Fernanda Salas, es una joven llena de optimismo, amante de la lectura y de la vida. Para ella no hay problema que no tenga solución, incluso cuando las cosas van mal en su vida, ella siempre mantiene una sonrisa.
Sin embargo, cuando es despedida de cada uno de los trabajos a los que aplica, ella no puede seguir siendo optimista, más cuando llega a la conclusion que la razón detras de sus despidos es el extremadamente guapo y frío CEO Max Hidalgo.
Fernanda deduce que aquel hombre guapo y rico quiere mantener una relación de sumisión con ella, tal como la de esos CEOs despiadados de las novelas webs.
Pero, ¿ella estará en lo correcto?, ¿será que sus desafortunados encuentros se deben a algún plan malévolo o solo serán casualidades del destino?
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Fernanda: Pero, eso es una injusticia
En cuanto dije aquello, Max me miró dubitativo, como si él no tuviera idea de lo que estaba hablando, bueno yo tampoco sabía a dónde quería llegar con todo esto, pero no me podía detener. Max torció los labios en una sonrisa imperceptible, como si la situación le resultará ridícula, o al menos así me pareció.
Debía haber algo mal con mis ojos, porque todos nuestros encuentros no debían ser sólo a causa del destino, me negaba a creer aquello. Me levanté de su regazo y le di una mirada llena de desprecio.
—Le aconsejo que si le interesó, al menos me debería cortejar como lo haría alguien normal. Eso de hacerle la vida imposible a la pobre chica es para aquellos presidentes despiadados de dramas y libros. Lo único que logrará es que lo deteste. Es más, ya lo hago. No importa lo guapo y sexy que sea, no caeré en su juego. No me rendiré.
—¿Qué? ¿De qué habla, señorita? Creo que hay algún malentendido entre nosotros — cuestionó con seriedad.
Ignoré sus explicaciones y me fui al salón del personal. Sentía que si me quedaba un momento más a lado de ese hombre iba a cometer alguna locura. Y si, también sabía que quizás mis suposiciones con respecto a él podían ser erradas, pero en este momento no podía pensar en ello. Solo quería desahogar mi frustración con alguien.
Cielos es que mi vida parecía un completo mal chiste.
—¿Qué pasó, Fer? Maritza le fue a avisar al jefe del personal que ocasionaste una escena — cuestionó Zeus —. ¿Estás bien?
—Eso dijo. Pero si por su culpa fue que termine haciendo dicha escena — dije con enojo —. Ella fue la que me empujó, todo es su culpa.
Zeus se acercó a mi lado y colocó una mano sobre mis hombros, quizás estaba tratando de consolarme, pero no necesitaba ningún consuelo en este momento. Solo quería hacer justicia.
—Tranquila. ¿No sabes la razón por la que actuó así? Quizás se conocían de algún otro lado, ya sabes, ese tipo de enemistad de años, o es que le quitaste algún novio.
—Recién la conocí hoy. Es la primera vez que la veo. Así que tampoco entiendo porque me está haciendo esto. Deja no más que la vea y la pondré…
—¿A quién va a poner en su sitio? Señorita Salas usted está despedida — dijo mi jefe, su cara no se veía para nada amigable así que supe que él estaba siendo serio con sus palabras.
Cielos, sentí una gran sensación de injusticia. No estaba dispuesta a rendirme. No quería hacerlo.
—Pero si yo no hice nada, ella fue la que me empujó — dije indignada mientras señalaba a Maritza la cual estaba a un lado del jefe — No hice nada malo. Yo…
—Esta despedida señorita, usted es una persona insolente y sin modales. Actúa de manera arrogante. Contemplé y escuché claramente las palabras que le dijo al Señor Hidalgo. Lo siento, pero no puedo tolerar su comportamiento sea cual sea su motivo. Y eso que pensé que usted era una joven prometedora. Incluso había planeado invitarla a cenar — se lamentó.
¿Qué? Entonces otra vez estaba siendo despedida a causa de ese magnate sin corazón.
—Pero, eso es una injusticia, yo no hice nada malo. Es más, hasta me disculpé. Me niego a irme así — replique mirándolo con desafío.
El jefe lanzó un suspiro, se masajeo las sienes. Luego me señaló. Su rostro estaba rojo quizás por el enojo, sus ojos parecían llamas flameantes.
—Tenga dignidad. Usted es un gran dolor de cabeza, no haga que llame a los guardias. Por favor, tome sus cosas y salga. ¡Fuera!
—Fer, solo hazlo — dijo Zeus acercándose a mi lado, su expresión era seria — Ven, vamos. Él te echará sin importar lo que digas. Al parecer, la relación de él y Maritza no es solo la de un simple jefe y empleado. Parece que su objetivo al echarte es cortar el problema de raíz. Quizás tenía miedo de perder su poder al ser la zorra de ese tipo — susurró en mi oído.
Sin embargo, no me sentí tranquila con sus palabras. Yo necesitaba trabajar. Necesitaba dinero, lo necesitaba.
—Pero, es tan injusto.
—Solo vámonos —pidió Zeus tirando de mi mano.
—Joven Ferrari, vuelva a sus obligaciones, si no quiere ser despedido como la señorita Salas.
—Usted no me despide, yo me voy. No quiero trabajar en un lugar tan sucio como este. Al menos, debió hacer una investigación para comprobar lo que realmente pasó y no dejarse guiar por cualquiera.
El jefe se quedó mudó ante las palabras de Zeus. Incluso yo no pude evitar mirarlo boquiabierta. Él se veía tan genial como algún tipo de protagonista de drama a hablar de esa manera.
Zeus tiró de mi mano bajó la atenta mirada del jefe de personal y el rostro llenó de desdén de Maritza.
—Gracias —susurré en cuanto salimos —. No lo tomes a mal pero, ¿por qué hiciste eso? Ya sabes, acabas de perder la oportunidad de engancharte con un hombre rico. Además, tu y yo recién nos conocemos.
—Hay muchos más lugares para hacerlo. Además, pronto iniciaré la universidad así que solo ví la oportunidad para renunciar de una manera genial y la tome. No te preocupes por mí, Fer. Es más, dame tu número me caiste genial, así que quedemos en el futuro.
—Bueno, te veías demasiado genial. Así que si cumpliste tu meta —le pase mi celular para que agregue su número —. Pero, ¿cuántos años tienes?
—Hace dos meses cumplí 18. Sé que luzco un poco mayor. Y tú, ¿cuántos años tienes? Déjame adivinar, 19 o 20.
Me reí al escuchar aquello —. No, soy mucho mayor que tú. Tengo 24 años. Incluso ya terminé la universidad, es solo que no me ha ido bien en lo que ha empleo se refiere.
—Suele pasar. Ánimo y no te rindas. Por cierto la chica de tu fondo de pantalla es muy bonita.
—Es mi hermana, tiene casi 12 años — le dije con afecto.
Sonreí en cuanto vi la imagen de mi hermana en mi celular. Era una foto en dónde ella sonreía como un pequeño sol. Sus ojos se arqueaban en hermosas medias lunas y sus labios se extendían casi hasta llegar a sus orejas.
—Es cáncer, ¿cierto?
Asentí, sintiendo un nudo en mi corazón. Justo cuando iba a agregar algo más, recibí una llamada del hospital.