"En el lujoso reino de Raleigh, la princesa Mariana Hazbun se enfrenta a un ultimátum: casarse antes de cumplir los 27 años. Pero Mariana no está dispuesta a comprometer su libertad y su corazón asi se transforma en la princesa rechazada.
Mientras tanto, en Nueva York, Asher Beaumont, el rico y apuesto heredero de la familia Beaumont, vive una vida de excesos y placeres. Pero su padre, el patriarca de la familia, le impone una condición para heredar la fortuna familiar y el liderazgo de la familia Beaumont: casarse y demostrar su madurez.
Cuando Mariana y Asher se conocen, el ve en ella la respetabilidad que su padre le exige, pero la novia se resiste. Mariana es obligada por su padre a contraer matrimonio. Pero detrás de la fachada de lujo y poder, ambos esconden secretos y miedos. ¿Podrán superar sus diferencias y encontrar el amor verdadero, o su unión será solo una transacción de conveniencia?.
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Furia
Mariana sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Su mente estaba en caos, atrapada entre la intensidad de Nasser y las palabras que acababa de decirle.
De repente, dio un paso atrás, alejándose de él.—No puedo —exclamó, con la respiración agitada.
Nasser frunció el ceño, sorprendido por su reacción.
—Mariana…
—No hasta que me digas qué significa todo esto —su voz tembló, pero había firmeza en su mirada—. No puedo simplemente fingir que esto es una noche de bodas normal.
Nasser pasó una mano por su cabello con frustración. Se quedó en silencio por unos segundos, como si estuviera luchando internamente. Luego, su expresión cambió.
—Está bien —dijo en voz baja—. Te diré la verdad.
El corazón de Mariana latió con fuerza.
—Entonces dime —lo desafió, cruzándose de brazos para ocultar el temblor en sus manos—. ¿Qué está pasando, Nasser?
Él la miró con intensidad antes de pronunciar las palabras que lo cambiarían todo.
—No me siento cómodo con los rumores que corren sobre ti.
El aire se volvió denso, opresivo. Mariana sintió un nudo en el estómago.
—¿De qué estas hablando?, pregunto ella
Mariana frunció el ceño y volvio a mostrarle el papel. — Y no es lo unico. Estoy diciendo que he escuchado rumores sobre ti y tu cuñado.
Mariana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Su matrimonio, su futuro… no comenzaba como ella había imaginado.
Mariana sintió que el aire se volvía irrespirable. Su mente aún estaba procesando las palabras de Nasser cuando, de repente, él la miró con una intensidad feroz y lanzó la acusación que la dejó helada.
—Tuviste una aventura con tu cuñado —espetó, su voz cargada de rabia contenida.
Mariana parpadeó, sin comprender del todo lo que acababa de escuchar.
—¿Qué? —susurró, incrédula.
—No te hagas la inocente —Nasser avanzó hacia ella, sus ojos oscuros brillando con sospecha—. Durante tus guardias en el hospital… tú y Kamal.
Mariana sintió que su corazón se detenía un segundo y luego comenzaba a latir con fuerza. La indignación la recorrió como un fuego abrasador.
—¡Eso es una locura! —exclamó—. ¿Cómo puedes siquiera pensar algo así? ¡Es mi cuñado, Nasser!
—Eso no significa nada —escupió él—. Pasaban noches enteras juntos, estudiaban juntos. Todo el mundo lo sabe. ¿Esperas que crea que nunca pasó nada? Te vieron Mariana exclamó el bebiendo otra copa.
Mariana sintió que la sangre le hervía en las venas. Se acercó a él con la barbilla en alto, su mirada ardiendo con furia.
—Lo que me estás diciendo es un insulto, no solo para mí, sino para Kamal, para mi familia… y para ti mismo.
Nasser apretó la mandíbula, su respiración agitada.
—Entonces, mírame a los ojos y dime que nunca pasó nada —desafió.
Mariana se acercó aún más, sin apartar la mirada.
—Nunca pasó nada —dijo con firmeza—. Y si de verdad crees lo contrario, entonces este matrimonio está condenado antes de empezar.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Nasser la miraba con el ceño fruncido, como si quisiera creerle, pero algo en su interior se lo impidiera.
—Si me has mentido —susurró—, te juro que lo descubriré.
Mariana sintió un escalofrío, pero no apartó la mirada.
—Hazlo, Nasser —susurró de vuelta—. Y cuando veas la verdad, quiero que recuerdes este momento… y lo que estás perdiendo por tu desconfianza.
El aire en la habitación se volvió pesado, cargado de tensión. Nasser la miraba con una intensidad abrasadora, su mandíbula apretada, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de furia y deseo.
—Quítate la ropa —ordenó, su voz grave y cortante.
Mariana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Lo desafió con la mirada, negándose a ceder tan fácilmente.
—¿Y si no lo hago? —preguntó con frialdad, cruzando los brazos sobre su pecho.
