El Encanto Del Lobo

El Encanto Del Lobo

Encuentro en la capilla

En una tranquila mañana de primavera, los primeros rayos del sol acariciaban las piedras ancestrales de la Capilla de San Miguel. La luz se filtraba a través de las coloridas vidrieras, proyectando en el suelo un mosaico de colores vibrantes que parecían cobrar vida. Las campanas resonaban en la distancia, llamando a los fieles a la misa matutina.

Genevieve Kensington, una joven dama de la aristocracia inglesa, avanzaba con elegancia por el camino empedrado que conducía a la capilla. Su porte distinguido y su vestido de encaje azul celeste contrastaban con la sobriedad del entorno, pero encajaban perfectamente en la escena, como si hubiera sido sacada de una pintura renacentista. Su mente divagaba entre pensamientos mundanos y reflexiones más profundas, buscando en la paz de la capilla un respiro de la agitada vida social que la rodeaba.

Al entrar, fue recibida por el suave murmullo de oraciones y el aroma a incienso. Sus ojos recorrieron el interior del edificio, deteniéndose en los detalles de los altares y las figuras sagradas. Los bancos ya estaban ocupados por feligreses, pero encontró un asiento vacío cerca del frente y se acomodó con gracia.

El servicio estaba a punto de comenzar, y fue entonces cuando sus ojos se posaron en el sacerdote que oficiaría la misa. Su figura alta y esbelta vestía una sotana negra que contrastaba con su piel clara y cabello oscuro. Había algo en su presencia que capturó de inmediato la atención de Genevieve, una mezcla de serenidad y misterio que la dejó intrigada.

Thomas, el joven sacerdote, alzó la vista y por un breve instante sus miradas se cruzaron. Genevieve sintió un escalofrío en su espalda, una sensación que no podía explicar pero que la dejó inquieta. Thomas, por su parte, mantuvo su compostura, aunque su corazón latía con fuerza. Había visto a muchas personas entrar en esa capilla, pero ninguna había despertado en él una reacción tan intensa.

La misa transcurrió con normalidad, pero para Genevieve cada palabra pronunciada por Thomas resonaba con una profundidad que nunca antes había experimentado. Su voz era firme y suave al mismo tiempo, y su manera de hablar transmitía una pasión que iba más allá del simple deber clerical. Genevieve no pudo evitar sentirse atraída por esa pasión, deseando comprender de dónde provenía.

Al final de la ceremonia, los feligreses comenzaron a dispersarse, pero Genevieve decidió quedarse un poco más. Se acercó al altar, fingiendo admirar una de las tallas, pero en realidad buscaba una oportunidad para hablar con Thomas. Cuando él finalmente se acercó, ella sintió que su corazón aceleraba.

—Buenos días, señorita —saludó Thomas con una leve inclinación de cabeza—. Espero que la misa haya sido de su agrado.

—Muy buenos días, padre —respondió Genevieve, esbozando una sonrisa—. Ha sido una misa hermosa, y sus palabras han tocado mi corazón de una manera que no puedo describir.

Thomas sonrió, aunque sus ojos mostraban una sombra de algo más profundo.

—Me alegra escuchar eso. Es un honor poder servir de instrumento para las enseñanzas de Dios.

—Por supuesto —dijo Genevieve—. Me llamo Genevieve Kensington.

—Un placer conocerla, señorita Kensington. Yo soy el padre Thomas.

El silencio que siguió fue breve, pero lleno de significado. Genevieve sentía que había mucho más por descubrir sobre aquel hombre, y Thomas, aunque intentaba mantener su distancia profesional, no podía evitar sentir una creciente curiosidad por aquella joven aristócrata.

—La capilla es un lugar verdaderamente hermoso —dijo Genevieve finalmente, rompiendo el silencio—. Debe ser un refugio maravilloso para aquellos que buscan paz y consuelo.

—Lo es —asintió Thomas—. Y también un lugar de reflexión y renovación. Aquí, todos encuentran su propósito y dirección, incluso en los momentos más oscuros.

Genevieve percibió una nota de melancolía en su voz y quiso saber más, pero se contuvo. No era propio de una dama hacer preguntas demasiado personales a alguien que acababa de conocer, y mucho menos a un sacerdote. Sin embargo, la curiosidad la consumía.

—Bueno, no quiero quitarle más tiempo, padre —dijo Genevieve, tomando un paso hacia atrás—. Fue un placer hablar con usted.

—El placer es mío, señorita Kensington —respondió Thomas—. Espero verla nuevamente en la capilla.

Genevieve asintió, con una ligera inclinación, y se dio la vuelta para marcharse. Mientras caminaba hacia la salida, sintió que su vida había cambiado de alguna manera sutil pero significativa. No podía explicar qué era exactamente, pero sabía que volvería a esa capilla, y que el padre Thomas ocuparía sus pensamientos durante mucho tiempo.

Thomas observó cómo se alejaba, sintiendo una mezcla de emociones contradictorias. Sabía que como sacerdote debía mantener distancia, pero algo en su corazón le decía que Genevieve sería una parte importante de su vida. Y mientras las puertas de la capilla se cerraban tras ella, el misterio de su destino comenzaba a tejerse con hilos de amor y peligro.

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Comments

Flor Marina Riańo Gaitan

Flor Marina Riańo Gaitan

muy interesante historia,,

2024-07-11

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