Luna Vega es una cantante en la cima de su carrera... y al borde del colapso. Cuando la inspiración la abandona, descubre que necesita algo más que fama para sentirse completa.
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Capítulo 9: Hamlet
El murmullo de las páginas al pasar llena el aula, un sonido suave que acompaña la voz del profesor mientras camina entre las filas de pupitres.
El aire huele a tiza, a libros abiertos y a la impaciencia de los que esperan que la clase acabe, aunque no es el caso de Selena.
Está en medio de la clase de literatura, rodeada de compañeros que se inclinan sobre sus cuadernos. Para ella, este espacio es casi un refugio. Desde que tiene memoria, leer ha sido su forma de respirar: un escondite entre historias que le permitían escapar de una realidad que nunca le fue justa.
En las páginas encontraba personajes más valientes, más libres, más capaces de enfrentarse a sus monstruos de lo que ella se sentía en su propia piel.
Quizás por eso nunca dudó qué estudiar. La carrera de Lengua y Literatura, en una de las universidades más prestigiosas del país, fue la única opción que consideró. Y gracias a su beca, ese sueño imposible se convirtió en un camino real. La beca era su boleto de entrada, pero también su recordatorio diario de que debía rendir más que nadie.
El profesor se detiene frente a la pizarra, donde ya ha escrito con grandes letras blancas una palabra: Hamlet.
—Hablemos de él —dice, con la seguridad de quien conoce la memoria y las dudas del príncipe danés—. ¿Qué nos revela Hamlet sobre el dilema de la acción y la duda?
Algunos estudiantes se miran entre sí, otros bajan la vista.
Selena, sin embargo, levanta la mano, aunque todavía no habla. A su lado, Chloe sigue atenta y expectante, pero Marcus permanece callado, hundido en el respaldo de la silla, con los brazos cruzados y un gesto agrio en el rostro. Selena lo nota: todavía guarda ese resentimiento por el autógrafo.
El profesor fija los ojos en ella.
—Adelante, Selena.
Ella respira hondo, acariciando con los dedos el borde de su cuaderno antes de responder.
—Hamlet es un personaje atrapado en su propia mente. Lo que lo destruye no es tanto el fantasma de su padre o la traición de su madre, sino la incapacidad de actuar. Es como si... —hace una pausa, buscando las palabras correctas—... Como si pensar demasiado lo volviera prisionero de sí mismo.
Un silencio breve sigue a su intervención. El profesor asiente, satisfecho.
—Exacto. Hamlet nos muestra que el exceso de reflexión puede ser tan paralizante como la falta de ella. Su tragedia no es solo lo que ocurre alrededor, sino lo que ocurre dentro de él.
Chloe le da un codazo suave a Selena, sonriente.
—Siempre tienes la respuesta perfecta, ¿eh?
Selena sonríe apenas, pero por dentro algo se remueve. Las palabras del profesor, su propio comentario sobre Hamlet, le resuenan demasiado cerca de lo que había descubierto hacía apenas una semana.
Un personaje atrapado en sí mismo. Una máscara que parece fuerte, pero que en realidad se sostiene de hilos invisibles. ¿No era eso exactamente lo que había visto en Luna Vega?
Traga saliva, bajando la vista hacia su cuaderno, aunque en su mente no están las letras de Shakespeare, sino esa hoja que aún conserva doblada en su mochila, como un secreto incómodo. Las palabras tachadas, la rabia escondida, la voz de alguien que había querido borrar hasta sus propias frases... salvo aquellas dos que sobrevivieron, como un grito ahogado en un rincón: Lo sé.
Luna Vega, una estrella que olvida que también es humana, piensa Selena.
La cantante es alguien atrapada en un papel tan grande, tan brillante, que ha terminado por devorar a la persona que había debajo. Igual que Hamlet, construida más de dudas que de certezas, de silencios más que respuestas.