Nasser avanzó hasta quedar a solo un suspiro de distancia.
—Lo harás —afirmó, con la seguridad de un hombre que no estaba acostumbrado a ser desobedecido.
Mariana sintió su piel arder, pero no por vergüenza, sino por rabia. No era una mujer que se doblegara ante nadie.
—¿Por qué? —su voz tembló levemente, pero no retrocedió—. ¿Para qué? ¿Para demostrar que soy tuya?. No lo haré.
Nasser entrecerró los ojos, su respiración pesada.
—Para ver si eres capaz de sostenerme la mirada mientras lo haces —susurró—. Para ver si hay culpa en tus ojos.
Mariana sintió que la indignación la quemaba por dentro.
—No te atrevas… —comenzó, pero Nasser la interrumpió.
—Quítatela, Mariana. Ahora.
Ella tembló, no de miedo, sino de furia. Lentamente, Nasser llevó las manos a los broches que aún sujetaban lo que quedaba de su vestido. Su mirada no se apartó de la de él ni un solo segundo.
Si Nasser quería una prueba, se la daría. Pero no de la manera que él esperaba.– Debí pedir que lo comprobaran.
Las palabras de Nasser golpearon a Mariana como una bofetada. Su mente se detuvo por un instante, procesando la gravedad de lo que acababa de decir. El aire en la habitación se volvió aún más denso, si eso era posible.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó, su voz temblando, pero no por miedo, sino por una furia creciente.
Nasser la miró con desprecio, su rostro tenso y sus ojos fijos en ella.
—Lo que quiero decir, Mariana, es que no debí confiarme de tu linaje —dijo, sus palabras cortantes—. Queda claro que tu padre no es un hombre honorable. Si lo fuera sabría criar a sus hijas.
Mariana sintió un nudo en la garganta. Esas palabras no solo atacaban su familia, sino su propia dignidad. El rostro de su padre, siempre intachable a sus ojos, era ahora cuestionado por el hombre con el que había elegido casarse.
—¡No hables de mi padre de esa manera! —exclamó, avanzando hacia él, con el pecho agitado. La rabia estaba dominando cada parte de su ser.
Nasser no se movió, su postura rígida, pero sus ojos no se apartaron de ella.
—¿Por qué? —preguntó, su tono frío—. ¿Porque te duele? ¿Porque sabes que es cierto?
Mariana respiró profundamente, luchando por controlar la furia que hervía dentro de ella. El hecho de que Nasser pudiera dudar de su honor, de su familia, era una herida que no sabía si podría sanar.
—No sabes nada sobre mi familia —dijo, su voz ahora baja pero llena de veneno—. Y, por si no lo has notado, te casaste con una mujer con sus propios principios. Si no lo entiendes, entonces este matrimonio no tiene razon de ser.
Nasser la observó en silencio, su rostro aún marcado por el desdén, pero había algo en sus ojos que mostraba un atisbo de duda.
—Lo que quiero es la verdad, Mariana —dijo finalmente, su voz ahora más grave—. La verdad de todo esto exclamó Nasser tambaleándose.
El ambiente se volvió insostenible. La tensión, ya palpable, explotó en un instante.
– La verdad es que no debí casarme contigo, este matrimonio no tiene razón de ser.
— Ahora soy yo el responsable, confiaba en ti pero por lo que veo no eres digna.
Mariana, dominada por la rabia y el dolor, levantó la mano y, con toda su fuerza, abofeteó a Nasser. El sonido del golpe resonó en la habitación como una sentencia.
Nasser se quedó inmóvil por un momento, Mariana tenia la mano enrojecida por el impacto. Ella se dio la vuelta para abandonar la habitación. Sin pensarlo Nasser, dio un paso hacia ella y, en un arrebato de ira, la empujó contra la pared con tal fuerza que Mariana apenas pudo mantenerse de pie.
El impacto la dejó sin aliento, pero la sensación de peligro inmediato la hizo reaccionar.
—¡Auxilio! —gritó, su voz ahogada por el miedo.
Nasser la miró, sus ojos ahora desbordando ira, la agarró del brazo con brutalidad.
—¡Cállate! —rugió, apretando su muñeca con fuerza.
Mariana, temblando, intentó zafarse, su respiración agitada mientras los gritos de auxilio se volvían cada vez más débiles. Pero la presión de Nasser sobre su brazo la hacía sentir atrapada, como si todo su mundo se desmoronara en ese momento.
—¡Suéltame! —dijo entre dientes, pero su voz no era más que un susurro de desesperación, Mariana forcejeaba con él.
Pero Nasser no la soltó. Su mente estaba nublada por la furia, y en ese momento, no parecía ser el hombre del que se había enamorado. Era alguien más. Alguien desconocido, que la hacía sentir más vulnerable que nunca.
