En la mágica isla de Santorini, Dylan Fletcher y su esposa Helena sufren un trágico accidente al caer su automóvil al mar, dejando a Dylan ciego y con las gemelas de un año, Marina y Meredith, huérfanas de madre. La joven sirena Bellerose, que había presenciado el accidente, logra salvar a las niñas y a Dylan, pero al regresar por Helena, esta se ahoga.
Diez años después, las gemelas, al ver a su padre consumido por la tristeza, piden un deseo en su décimo cumpleaños: una madre dulce para ellas y una esposa digna para su padre. Como resultado de su deseo, Bellerose se convierte en humana, adquiriendo piernas y perdiendo su capacidad de respirar bajo el agua. Encontrada por una pareja de pescadores, se integra en la comunidad de Santorini sin recordar su vida anterior.
Con el tiempo, Bellerose, Dylan y sus hijas gemelas se cruzarán de nuevo, dando paso a una historia de amor, segundas oportunidades y la magia de los deseos cumplidos.
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Las sirenas existen.
Marina cerró los ojos por un momento, recordando aquella sensación tan vívida, el agua fría rodeándola y esa presencia que la había sostenido.
—No sé cómo explicarlo. La sentí. Sentí que me miraba, como si me conociera, como si me cuidara desde hace mucho tiempo —su voz tembló al recordar el abrazo firme y protector—. Cuando estaba a punto de hundirme, ella me sostuvo. La vi, aunque solo por un segundo, sentí su presencia.
Meredith apretó la mano de su hermana, un escalofrío recorriéndole el cuerpo. No podía evitar sentir lo mismo que Marina, como si estuviera en el agua con ella, compartiendo la experiencia a través de su conexión. El miedo y la fascinación invadían sus corazones a la par.
—Es increíble… —dijo Meredith en un susurro, con los ojos grandes y la mente llena de preguntas—. Pero… si es verdad, Mari, entonces… ¿crees que ella podría estar cerca de nosotras? ¿Que podría volver a aparecer?
Marina asintió, mirando el horizonte con una extraña calma.
—Eso creo, Mere. No sé por qué, pero siento que ella siempre ha estado ahí, como si estuviera protegiéndonos de alguna forma. Algo me dice que no fue un accidente. Ella… ella está conectada con nosotras.
Meredith sintió un escalofrío en su interior, pero también una extraña sensación de seguridad, como si la sirena realmente estuviera observándolas, protegiéndolas en secreto.
—A veces, cuando la abuela nos hablaba del mar y sus secretos, pensé que solo eran cuentos. Pero ahora siento que hay algo más. Como si el mar tuviera un secreto para nosotras, algo que debemos entender —dijo Meredith, con una mezcla de asombro y miedo.
Marina la miró con una sonrisa tímida, abrazándola con fuerza.
—No se lo digamos a nadie, Mere. No sé por qué, pero siento que esto debe ser nuestro secreto. Solo tú y yo… porque siento que papá se volverá loco si se entera.
Meredith sonrió, apretando la mano de su hermana con un fuerte apretón, sellando un pacto de complicidad.
—Lo prometo, Mari. Será nuestro secreto. Pero si alguna vez la ves otra vez… prométeme que me lo dirás.
Marina asintió con una sonrisa llena de confianza.
—Te lo prometo. Si ella regresa, serás la primera en saberlo.
Las dos se quedaron en silencio, mirando el mar que se extendía ante ellas, como si esperaran ver algún destello en las olas que les confirmara que la sirena aún las observaba, vigilante desde las profundidades. La paz se instaló entre ellas, un lazo más fuerte que nunca. Sabían que no estaban solas.
Cada noche, las gemelas Marina y Meredith regresan a la playa. El mar las atrae de una manera inexplicable, especialmente desde el misterioso encuentro con la sirena que salvó a Marina. En el cielo, las estrellas brillan con intensidad, y la luna derrama su luz sobre las olas, creando un reflejo hipnótico.
Ambas están descalzas, sintiendo la arena fría y húmeda entre los dedos. Meredith dibuja figuras y corazones en la arena con un palo mientras charla con su hermana, intentando aliviar su impaciencia.
