En la turbulenta Inglaterra medieval, Lady Isabella de Worthington, una mujer de espíritu indomable y belleza inigualable, descubre la infidelidad de su marido, Lord Geoffrey. En una época donde las mujeres tienen pocas opciones, Isabella toma la valiente decisión de pedir el divorcio, algo prácticamente inaudito en su tiempo. Gracias a la ley de la región que otorga beneficios a la parte agraviada, Isabella logra quedarse con la mayoría de las propiedades y acciones de su exmarido.Liberada de las ataduras de un matrimonio infeliz, Isabella canaliza su energía y recursos en abrir su propia boutique en el corazón de Londres, un lugar donde las mujeres pueden encontrar los más exquisitos vestidos y accesorios. Su tienda rápidamente se convierte en el lugar de moda, atrayendo a la nobleza y a la realeza.
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El apoyo de Alexander
El amanecer despuntaba lentamente, bañando la ciudad en una cálida luz dorada. Sin embargo, dentro de la boutique de Isabella, la atmósfera era tensa y pesada. La sombra de los rumores que Geoffrey había esparcido se cernía sobre ella, amenazando con destruir todo lo que había construido. Isabella había pasado una noche en vela, luchando contra la desesperación que se cernía sobre su corazón. Sabía que no podía permitir que los rumores la vencieran, pero también sabía que no podría enfrentarlos sola.
Mientras Isabella se sentaba en su despacho, revisando con preocupación los registros de ventas que comenzaban a mostrar un descenso preocupante, escuchó un ligero golpeteo en la puerta principal. Levantó la mirada, sintiéndose incapaz de enfrentar a cualquier visitante en ese momento, pero antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió y Alexander entró.
—Isabella, necesitaba verte —dijo Alexander con una mezcla de preocupación y determinación en su voz.
Isabella lo miró, sintiendo una oleada de alivio al verlo. Aunque había intentado mantenerse fuerte, la presencia de Alexander le recordaba que no estaba completamente sola.
—Alexander... —su voz tembló ligeramente al pronunciar su nombre—. No esperaba verte tan temprano.
Alexander cerró la puerta detrás de él y se acercó a Isabella, tomando una silla y sentándose frente a ella.
—He oído lo que está pasando —dijo, sin rodeos—. Los rumores, las insinuaciones. No puedes quedarte callada, Isabella. No puedes dejar que Geoffrey gane esta vez.
Isabella desvió la mirada, luchando por mantener la compostura.
—Lo sé... pero no sé cómo detenerlo. Los rumores se están extendiendo como el fuego, y ni siquiera sé cómo comenzaron. —su voz revelaba la desesperación que sentía.
Alexander extendió su mano y la colocó sobre la de Isabella.
—Sabemos cómo comenzaron, Isabella. Sabemos que esto es obra de Geoffrey. Él está detrás de todo esto, tratando de destruirte. Pero no lo permitiremos. No mientras yo esté aquí.
Isabella levantó la mirada, sorprendida por la firmeza en la voz de Alexander. Sus ojos se encontraron con los de él, y en esos ojos vio la promesa de protección, de apoyo incondicional. Era una promesa que la hizo sentir un calor reconfortante en medio de la tormenta.
—No sé si puedo enfrentar esto sola, Alexander. —admitió en un susurro.
—No tienes que hacerlo sola. Estoy aquí contigo, y no te dejaré enfrentar esto por tu cuenta. —respondió él con convicción.
Alexander se levantó de su silla y comenzó a pasear por la habitación, claramente pensando en el siguiente paso a seguir.
—Lo primero que debemos hacer es detener estos rumores. Necesitamos limpiar tu nombre y demostrar que Geoffrey está detrás de todo esto. —dijo, más para sí mismo que para ella.
Isabella lo observó, sintiéndose un poco más esperanzada. Aunque aún estaba abrumada por la situación, el hecho de que Alexander estuviera dispuesto a luchar a su lado le daba fuerzas que no sabía que tenía.
—¿Cómo podemos hacerlo? Geoffrey es astuto. Sabe cómo cubrir sus huellas. —dijo Isabella, expresando una preocupación legítima.
Alexander asintió, reconociendo la dificultad de la tarea, pero sin retroceder.
—Conozco a algunas personas que pueden ayudarnos a investigar. Gente de confianza que puede rastrear los rumores hasta su origen. Si logramos vincular a Geoffrey con estos rumores, podemos desacreditarlo públicamente. Y además... —hizo una pausa, como si estuviera sopesando cuidadosamente sus palabras—, podemos usar nuestros propios recursos para contrarrestar las mentiras. Es hora de que la alta sociedad sepa la verdad sobre Geoffrey y sobre ti.
Isabella se sintió abrumada por la mezcla de emociones que le causaban las palabras de Alexander. Parte de ella se resistía a la idea de entrar en una guerra de rumores, pero sabía que Alexander tenía razón. No podía quedarse de brazos cruzados mientras su reputación y su negocio eran destruidos.
—Haré lo que sea necesario —dijo finalmente, con una determinación renovada—. No permitiré que Geoffrey me arruine otra vez.
Alexander le dedicó una sonrisa que irradiaba orgullo.
—Sabía que dirías eso. —dijo, mientras volvía a sentarse—. Ahora, hay otro asunto que quiero discutir contigo, algo que podría ayudarte a protegerte aún más.
Isabella lo miró con curiosidad.
—¿Qué es?
—Isabella, has construido algo increíble con esta boutique, algo que ha atraído la atención de la alta sociedad. Pero es importante que tengas más que solo tu negocio. Necesitas alianzas, personas que estén dispuestas a apoyarte públicamente, incluso si eso significa enfrentar a Geoffrey. —explicó Alexander, con un tono serio.
Isabella frunció el ceño, considerando sus palabras.
—¿Alianzas? ¿Te refieres a buscar apoyo entre la nobleza? —preguntó, aunque ya intuía la respuesta.
—Exactamente. Isabella, no quiero que malinterpretes esto, pero creo que una alianza más formal conmigo podría ser lo que necesitas. No hablo solo como tu amigo... sino como alguien que quiere estar a tu lado en esta batalla y en lo que venga después. —dijo Alexander.
Isabella sintió que su corazón se aceleraba. Sabía lo que Alexander estaba insinuando, y aunque la idea la tomó por sorpresa, también sintió que era algo que había esperado inconscientemente.
—¿Estás sugiriendo...? —empezó a decir, pero Alexander la interrumpió con suavidad.
—Estoy sugiriendo que consideres una unión formal conmigo, Isabella. Un compromiso. No solo para protegerte, sino porque te valoro más de lo que puedes imaginar. —confesó Alexander, con voz llena de sinceridad.
Isabella se quedó sin palabras por un momento. La propuesta de Alexander era algo que nunca había esperado, y aunque había sentido una creciente atracción por él, no había anticipado que él daría un paso tan decisivo tan pronto.
—Alexander... —susurró, su mente y corazón luchaban por asimilar lo que acababa de escuchar—. No sé qué decir.
Alexander tomó su mano nuevamente, y esta vez con más intensidad.
—No tienes que decidir ahora. No te estoy pidiendo una respuesta inmediata. Quiero que lo pienses, que lo consideres. Lo que te ofrezco no es solo una alianza estratégica, sino una verdadera asociación en todos los aspectos. —dijo con seriedad.
Isabella asintió, sintiéndose profundamente conmovida por sus palabras.
—Lo pensaré, Alexander. Pero quiero que sepas que ya valoro tu apoyo más de lo que puedo expresar. —respondió con sinceridad.
Alexander le sonrió, su sonrisa transmitía calidez y comprensión.
—Eso es todo lo que pido por ahora. Y mientras tanto, haré todo lo que esté en mi poder para ayudarte a salir de esta situación. No importa lo que Geoffrey intente, no lo dejaré ganar. —dijo con determinación.
La conversación giró hacia la estrategia que seguirían en los próximos días. Alexander explicó cómo planeaba movilizar a sus contactos para investigar los rumores y comenzar a difundir la verdad sobre Isabella. A medida que hablaban, Isabella sintió cómo una nueva confianza se apoderaba de ella.