¿Por qué vuelve ahora? ¿Por qué su mente insiste en traerla a esta aula, en medio de una clase que debería estar disfrutando? Selena se muerde el labio, incómoda, mientras el profesor continúa, pasando al análisis de Ofelia y del peso de la locura como símbolo.
Ella apenas lo escucha.
La imagen de Luna, con esa fragilidad camuflada en arrogancia, se ha instalado otra vez en su memoria, inamovible. Como si esas dos palabras escritas al final de la página fueran una cuerda invisible que la arrastra, recordándole que detrás de la estrella hay una herida que late, y que de algún modo, incomprensiblemente, ya forma parte de su propia historia.
La clase termina con el eco de las últimas palabras del profesor sobre Hamlet, y los estudiantes comienzan a recoger sus cosas entre murmullos.
Selena guarda el cuaderno en la mochila, mientras Chloe se estira con un bostezo disimulado. Marcus, en cambio, sale en silencio, con el ceño fruncido, como si aún arrastrara el mismo malestar de siempre.
Al cruzar la puerta, Selena lo observa de reojo. Sabe perfectamente qué le ocurre. Aquel día en la cafetería, cuando Luna Vega apareció de improviso, Marcus le rogó que consiguiera un autógrafo. Y ella... ella lo intentó. Pero lo único que Luna dejó escrito fueron esas dos palabras imposibles de explicar.
¿Cómo decirle a su mejor amigo que su ídolo, la mujer que parecía inalcanzable, era en realidad una herida abierta? Al final le mintió, diciéndole que no había conseguido nada. Y desde entonces Marcus se aferra a un melodrama que parece no tener fin.
—Marcus... ¿Cuándo se te va a pasar este drama? —empieza ella, mientras bajan las escaleras de la facultad—. Tienes que intentar ver el lado positivo, al menos tienes una fotografía de ella exclusiva. No todos pueden decir eso.
Él resopla, sin mirarla, y Chloe entra en escena, siempre dispuesta a desactivar tensiones.
—Venga, va, anímate. Sel tiene razón. Ya sabes que nadie consigue fotos como esa así tan fácil.
Marcus suspira, derrotado.
—No es solo por el autógrafo. Es por esto.
Saca el teléfono del bolsillo y lo muestra con un gesto serio. En la pantalla brilla un titular en letras grandes:
"La estrella pop suspende indefinidamente su gira: los fans exigen explicaciones."
Selena y Chloe se detienen en seco. Ninguna de las dos estaba al tanto; para ellas, Luna era solo un nombre que flotaba en el ambiente, una voz que aparecía en cada radio y cada cartel. Marcus, en cambio, lo dice con la gravedad de alguien que siente que el mundo se le ha tambaleado.
—¿Indefinidamente? —pregunta Chloe, arqueando una ceja.
—Eso no es todo —responde él, deslizando hacia otro artículo—. Mirad.
"Fuentes cercanas señalan que los excesos de la cantante podrían estar detrás de la drástica decisión."
Marcus aprieta los labios, visiblemente preocupado.
—Lo sabía... en los últimos conciertos se la veía mal. Se notaba en su voz, en cómo hablaba con los fans. Y ahora dicen que son excesos... —sacude la cabeza, impotente—. Tiene que estar destrozada.
Selena siente un escalofrío recorrerle la espalda, como si esas palabras la empujaran directamente a recordar la hoja con aquel Lo sé. Pero guarda silencio.
Chloe, en cambio, no pierde la oportunidad de pincharlo un poco.
—Si tan solo analizaras tan bien a los personajes en Hamlet... —dice con una sonrisa traviesa.
Marcus la fulmina con la mirada, pero Selena apenas sonríe, intentando esconder lo mucho que le duele la verdad que ella sí conoce y que su amigo empieza a sospechar.
Salen juntos de la facultad y, como cada tarde, van a la zona de catering.