—¿Crees que esta noche vendrá? —pregunta Meredith, sin apartar la vista del horizonte.
Marina sonríe y continúa trazando un corazón a su lado—. Quizá… pero ¿y si la sirena solo aparece cuando una de nosotras está en peligro? —susurra, medio en broma, medio en serio.
—Eso espero que no ocurra —dice Meredith, riendo suavemente, aunque un ligero escalofrío le recorre la espalda.
Desconocen que, ocultándose tras las sombras de las olas, Bellerose las observa desde la distancia, cautivada por sus risas y el lazo tan único entre ellas. A pesar de las advertencias de sus padres sobre acercarse a los humanos, siente una conexión inquebrantable que la empuja a permanecer cerca, aunque sin atreverse a salir del agua.
Finalmente, cuando Marina y Meredith regresan a casa, Bellerose se despide en silencio, dejando que las olas borren los corazones que las gemelas habían trazado en la arena. Con un suspiro, vuelve a sumergirse, sabiendo que al retornar a su hogar la espera una conversación ineludible.
De regreso en la majestuosa ciudad marina de Aqarys, Bellerose nada rápidamente entre los corales resplandecientes y los templos submarinos hasta llegar a su hogar. Sin embargo, sus padres la esperan con expresiones severas, y su madre la aborda sin rodeos:
—Bellerose, es momento de que enfrentes tus responsabilidades —declara, su voz firme resonando como una corriente de marea en el silencio del agua—. Hemos arreglado tu matrimonio con Mirael, un tritón respetado y talentoso, criado para ser tu compañero.
Bellerose se queda sin palabras. Aunque Mirael siempre ha sido un amigo fiel, ella nunca ha imaginado un futuro romántico junto a él. La sola idea de ese destino impuesto la incomoda y hace que su corazón se llene de tristeza y confusión.
—No quiero casarme con Mirael —responde con voz firme—. Lo aprecio, pero… solo como amigo. No lo amo de esa manera.
Su padre, de voz grave, se adelanta, intentando suavizar la situación, aunque con un tono igualmente implacable.
—Bellerose, este compromiso no es solo por ti. Es por Aqarys, por el equilibrio de nuestra ciudad y por el respeto a nuestras tradiciones. Debes comprender lo que se espera de ti.
Pronto, otras sirenas y tritones se acercan, atraídos por la tensión. Algunas jóvenes miran la escena con curiosidad, mientras que otras reflejan envidia o codicia.
Tristán, un tritón de la guardia real, de cabello oscuro y mirada astuta, murmura a su amigo Kyros, historiador de las aguas:
—Si ella no quiere a Mirael, otros estaríamos más que dispuestos a tomar su lugar, con lo hermosa que es.
Kyron asiente, lanzando una mirada despectiva hacia Bellerose—. No sé de qué se queja. Su posición es lo que todos aquí desearían.
Cerca de ellos, Kyra, una sirena de escamas doradas y ojos relucientes, comenta en voz baja a su amiga Blu:
—Si yo tuviera el lugar de Bellerose, no lo pensaría dos veces. Mirael es increíble, y ser la elegida por nuestros ancianos es un honor.
Blu se ríe, disfrutando del drama y lanzando miradas de desprecio hacia Bellerose.
—Quizás pronto nos toque a una de nosotras ocupar su lugar —susurra Blu con voz afilada.
Entre el bullicio, Aeron, un joven tritón de ojos serenos, observa a Bellerose con comprensión. Su mirada revela empatía, pero decide mantenerse al margen.
Bellerose se aleja dejándole la palabra en la boca a sus padres, no quiere escucharlos en ese momento.
Finalmente, entre el murmullo, una sirena de cabello ondulado y escamas plateadas se acerca rápidamente a Bellerose, luego de decirle a los reyes que hablará con ella. Es su mejor amiga, quien nada hacia ella con preocupación evidente, sin perder tiempo en palabras inútiles.
—Sabía que esto sucedería —le susurra Lyra, tomando las manos de Bellerose—. Mira, sé que no quieres esto, pero… Mirael es un buen tritón, y puedes aprender a quererlo. No todos aquí tienen la libertad de elegir.
Bellerose respira profundamente, sintiendo el peso de las expectativas, las miradas de sus padres y el juicio de toda la ciudad de Aqarys sobre sus hombros.
