi hijo, y eres increíble tal y como eres. Dongho sabe eso, te lo aseguro.-
Sus palabras me dieron un pequeño respiro, aunque la duda seguía ahí, pero por primera vez en días, sentí una pequeña chispa de esperanza, por más lejana que pareciera.
Así, los días pasaron en una rutina tranquila junto a mi madre. Me levantaba temprano, la ayudaba con las tareas de la casa y, por las tardes, a veces salíamos a caminar por la playa cercana. Estar en el pueblo me daba una paz que hacía tiempo no sentía, y aunque la herida de mi mano me recordaba constantemente lo mal que habían salido las cosas con Dongho, aquí me era más fácil poner esa sensación de lado.
Una tarde, mientras fregaba los platos, escuché mi teléfono sonar. Era un correo electrónico, y al leer el asunto, mi corazón dio un pequeño vuelco. "Cafetería Sohae - Confirmación de empleo". Abrí el correo rápidamente y leí el contenido con detenimiento, me habían dado el trabajo.
-Mamá, ¡conseguí el trabajo!- Exclamé desde la cocina, y al instante la vi asomarse desde el pasillo con una sonrisa curiosa.
-¿De verdad?- Preguntó, acercándose. -¡Eso es maravilloso, Haneul!¿Te alegra?-
Asentí, aunque mi respuesta no fue tan entusiasta como la suya. No era que no me alegrara, porque lo hacía, pero un pequeño vacío me recordaba que esto era diferente de lo que había planeado cuando decidí trabajar con Dongho en el bar.
-Sí, me gusta la idea.- Dije, forzando una sonrisa más amplia. -Aunque nunca ejercí lo que estudié, creo que un trabajo en una cafetería me vendrá bien. Me hace sentir... diferente, en el buen sentido.-
Mi madre me abrazó con ternura, y me quedé un momento en silencio, disfrutando de su calor.
-Sabes, siempre pensé que la carrera técnica que estudiaste te llevaría a otro camino.- Dijo después de un rato. -Pero está bien. Cada paso te enseña algo, y si este es el que necesitas ahora, entonces es el correcto.-
Recordé aquella carrera técnica que había elegido hace años, una mezcla de impulso y consejo familiar, pero al final, nunca la ejercí. Decidí unirme al bar de Dongho, algo que me hacía feliz en ese momento, pero ahora todo se sentía tan distinto.
-Sí, nunca llegué a ejercerla, ¿verdad?- Respondí con una leve risa. -Pero aun así, creo que el trabajo en la cafetería será bueno para mí. Es un cambio que necesito.-
Mi madre asintió, y aunque no lo dijo, sabía que estaba pensando en Dongho. Probablemente esperaba que este tiempo me ayudara a sanar esa herida también, pero aún no estaba listo para pensar en ello. Por ahora, solo quería empezar de nuevo, en un lugar donde no tuviera que verlo todos los días.