La Mujer Que Fue Perfecta

10 años atrás

"Nacer blanca"

Nací blanca, como la flor antes del polvo,

sin nombres, sin culpa, sin miedo.

La vida me vistió de carne

y de silencios.

La inocencia —¡ay!—

fue la cuerda con la que me ataron,

la venda que me impidió ver

el filo detrás de cada caricia.

No la perdí,

me la arrancaron despacio,

con promesas, con culpa,

con amor que dolía.

Ojalá hubiera nacido sabiendo,

con las uñas listas

y el grito armado.

Porque ser inocente

fue mi primera maldición.

—Feliz cumpleaños, Angeline.

—Gracias, papá. Te quiero mucho.

—Feliz cumpleaños, mi amor.

—Gracias, mamá.

—Hermanita, por fin cumples 18 años. Ya eres una mujer, ya puedes ser más libre.

—Yo soy libre, hermana.

—Eres una santurrona.

—¡Ya basta, Mónica! Deja a tu hermana en paz, ella es una buena niña.

—Ya, papá. No la regañes.

La fiesta se llenó de regalos. Era una de las más grandes de la familia Sanz. La hija menor, la hermosa Angeline, cumplía 18 años. Era la joya de la familia.

Su padre se acercó a ella.

—Hija, quiero hablar contigo.

—Claro, papá.

—Ven al estudio.

Angeline siguió a su padre hasta llegar al estudio. Él se sentó frente a ella.

—Hija, sabes que desde hace tiempo nuestros amigos, la familia Jones, han querido siempre que unamos nuestras empresas a través del matrimonio.

—Sí, papá. Supongo que mi hermana Mónica se casará con él.

—Bueno, hija, sabes que tu hermana Mónica tiene un carácter difícil. Y su último escándalo con ese joven… La familia Jones no cree que tu hermana sea una buena nuera. Además, Víctor la ve como una hermana. Él ha dicho que quiere estar contigo, me pidió permiso para visitarte.

—¿Víctor quiere conocerme más?

—Así es, hija. Además, he notado que él te gusta.

—Pero a mi hermana le gusta, papá. Yo no quiero lastimarla. Víctor me atrae, pero un hombre no está por encima de mi familia.

—Mi amor, eres tan buena… Pero no te preocupes. A tu hermana le gustan todos. Además, la decisión es de él y tuya. Dime, ¿quieres que acepte?

—La verdad… me gustaría, papá.

—Muy bien. Vamos a planear un compromiso. Pero pórtate bien, Angeline. No quiero que te dejes llevar por las emociones. Víctor es un hombre muy atractivo.

—Papá, no haría eso.

—Bien, ahora ve a disfrutar de tu fiesta.

—Gracias, papá.

Al salir del estudio, Angeline sacó su celular y llamó a su mejor amiga.

—¡Manu!

—¡Feliz cumpleaños, amiga! Cuando regrese de Francia lo vamos a celebrar, y te llevaré un lindo regalo.

—¿Manu? ¿No estabas en Italia?

—Estaba en Italia, pero mi sugar daddy me llevó a Francia. ¡Es hermoso!

—Manu, no hagas eso. Eres hermosa, joven, solo eres dos años mayor que yo. Estar con esos hombres mayores…

—No te contesté para que me juzgues.

—No lo hago, solo me preocupo por ti.

—No te preocupes por mí y mejor cuéntame qué pasa. No me llamaste solo para saber de mí.

—No… Mira, Víctor quiere pretenderme. Le pidió permiso a mi padre. Pensé que le gustaba mi hermana, pero resulta que le gusto yo.

—No me extraña. Eres más hermosa que ella.

—No digas eso.

—Es la verdad. Pero me preocupa un poco. Víctor tiene, ya sabes, actitudes machistas. Es un poco posesivo.

—Así son la mayoría de hombres. Además, yo no le daría motivos nunca para que se ponga celoso. Él siempre ha sido mi sueño… casarme con él.

—¿Hacer el amor con él? ¿Tu primera vez con él?

—Bueno… cuando nos casemos. Pero aún es muy pronto.

—Angeline, cuídate. Quiero que seas feliz. Cuando regrese, me cuentas todo porque mi hombre está cerca.

—Ok, nos vemos pronto.

Angeline cortó la llamada cuando su madre se acercó.

—¿Con quién hablabas, mi amor?

—Con Manu, mamá.

—Te he dicho que no me gusta que te acerques a esa mujer. Tiene mala reputación. Anda con hombres mayores…

—Mamá, esos son rumores. No hay ninguna prueba. Y le tienen envidia porque es muy hermosa. Además, su acento argentino es muy llamativo y no necesita que un hombre la mantenga. Sus padres tienen un viñedo en Argentina.

—Bueno, hija, aun así ten cuidado. Tú también eres muy hermosa, y por envidia pueden esparcir rumores sobre ti.

—Tú sabes que me porto bien, mamá. Jamás haría nada que manchara mi nombre y el de la familia.

—Eso es, mi amor. Ahora ven, que Víctor ya llegó.

Angeline, nerviosa, fue con su madre. Cuando llegó al salón, ahí estaba Víctor, de 24 años, con una sonrisa. Se acercó a ella y le entregó un regalo: era una pequeña caja.

—Felicidades, Angeline.

—Gracias, Víctor —dijo con una sonrisa.

—¿No vas a abrirlo?

—Claro que sí —dijo abriendo aquella pequeña caja, donde estaba una hermosa pulsera con diamantes color rosado en forma de corazón—. Es hermosa.

—¿Me dejas ponértela?

—Claro —dijo, extendiendo su mano. Víctor le colocó aquella pulsera.

En el presente

Débora miraba por la ventana. En esa época había sido tan inocente… y esa misma inocencia fue la que la condenó. Esa misma inocencia la llevó al peor de los infiernos. En ese momento llegó un empleado, diciéndole que Marcos la buscaba. Ella lo hizo pasar.

—¿Cómo estás, Débora? —dijo Marcos, besando sus labios.

Débora lo esquivó un poco.

—Bien… ¿a qué debo tu visita?

—Quería hablar contigo… sobre nosotros.

—Marcos, no puede haber un “nosotros”. Lo lamento. Estoy muy confundida. Necesito irme para pensar.

—Débora, por favor… déjame estar contigo.

—Lo lamento, Marcos, pero yo necesito espacio.

Marcos se acercó a Débora y la tomó por los hombros.

—Por favor, dame una oportunidad.

—Marcos, por favor, no insistas. Déjame sola.

Marcos asintió, le dio un beso ligero en los labios y luego salió de la casa, dejándola sola. Ella solo siguió tomando, hasta que llegó un empleado a decirle que la buscaban… era Irina.

—Que pase —dijo Débora.