—¿Y si lo único que deseo es algo diferente? —susurra, en un tono que apenas la corriente puede arrastrar.
Lyra la observa con ternura y suspira.
—A veces, lo que anhelamos no es lo mismo que lo que necesitamos. El deber es primero.
La presión sobre Bellerose sigue creciendo, y la ciudad de Aqarys parece al borde de un escándalo. Los murmullos de las demás sirenas, envidiosas y deseosas de ocupar su lugar, llenan el agua con una tensión insoportable. Bellerose siente que está perdiendo su identidad entre las expectativas y sus propios deseos contradictorios.
Lyra, la única que comprende realmente su dilema, la sujeta con firmeza por los hombros y le dice con voz serena:
—Bellerose, solo tú sabes lo que realmente quieres. Pero si decides rechazar este compromiso, debes ser consciente de las consecuencias. Tus padres, la ciudad… todo cambiará. ¿Estás dispuesta a enfrentarte a eso?
Bellerose baja la mirada, reflexionando sobre las palabras de su amiga. Mira hacia las profundidades, donde el agua se torna más oscura y misteriosa, y en su mente aparecen las imágenes de las gemelas humanas, Marina y Meredith. Ellas representan la libertad que tanto anhela, una conexión pura, sin expectativas ni obligaciones. En sus visitas nocturnas a la playa, Bellerose ha sentido algo que nunca experimentó en Aqarys: la posibilidad de elegir su propio destino.
Con un suspiro, responde:
—Lyra no sé si estoy lista para enfrentar a toda la ciudad, pero tampoco puedo aceptar un futuro que no he escogido. He estado observando a esas niñas, las gemelas… Ellas tienen una conexión tan auténtica. Solo quiero algo parecido, algo que sea mío, no algo impuesto.
Su amiga asiente, comprendiendo el conflicto que Bellerose lleva en su interior. Le da un abrazo, algo inusual entre las sirenas, pero necesario en ese momento.
—Si realmente quieres algo diferente, entonces tal vez debas encontrar tu propio camino, uno que no esté marcado por nuestras tradiciones. Pero ten cuidado, Bellerose. Lo que buscas podría llevarte lejos de Aqarys… y eso no es algo que se perdone fácilmente.
La marea arrastra las palabras de su amiga, y un extraño silencio cae entre ellas. La decisión de Bellerose está cada vez más clara, aunque el miedo a perder todo lo que conoce sigue presente en su pecho.
—Yo sé que te gusta Mirael—comenta Bellerose— además de mis propios pensamientos de que no me gusta y no quiero casarme por el momento con nadie, no podría casarme con alguien a quien le gusta a mi mejor amiga.
—Por favor, te pedí que no le dijeras a nadie, él solo tiene ojos para ti. Él nunca me va a ver románticamente—dice Lyra temerosa de su secreto amoroso.
—Eso cambiará.
Con una última mirada a su amiga, se despide y nada hacia las profundidades, pensando en sus opciones. Sin embargo, las demás sirenas y tritones aún la observan, y los comentarios sobre ella no cesan. La tensión en Aqarys es evidente, y sus padres saben que deben actuar rápido para asegurar la estabilidad de la ciudad.
Al final, Bellerose sabe que su única salida es encontrar la manera de ser libre, incluso si eso significa alejarse de todo lo que ha conocido. Mientras se pierde en las sombras del océano, siente que su destino está llamándola hacia la superficie… hacia las hermanas humanas, y hacia una vida completamente distinta a la que el mundo submarino le ofrece. Se la pasaría como esas niñas moviéndose en lo seco para arriba y para abajo aunque no tiene idea como hacerlo porque su complexión física son un tanto diferentes en las extremidades ella tiene una cola y ellos piernas, además no puede estar mucho tiempo fuera del agua sino moriría.
Bellerose piensa que solo un milagro puede salvarla.
Por otra parte, Mirael se sumerge en sus pensamientos mientras nada junto a sus amigos, quienes lo observan con preocupación. La frustración y el dolor se reflejan en su rostro, y, aunque intenta ocultarlo, sus amigos saben lo que le pasa.
