Recuperando La Felicidad

—Hola chicos, ¿qué hacéis? —pregunta Amelia con una sonrisa y unos ojos brillosos.

—Oh, nada, aquí jugando ajedrez con el odioso de Alex —le respondo con ironía. Mientras le respondo, ellos se sientan justo al frente de nosotros. Ja, perfecto, ahora parecemos parejas. Todos empezamos a comer cuando Amelia vuelve a hablar.

—Okey, bueno, cambiando de tema, Ada, Alex, queremos invitarlos a ir el miércoles a la playa —alzo una ceja, dispuesta a negarme. De repente, la mirada de Amelia se posa en la mía. Ella sabe perfectamente cuál va a ser mi respuesta. Intenté hablar, pero ella siguió.

—Vamos a celebrar el cumpleaños de Mateo, solo queremos estar nosotros, queremos algo tranquilo. ¿Qué dicen?

Me quedo atónita. No puedo creer que se me olvidó el cumpleaños de Mateo. Él es un buen amigo. Desde que empezó la relación de ellos dos, nunca me alejaron, más bien me incluyeron. Ellos dos son los únicos que saben de mi pasado. A Mateo se lo conté una vez que me encontró llorando en la cocina. Él se acercó, me abrazó, me tranquilizó y me dijo que todo estaría bien. Desde ese día, nos volvimos buenos amigos.

—Claro que sí, amigo, contigo para lo que sea —responde Alex, muy animado. Todos se voltean a mirarme y no me queda de otra que aceptar.

—Está bien, nos vemos en tu casa el miércoles. Mientras tanto, me voy —me levanto y me dirijo a la siguiente clase.

Cinco horas después

Las clases estuvieron muy aburridas, todo tan monótono. Me encuentro en este momento sentada en el mostrador, hablando con Laurel.

—Laurel, ¿me puedes dar el miércoles libre? Es que es el cumpleaños de un amigo y no quiero faltar —le pregunto con un poco de esperanza y una media sonrisa.

—Ada, no sé qué decirte. Sé que en este tiempo que llevamos trabajando juntas no has pedido permiso. Te lo voy a dar, pero intenta que mañana esté todo listo —me dice con una sonrisa. Luego, ella se marcha y me quedo toda la tarde en el mostrador.

Estoy trabajando cuando escucho que se abre la puerta. Dirijo mi mirada hacia la entrada y no puedo creer que él esté aquí. Increíble, ni en mi trabajo me deja en paz.

—Ah, hola Ada, no sabía que trabajabas aquí —me responde un poco sorprendido. Lo miro y noto que tiene los ojos brillosos y la voz un poco triste.

—Jumm, hola Alex, ¿qué haces aquí? —intento no parecer odiosa y le regalo una sonrisa.

—Ah, vine a buscar a Laurel. Ella está aquí —y claro, él como caza novias, eso es lo común en personas como él. Qué pesar por Laurel, ella tan amable y linda y él tan patán.

—Ah, sí, claro, ya te la llamo —él asiente con la cabeza. Cojo mi teléfono para llamar a Laurel, que está en la bodega. Después de dos tonos, ella contesta.

📱: Hola, Laurel, hay un chico llamado Alex buscándote, ¿qué le digo?

📱: Dile que ya voy, que espere, por nada del mundo lo dejes ir.

📱: Okey.

—Alex, que ya viene a esperarla —él asiente con la cabeza. Lo veo un poco triste y el corazón se me ablanda. No sé qué me pasa.