Los primeros destellos del atardecer tiñen el cielo de naranja y violeta, envolviendo el campus en una calma que Selena agradece. Se ha acostumbrado rápido a la rutina: clases por la tarde, trabajo en la cafetería por la mañana, los fines de semana libres. Una primera semana dura, sí, pero nada que no pueda soportar.
Mientras hacen la fila para pedir la comida, Chloe la golpea en el brazo con disimulo.
—Mira quién ha llegado a la misma hora que nosotros.
Selena sigue la dirección de su mirada y casi se le atraganta el aire.
Ahí está: Kim Lambert. Su crush imposible desde verano, cuando coincidieron en un proyecto de la universidad. Hija de una familia rica, de esas que parecen vivir en otro mundo, intocable, luminosa. Inalcanzable para ella.
—No sueñes demasiado —murmura Selena, bajando la voz—. No está a mi alcance.
Chloe arquea una ceja, divertida.
—Nuestros padres también tienen dinero y aún así te aceptamos. ¿Qué diferencia hay?
—Muchas gracias por vuestra hospitalidad, de verdad —responde Selena con ironía al sentarse en la mesa, inclinándose teatralmente hacia ellos como si estuviera en un banquete de gala.
Marcus, que ya ha comprado un donut y le da un mordisco enorme, la mira con curiosidad mientras mastica.
—Pero solo por confirmar... —dice con la boca medio llena—. A ti te gusta Kim. Una chica.
—Ajá —responde Selena sin inmutarse.
—Pero también te gustó Adam, a principios de primer año.
—Así es.
Marcus asiente con toda la seriedad del mundo, como si acabara de descubrir una verdad universal.
—Eso está muy bien. Mi madre siempre me ha dicho que debemos comer de todo.
Selena se queda mirándolo un segundo antes de estallar en una carcajada.
—Eres un idiota.
Chloe se une enseguida, con esa chispa de travesura en la voz.
—Bueno, es más bien como... ¿Cómo sabes que no te gusta si no lo has probado?
Los tres terminan riendo juntos, atrayendo alguna que otra mirada de las mesas cercanas, mientras Selena piensa, entre risas, que quizás, pese a lo duro de todo, no está tan sola como a veces cree.
Pero entonces Chloe se vuelve seria de golpe, cruzando los brazos sobre la mesa.
—Deberías intentar hablar con ella. ¿Qué esperas conseguir quedándote aquí sentada?
Selena la mira como si estuviera loca.
—Pues... no perder la poca dignidad que me queda, ¿te parece poco? —responde, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Mira —interviene Marcus, con aire solemne mientras levanta el dedo índice—, como experto en el amor puedo decir que...
—¿Experto en el amor? —lo interrumpe Chloe, arqueando una ceja—. ¿Desde cuándo, hermanito?
Marcus finge no escucharla, inflando el pecho con toda la seriedad posible.
—Como decía, como experto en el amor, puedo decir que a esa chica le gustas.
Selena lo mira con el ceño fruncido, como si su amigo acabara de soltar la mayor locura del siglo.
—¿Y se puede saber cómo sabes eso?
Marcus se inclina hacia adelante, apoyando las manos en la mesa como si estuviera a punto de exponer una tesis doctoral.
—Te lo recuerdo: primer día de universidad. ¿Quién fue la primera que vino a saludarte y desearte un buen curso?
—Kim —responde Selena, dudosa.
—¡Pues ahí lo tienes! —Marcus abre los brazos como si hubiera cerrado el caso.
—Y no solo eso... Hoy, al entrar, mientras estabas hablando con mi hermana, ella te miró. Y sonrió. Pam. Factos.
Selena parpadea, incrédula, y luego lo ignora por completo, como si su amigo estuviera delirando. Está a punto de cambiar de tema cuando su teléfono empieza a sonar sobre la mesa, vibrando con insistencia.
Se disculpa un segundo y mira la pantalla.
Dan. Su jefe de la cafetería.
A estas horas.
El estómago se le encoge.