Historia original de horror cósmico, suspenso y acción.
NovelToon tiene autorización de XintaRo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El Hombre Sin Ojos. Pt8.
Me acerqué al baño. Abrí la puerta lentamente. Nada.
Pero entonces lo vi.
El espejo del baño… roto. Como si alguien lo hubiera golpeado. Eso no estaba así. No cuando salí.
¿Qué carajo está pasando?
No había sangre. Ni en el suelo. Ni en el lavado. Nada.
Me senté en la silla junto a la mesa. Abrí la última cerveza. Saqué uno de los dos cigarrillos que me quedaban en la cajetilla. Lo encendí. Inhalé el humo como si eso pudiera quemar el peso de mi mente.
La libreta.
Ahí estaba.
Negra. Quemada en los bordes. Mirándome.
No me atrevo a abrirla.
Solo me queda esperar a Héctor. Y contarle todo. Todo lo que ha pasado. Todo lo que está empezando.
Mientras espero a Héctor, mis ojos solo ven la libreta negra sobre la mesa, el humo del cigarrillo sobre mi mano se vuelve penumbra en mi mente, al pensar cómo terminé olvidando esas horas, ¿a dónde mierda fui?, Caminé sobre mucho lodo, puedo deducirlo al ver mis zapatos cubiertos de lodo al lado de mi cama, mi chaqueta estaba completamente mojada cuando desperté después de leer la primera estrofa en la libreta. Mi mente no recuerda el sueño, como en cada despertar olvido todo lo que ocurre en ese lugar que sueño. ¿Dónde era? ¿Un corredor oscuro o era una casa? ¿Qué era? Mi mente siempre se cierra cuando intento recordar por mí mismo lo que soñé.
Por suerte tengo mi libreta de sueño. Me levanto de la silla y la saco del bolsillo de mi chaqueta colgada en su lugar habitual. La abro y leo nuevamente la última entrada: la niña Isabela, el corredor lleno de puertas con la luz rojo carmesí al final palpitando como si estuviera viva, llamándome. El conejo negro de peluche que sostenía la niña. Pero nada anotado sobre un perro llamado Dufus. Eso es lo único que no cuadra en mi libreta. La placa de perro sobre la mesa, al lado de la libreta negra, solo me trae más preguntas a la mente. ¿Cómo terminé con eso en mi bolsillo sin saber cómo llegó a mí?
Espero que Héctor recuerde si le dije algo más en esa llamada que no recuerdo. ¿Desde dónde le llamé a las 3 de la mañana? ¿En qué momento salí de mi departamento sin saber a dónde fui? Para mí solo me dormí sobre mi cama sin más, solo me dormí, pero no fue así. Por algo me sentía tan cansado, como si hubiera caminado mucho y hubiera hecho fuerza con el cuerpo y los brazos. Ahora no tengo más que asumir que ya caí en el agujero de la locura. Solo espero que el conejo del otro lado tenga algo más que solo té y galletas.
Un golpe familiar toca a mi puerta. Es el toquido de Héctor. Le digo:
—Entra, está abierto.
Él entra, mojado completamente. Se nota que corrió hasta mi casa. Qué buen amigo tengo, tan dispuesto a llegar corriendo solo si se lo pido. Le digo al entrar:
—Hola hermano, siéntate, tengo que contarte algo que no te gustará.
Héctor entra y cierra la puerta detrás de él con el pie. Camina en silencio hasta mi heladera y mete las cervezas que trajo. Saca dos y me da una mientras abre la otra él. Se sienta y me mira a los ojos con su tono serio. Me dice:
—Hermano, ¿qué está pasando? ¿Qué fue esa extraña llamada a mitad de la noche y por qué hueles a pólvora recién quemada?
Nada se le escapa a este cabrón. Sus sentidos son únicos, al igual que su habilidad para disparar sin tregua cuando el momento lo requiere. Me quedo en silencio un momento y le paso mi libreta de sueño. Como siempre, la lee en silencio, sin decir nada. A medida que la lee, abre más los ojos. Termina de leer y deja la libreta en la mesa frente a él, con la mano en el mentón, como si intentara armar el rompecabezas en su mente.
Lo miro y le digo:
—Hermano, no recuerdo haberte llamado. No recuerdo qué pasó cuando me dormí sobre la cama después de leer esta libreta que encontré entre los archivos que no entregamos del caso Mat Slim.
Le dije mientras posaba la mano sobre la libreta negra de cuero. Él la miró y me dijo:
—Déjame leerla para ver qué pasa. Si me vuelvo loco, detenme.
Lo miro y le detengo la mano. Le digo:
—No, hermano, esto no es algo normal. Entiende, no recuerdo nada de llamarte. Cuando desperté tenía mi camisa con una mancha de una gota de sangre fresca, mi chaqueta estaba completamente mojada y mis zapatos están llenos de lodo y mojados, pero mis pies estaban con los calcetines secos. El viejo Maik me dijo que salí del departamento sin decirle nada, solo salí caminando. Pero no sé a dónde fui. No recuerdo nada de lo que hice en esas horas ni cómo terminé con esto en el bolsillo de mi chaqueta.
Le acerqué la placa de perro con el nombre Dufus. Él la miró con los ojos abiertos al sentir que no había mentira en mi voz. Él sabe muy bien que podré mentirles a muchos, pero jamás a él, menos con algo tan complicado.
Le digo con voz fría:
—Lo que sigue te gustará menos. Salí a comprar cigarros, ya que no sé en qué momento me fumé 16 de ellos. Al regresar de la tienda me encontré con dos vagos de los 20 Killer machacando a un teniente de los Cráneo Roto. No sé por qué lo hicieron trizas, solo escuché que vio algo que no debía, pero lo vinieron a matar al distrito sur, en un callejón olvidado por dios. Claramente para mandar un mensaje.
Héctor se contrajo en su silla. Llegó a la misma conclusión que yo: esto no es más que un acto para crear una guerra entre los Cráneo Roto y la Familia Cooling. Héctor me miró y me pidió un cigarrillo. Era raro verlo fumar. Solo lo hacía cuando la mente le ponía trabas. Me miró y me dijo: