En las elegantes calles de la Inglaterra del siglo XIX, la encantadora Genevieve Kensington, una dama aristócrata de refinada belleza, se ve envuelta en un torbellino de emociones cuando conoce al apuesto y enigmático Thomas, un sacerdote cuya presencia despierta sus más profundos deseos.
A primera vista, Thomas parece ser un cordero devoto de su fe, pero bajo esa fachada se esconde un lobo sediento de amor y pasión. Determinado a proteger sus secretos, Thomas lucha contra la tentación de entregar su corazón a Genevieve, quien lo ha hechizado con su gracia y su dulzura.
Mientras Genevieve se debate entre su deber hacia la sociedad y la pasión que siente por Thomas, ambos se ven envueltos en un romance prohibido que desafía las normas de la época.
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Los celos de Thomas
El corazón de Thomas latía con fuerza mientras observaba desde la distancia a Genevieve, rodeada de caballeros galantes en el baile de la sociedad. Había una sensación incómoda en el fondo de su pecho, una mezcla de ansiedad y envidia que no podía ignorar. A pesar de sus mejores esfuerzos por mantener la compostura, los celos lo consumían cada vez que veía a otro hombre acercarse a ella.
Genevieve, ajena a los tumultuosos pensamientos de Thomas, estaba inmersa en la conversación con Lord Harrington, un caballero encantador que la había sacado a bailar momentos antes. Sus risas llenaban el salón, y Thomas no podía evitar sentir una punzada de amargura al darse cuenta de que no era él quien estaba causando esa sonrisa en el rostro de Genevieve.
Se dio la vuelta, incapaz de soportar verla con otro hombre por más tiempo. Se preguntaba por qué se sentía tan afectado por la situación. Después de todo, no tenían un compromiso formal entre ellos, y él mismo había luchado con la idea de renunciar a su deber como sacerdote por el amor que sentía por ella.
Pero a medida que la noche avanzaba y veía a Genevieve bailar con otros hombres, una sensación de inquietud crecía dentro de él. ¿Qué significaba este sentimiento? ¿Era solo celos, o había algo más profundo en juego aquí?
Intentó distraerse, entablando conversaciones triviales con otros invitados y tratando de ignorar la presencia de Genevieve en el salón. Pero cada vez que se volvía hacia ella, su corazón se hundía un poco más al verla rodeada de admiradores.
Finalmente, incapaz de soportarlo por más tiempo, se retiró a un rincón apartado del salón, tratando de ocultar su dolor y confusión detrás de una máscara de indiferencia. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear las imágenes de Genevieve con otros hombres que amenazaban con consumirlo.
Pero incluso con los ojos cerrados, no pudo escapar de los recuerdos de su tiempo juntos: las conversaciones íntimas en la capilla, los paseos por los jardines, las miradas cargadas de significado que compartieron en momentos de silencio. Había algo especial en su conexión, algo que no podía explicar pero que sabía que no podía ignorar.
Un suspiro escapó de los labios de Thomas mientras luchaba con sus emociones. Sabía que no tenía derecho a sentirse celoso; Genevieve era una mujer libre de hacer lo que quisiera, y él no tenía ningún reclamo sobre ella. Pero aún así, no podía evitar desear estar en el lugar de esos hombres, poder bailar con ella y hacerla reír como ellos lo estaban haciendo.
Fue entonces cuando sintió una mano en su hombro, y abrió los ojos para encontrarse con la mirada preocupada de Genevieve.
—Thomas, ¿estás bien? Pareces distante esta noche —dijo ella llena de preocupación.
Thomas trató de mantener la compostura, pero la vista de Genevieve tan cerca de él solo avivó las llamas de sus celos.
—Estoy bien, Genevieve. Solo necesitaba un momento para reordenar mis pensamientos —respondió él, forzando una sonrisa en su rostro.
Genevieve frunció el ceño, como si pudiera ver a través de su fachada.
—Thomas, sé que algo te está molestando. ¿Puedes confiar en mí? Estoy aquí para ti, si necesitas hablar de algo.
Thomas se sintió abrumado por la bondad de Genevieve, por su voluntad de estar ahí para él incluso cuando él mismo no podía comprender sus propios sentimientos.
—Gracias, Genevieve. Solo... solo estoy lidiando con algunas emociones complicadas esta noche. No quiero arruinar tu diversión.
Genevieve puso una mano reconfortante en su mejilla, transmitiéndole su apoyo y comprensión.
—Thomas, no tienes que ocultar tus sentimientos. Estoy aquí para ti, sin importar lo que estés pasando. Por favor, déjame ayudarte.
Thomas se sintió abrumado por la ternura en los ojos de Genevieve, por su capacidad para ver más allá de su fachada y entenderlo en un nivel más profundo.