Tristán, uno de los tritones más cercanos a él, finalmente rompe el silencio.
—Vamos, Mirael, ¿Vas a seguir triste?Sabemos que tiene que ver con Bellerose, ¿verdad?
Mirael suspira profundamente, y sin contenerse más, responde:
—Sí, es por ella. Ya viste lo que piensa ella de lo nuestro. Desde que mis padres y los suyos organizaron este compromiso, me sentí… emocionado. Siempre he querido a Bellerose, pero parece que soy el único que siente algo en esta relación, si es que se le puede decir asi. A ella solo le interesa nuestra amistad.
Kyron, un tritón conocido por su franqueza, le da una palmada en el hombro.
—¿Y qué esperabas, Mirael? Esas cosas no se fuerzan. Si Bellerose no siente lo mismo, no puedes obligarla. Habla con tus padres y elije a alguien que si te quiera.
Mirael asiente, mordiéndose el labio en un intento de contener sus emociones.
—Lo sé… lo sé. Pero toda mi vida he escuchado que un día seríamos una pareja perfecta, y ahora siento que soy un estorbo para ella. He tratado de ganarme su cariño, de hacerle ver que la amo, la invito a citas, pero no hay manera… y eso me está destrozando.
Merida, la única sirena del grupo, lo observa con empatía.
—Mirael, tal vez es momento de aceptar que el amor no siempre es correspondido. No eres menos tritón por admitirlo. A veces, dejar ir es la única forma de encontrar algo real.
Aeron, otro de sus amigos, asiente en silencio, mientras una ola de tristeza se refleja en los ojos de Mirael.
—Quizás tengas razón, Merida. Quizás es momento de dejarla ir. No quiero ser una carga en su vida… ni en la mía —responde Mirael, sintiendo el peso de sus propias palabras.
Decidido a hacer algo al respecto, Mirael se despide de sus amigos y nada hacia su hogar, donde su padre lo espera. Al entrar, sus ojos se encuentran con los de su padre, que lo mira con dureza, como si ya conociera el propósito de su visita.
—Padre —comienza Mirael, con voz firme—, necesito hablar contigo sobre mi compromiso con Bellerose. Ella no me ama, y yo no quiero una esposa que no sienta lo mismo. Por favor, cancela este acuerdo. No quiero seguir adelante con algo que solo me traerá sufrimiento.
Su padre lo observa en silencio durante unos segundos, sus ojos oscuros endureciéndose. Sin previo aviso, se acerca a él y le propina un golpe en el rostro, tan fuerte que Mirael queda aturdido.
—¡No seas necio, Mirael! —exclama su padre, con una voz que retumba en la sala como el eco de una ola furiosa—. ¿Te das cuenta de la importancia de este compromiso? No se trata de tus deseos, sino del honor de nuestra familia y de la estabilidad de Aqarys. ¡Nosotros no elegimos, obedecemos! ¡Soy el comandante de las huestes marinas y cualquier sirena no será desposada para mí único hijo!
Mirael, con la mejilla ardiendo, levanta la cabeza y responde con un hilo de voz.
—Padre, yo entiendo nuestro deber… pero esto no es lo que quiero. No puedo forzar a Bellerose a amarme, ni quiero que se sienta atrapada en algo que no eligió.
Su padre lo mira con una mezcla de ira y decepción.
—Entonces deja de comportarte como un niño. Si eres débil, la ciudad te considerará débil, y los demás aprovecharán esa debilidad. ¿Es eso lo que quieres? ¿Ser la vergüenza de Aqarys?
Las palabras de su padre perforan el corazón de Mirael, quien se esfuerza por contener las lágrimas.
—No quiero ser una vergüenza, padre. Pero tampoco quiero vivir una mentira.
Su padre lo observa en silencio, y luego, con un suspiro cansado, gira la mirada hacia la ventana que da a las profundidades.
—Mirael… debes aprender que en esta vida los deseos personales son secundarios. Haz lo correcto, y la felicidad vendrá eventualmente… o aprenderás a vivir sin ella.
El joven tritón se queda en silencio, sin encontrar más palabras. La tristeza y la impotencia lo invaden mientras la figura de su padre se desvanece en la penumbra de la sala.
Me encanta tu novela
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