**"EL Eco Del Pasado"** es una novela de romance contemporáneo que sigue la historia de Dante y Emilia, dos almas marcadas por un oscuro pasado y un matrimonio forzado. A medida que enfrentan peligros, traiciones y fantasmas de su historia, descubren que el verdadero amor puede florecer incluso en los momentos más difíciles. Juntos, emprenden un viaje hacia la redención y la paz, buscando dejar atrás las sombras y construir una vida llena de esperanza y nuevos comienzos. Es una historia sobre la fuerza del amor para sanar, perdonar y renacer.
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Capítulo 10: La Dama y el Caballo
El sol de la tarde caía suavemente sobre los jardines de la mansión Moretti, bañándolos en un resplandor dorado. Emilia estaba sentada en un banco de piedra, observando las flores que se balanceaban con la brisa, pero su mente estaba lejos de la serenidad que la rodeaba. Las palabras de Dante, el tablero de ajedrez, y la constante presión de la amenaza invisible que sentía, la mantenían en un estado de alerta que no podía ignorar.
Desde su conversación esa mañana, Dante había vuelto a sus asuntos, dejando a Emilia sola para reflexionar sobre todo lo que había aprendido. Cada vez estaba más consciente de la complejidad del mundo en el que había entrado, un mundo donde cada gesto, cada palabra, podía ser una jugada estratégica, y donde la confianza era tanto un regalo como un riesgo.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la llegada de Isabella, la prima de Dante. Isabella era una mujer joven y elegante, con una sonrisa que podía desarmar al más desconfiado, pero Emilia había aprendido a no tomar esa sonrisa al pie de la letra. Sabía que Isabella era astuta, siempre observando, siempre evaluando, aunque la mayoría de las veces ocultaba su verdadero propósito tras una fachada de cortesía.
"Emilia, qué sorpresa verte aquí sola," dijo Isabella con una sonrisa cálida mientras se acercaba. "Pensé que estarías con Dante, discutiendo algún plan o preparando tu próxima gran aparición."
Emilia levantó la vista y forzó una sonrisa en respuesta. "Necesitaba un poco de aire fresco. Y parece que no soy la única."
Isabella se sentó a su lado, su vestido de seda susurrando contra el banco de piedra. "Es cierto, a veces una necesita un respiro de toda la… intensidad de la vida en esta casa. Pero dime, querida, ¿cómo te estás adaptando? Sé que todo puede parecer abrumador al principio."
Emilia se tomó un momento antes de responder, eligiendo sus palabras con cuidado. "Estoy aprendiendo, poco a poco. No es fácil, pero tengo a Dante para guiarme."
Isabella soltó una ligera risa. "Dante siempre ha sido un hombre con muchas… responsabilidades. Pero no siempre es fácil para los demás entender su forma de ver el mundo, incluso para aquellos que están más cerca de él."
Emilia sintió una punzada de curiosidad ante el tono de Isabella. Había algo en sus palabras que insinuaba más de lo que decía abiertamente. "¿Qué quieres decir, Isabella?"
Isabella la miró fijamente, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de compasión y advertencia. "Solo que la vida con Dante puede ser un desafío. Él es un hombre de muchas capas, y no todas son fáciles de desentrañar. Pero estoy segura de que, con el tiempo, descubrirás cómo manejarte en este entorno."
"¿Es un consejo?" preguntó Emilia, sintiendo que la conversación tomaba un giro más serio.
"Tal vez," respondió Isabella, inclinándose ligeramente hacia Emilia. "Pero también una advertencia. En este mundo, todos tenemos un papel que jugar, y debes asegurarte de que tu papel sea uno que puedas interpretar con éxito. No todos los que han intentado encajar en este juego han salido ilesos."
Emilia sintió que el aire entre ellas se volvía más pesado. "¿Estás sugiriendo que debería tener cuidado, incluso con Dante?"
Isabella sonrió de nuevo, esta vez con un toque de tristeza en sus labios. "Solo te estoy diciendo que mantengas los ojos abiertos, querida. En este juego, no hay aliados permanentes, solo intereses que se alinean temporalmente."
Antes de que Emilia pudiera responder, Isabella se levantó con gracia, como si la conversación hubiera sido una simple charla trivial. "Ahora, si me disculpas, tengo algunos asuntos que atender. Pero estoy segura de que nos veremos en la cena."