Mariana, a pesar de su miedo, luchó con todas sus fuerzas, utilizando cada gramo de coraje que aún le quedaba. Si alguien estaba cerca, tenía que escuchar su grito, tenía que intervenir antes de que las cosas se descontrolaran. El golpe contra la cama fue violento. Mariana sintió cómo su cuerpo se estrellaba contra la cama con un ruido seco.
Nasser volvio a tambalearse su cabeza daba vueltas, por su parte Mariana mareada por la fuerza con la que la había lanzado. Un retumbante dolor en su nuca la hizo respirar con dificultad, pero antes de que pudiera reaccionar completamente, Nasser estaba sobre ella, con una mirada desencajada, como si estuviera completamente fuera de sí.
Sus movimientos eran erráticos, como si no tuviera control sobre su propio cuerpo. Mariana lo observó con miedo, su respiración agitada. Algo en su comportamiento le resultaba inquietante. No era el Nasser al que había conocido, el hombre que había prometido protegerla. Este parecía estar atrapado en una tormenta interna, algo que ni él mismo entendía.
La cabeza de Nasser latía con un dolor punzante. Estaba luchando con sus propios pensamientos, con una confusión aterradora que lo hacía moverse de forma descoordinada.
El brillo en sus ojos no era de rabia pura, sino algo mucho más oscuro, más profundo, como si estuviera luchando contra algo dentro de él, una batalla invisible que lo dejaba sin aliento.
—No puedo… —murmuró, su voz entrecortada, su respiración errática. Parecía no entender lo que estaba pasando. Era como si se sintiera atrapado entre la rabia y la impotencia.
Mariana, completamente aterrada, aprovechó ese momento de debilidad. Intentó apartarlo de encima de ella, empujándolo con las manos, aunque su fuerza era mínima en comparación con la de él.
—Nasser… ¡por favor! —gritó, buscando con desesperación una respuesta, algo que le dijera que el hombre frente a ella no era una versión extraña de sí mismo. Que la persona con la que se había casado todavía estaba allí. Pero no obtuvo respuesta.
El rostro de Nasser seguía distorsionado, su cuerpo temblaba, y la sensación de caos en el aire parecía multiplicarse. Cada movimiento suyo era errático, como si estuviera atrapado en un torbellino, incapaz de salir.
Mariana no sabía si estaba viendo el principio de algo mucho más oscuro, algo que podría ser irreversible.
El aire se volvió aún más opresivo. Nasser, fuera de sí, sin control sobre sus propios actos, tiró de la tela del vestido de Mariana con brutalidad. El sonido del tejido desgarrándose fue lo único que se escuchó en la habitación, acompañado por el suspiro ahogado de Mariana al sentir la tela romperse, como si su último vestigio de dignidad también se estuviera desmoronando.
Mariana, consumida por el miedo y la furia, reaccionó instintivamente. Con un grito de rabia y desesperación, levantó la mano y golpeó a Nasser con toda la fuerza. Su puño impactó con su nariz, un golpe sonoro que lo hizo retroceder un par de pasos, desconcertado por la agresión.
Aprovechando la oportunidad, Mariana se apartó de él, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, y con una rapidez inesperada, corrió hacia el baño. La puerta estaba justo al frente, y aunque sus piernas temblaban, el instinto de supervivencia la impulsó. Al llegar, cerró la puerta con un golpe sordo y giró la llave, sintiendo un alivio momentáneo al escuchar el clic que indicaba que estaba a salvo, al menos por ahora.
Dentro del baño, respiró con dificultad, su cuerpo entero temblando, y su mente desbordada por la confusión. Las lágrimas le nublaban la vista, pero no quería llorar. No podía.
Desde fuera, Nasser golpeó la puerta del baño con furia, pero sus movimientos seguían siendo erráticos
—¡Ábre, Mariana! —gritó, pero su voz sonaba lejana, distorsionada por la furia. Sus manos golpeaban la puerta con cada vez más fuerza.
Mariana, apoyada contra la fría superficie de la puerta, sentía que el miedo la envolvía por completo. Si él llegaba a entrar, no sabía qué haría. ¿Hasta dónde llegaría su violencia?, — abre eres una zorra igual a tu hermana.
Mariana se deslizo por el suelo, abrazándose a sí misma, como si eso pudiera hacer que todo esto fuera solo una pesadilla. Pero no lo era. Era real, y ella estaba atrapada, sola con un hombre que ya no reconocía, escuchó un fuerte golpe contra la puerta y esta tembló pronto cedería.
— ¡Papá!, sollozó Mariana...
karem ni se quien más podría ayudarte, no tienes donde esconderla
hay No que fastidio ya con karem será que 🤔 🙄 😒 😐 😑 a Mariana le va a pasar los mismo que a su mamá amira vivio muchísimos maltrato cuando secuestraron a su papá y la obligaron a casarse con zaid el maloooo sera que la historia se va a repetir por favor Eliza no nos vayas hacer sufrir tanto será que karem se va a salir con la suya
Mariana sino fuera xq te tragas todo, podrías reclamar y preguntarle a tu esposo