Zulema de la Puente, tiene 25 años, y en poco tiempo ha sufrido una serie de desgracias que cambiaron su mundo, su padre murió, su madre está muy enferma, fue despedida de la compañía en que estaba desarrollando una carrera exitosa y su prometido Javier Belmonte canceló su compromiso.
Ahogada en los problemas, una noche bebió más de la cuenta, y para vengarse de su prometido durmió con su tío, Mathias Belmonte, un frío, pero apuesto hombre de 35 años, dueño de una de las más importantes fortunas del país.
¿Será Mathias un problema más grande para Zulema o será su Salvador?
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20. Compartamos el taxi
Elena no quería ningun escándalo, no sería bueno para su imagen y tendría un cuestionamiento más de su padre; ella no sabía cómo librarse de las interrogantes de la policía, que le insistía que debía presentar la denuncia, felizmente cuando descubrieron la identidad del hombre que la había atacado, aparecieron varias denuncias y se lo llevaron para investigar, lo que aprovechó Elena para desaparecer y no verse involucrada en el asunto, habían sido suficientes emociones y estaba agotada.
Lamentablemente, en el forcejeo con el sujeto, el móvil de Elena se había hecho trizas, por lo tanto no tenía acceso a sus aplicativos y billetera electrónica; con el apuro de escapar no había puesto en su cartera el cargador de su iPad, y estaba apagado; necesitaba ir a un cajero a sacar dinero y poder movilizarse hasta obtener un nuevo equipo telefónico.
Se estaba dirigiendo al punto de cajeros, cuando notó la presencia de los hombres de su padre, seguro ya había descubierto donde estaba y no quería lidiar con ese problema ahora; someterse al escrutinio de su padre era agotador, así que se dio media vuelta, pretendiendo huir.
Carlos estaba acomodando sus maletas en el taxi; antes cuando quiso acompañar a la desconocida acompañante de viaje cuando llevaban al sujeto que pretendió agredirla, ella le agradeció, pero le dijo que quería manejar las cosas solas.
Cuando Carlos iba a subir al taxi, Elena ingresó al vehículo rápidamente en su desesperación de desaparecer de la vista de los hombres de su padre, el joven la quedó mirando sorprendido.
- "Por favor compartamos el taxi", dijo Elena haciendo una especie de puchero; trataba de ser amable y pedir un favor, algo que muy pocas veces solía hacer.
Carlos sonrió, en un primer momento pensó y si es una loca, porqué tendría que viajar con ella, pero cuando esa mirada de ojos verdes traspasó su alma, no pudo evitar seguirle la corriente, era algo instintivo seguir sus pasos. Se subió al vehículo, cerrando la puerta. El conductor avanzó ya que desde un inicio Carlos le había dado la dirección de donde dirigirse. Los hombres del señor Manuel Belmonte pasaron por el taxi cuando avanzaba, pero no se pudieron percatar que ahí viajaba Elena.
Por otro lado, Mathías y Zulema habían llegado al estacionamiento del hospital donde se encontraba su madre; habían hecho el resto de viaje en silencio; Zulema se había hecho muchas preguntas en la cabeza y dicho muchas veces a sí misma que no debía correr riesgos; solo que era inevitable mirar a ese hombre y no sentir que su cuerpo la llamaba a acercarse, era una tentación constante tenerlo muy cerca y solos; con Javier siempre había rehuido de la manifestación del afecto físico íntimo, pese haber tenido relaciones, algo dentro de ella que no podía reconocer la obligaba a mantenerse alejada en ese aspecto.
No obstante, con Mathias Belmonte, ni siquiera tenía un nombre exacto el tipo de relación que los unía, pero muy dentro de sí quería volver a sentir la intensidad de sus besos y sus caricias; como si su cuerpo supiera mejor que ella lo que era sentirse en la gloria.
Ambos se quitaron el cinturón de seguridad, Mathías iba a bajar para abrirle la puerta a Zulema, cuando ella le tomó la mano, Mathias volteó a mirarla.
- "Las ventanas son polarizadas, ¿verdad?", preguntó Zulema con una ansiedad en el cuerpo que jamás había tenido y que Mathías había despertado.
- "Sí", respondió Mathías sin imaginar lo que venía.
Zulema en un movimiento tan rápido que lo sorprendió se sentó sobre él a horcajadas mirandolo de frente y obligándolo a inclinar un poco el asiento.
- "Le juró que no suelo hacer esto", dijo Zulema.
Ambos se miran por un momento y luego se empiezan lentamente a besar, él no puede evitar acercarla tomándola de la cintura, lo excitó en el instante en que la sintió encima, y era imposible separarse mientras se devoraban a besos.
felicitaciones a la escritora sos muy buena