Emilia la vio alejarse, sintiendo que cada encuentro en esa casa la dejaba con más preguntas que respuestas. La advertencia de Isabella se sumaba a la creciente sensación de que había mucho más en juego de lo que ella había imaginado. Y si Isabella tenía razón, tendría que ser más cuidadosa, no solo con quienes la rodeaban, sino también con sus propias decisiones.
La tarde transcurrió lentamente, y cuando finalmente llegó la hora de la cena, Emilia se encontró a sí misma sintiendo una mezcla de ansiedad y determinación. Mientras se arreglaba, pensó en la partida de ajedrez que había jugado con Dante. Había perdido, pero había aprendido mucho sobre su estilo de juego, su paciencia, y la manera en que observaba cada movimiento con precisión calculada.
Esa noche, mientras descendía la gran escalera hacia el comedor, Emilia decidió que sería más que una simple observadora. Sabía que tendría que jugar su propio juego, uno en el que tendría que ser inteligente y estratégica si quería sobrevivir en ese mundo. Porque aunque Dante era su esposo, y sentía que en él podía confiar, también entendía que había cosas que él no podía o no quería decirle. Y eso significaba que debía protegerse, no solo a sí misma, sino también a su relación y su futuro.
El comedor estaba iluminado por candelabros dorados, y la mesa estaba puesta con la precisión que Emilia esperaba en esa casa. Dante ya estaba allí, conversando en voz baja con su padre, mientras otros miembros de la familia tomaban asiento. Isabella también estaba presente, y le dedicó a Emilia una pequeña sonrisa al verla entrar.
Mientras se sentaba junto a Dante, él le tomó la mano bajo la mesa, un gesto que la reconfortó más de lo que esperaba. Pero cuando lo miró, vio en sus ojos la misma tensión que había notado antes. Sabía que la situación estaba lejos de ser resuelta, y que la partida apenas comenzaba.
La cena comenzó, y la conversación giró en torno a temas triviales, pero Emilia no podía evitar sentir que había algo más en el aire, algo que todos evitaban mencionar. Como si todos fueran conscientes de una verdad oculta que nadie se atrevía a sacar a la luz.
Mientras avanzaba la noche, Dante se inclinó hacia ella y le susurró en el oído: "Después de la cena, hay algo que quiero mostrarte."
Emilia lo miró con curiosidad, pero asintió. Sabía que Dante no diría más en ese momento, no en medio de la familia. Pero sentía que lo que él quería mostrarle sería importante, tal vez una pieza más del rompecabezas que intentaba armar.
Cuando finalmente la cena terminó, y los demás comenzaron a dispersarse, Dante tomó la mano de Emilia y la guió fuera del comedor, por un pasillo que ella no había explorado antes. Subieron por una escalera estrecha que crujía bajo sus pies hasta llegar a una puerta de madera maciza.
Dante abrió la puerta, revelando una habitación pequeña, iluminada solo por la luz de la luna que entraba por una ventana alta. En el centro de la habitación había una mesa, y sobre ella, un tablero de ajedrez con las piezas colocadas en una posición avanzada, como si alguien hubiera dejado la partida a medio jugar.
"Este es el verdadero juego, Emilia," dijo Dante en voz baja, mirando el tablero. "Aquí es donde se deciden las cosas que realmente importan. No en el salón, ni en las reuniones familiares, sino aquí, en la oscuridad, donde nadie más puede ver."
Emilia se acercó al tablero, observando las piezas. La posición era compleja, con varias jugadas posibles, pero ninguna que pareciera claramente ventajosa. "¿Quién está jugando?" preguntó.
"Nosotros," respondió Dante, con una seriedad que la hizo estremecer. "Y necesitamos ganar."
Emilia sintió que el peso de las palabras de Dante recaía sobre ella. Entendía que no se refería solo a un juego de ajedrez, sino a algo mucho más profundo, más peligroso. Sabía que debía estar preparada, porque cualquier movimiento en falso podría ser su último. Pero también sabía que estaba dispuesta a enfrentarlo, a aprender y a luchar junto a Dante.
La partida continuaba, y Emilia estaba más decidida que nunca a ser una jugadora activa, a enfrentarse a las sombras y secretos que acechaban en cada rincón de la mansión Moretti. Porque aunque el tablero era complejo y las reglas inciertas, sabía que con Dante a su lado, tenía una oportunidad de ganar. Y no pensaba desaprovecharla.