Ella tiene miedo de la atracción que siente por el joven con el que durmió una sola noche, él hará lo posible por repetir la experiencia con la hermosa maestra de su hermanita.
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Indiferencia
Sus manos temblorosas eran un claro indicio de que había tenido un día terrible con sus alumnos. Lo sospechó desde que la vio intentando sostener las llaves para abrir la puerta y pudo confirmarlo cuando la vio recogiéndolas del suelo mientras refunfuñaba. Por experiencia propia, Omar sabía que no debía de llamar la atención de su madre, sobre todo si ella llegaba y se sentaba en su sillón especial, ese que servía para dar masaje mientras hacía un ruido extraño; pero Omar no era un niño pequeño y parte de crecer y convertirse en adulto era desafiar situaciones de peligro.
Con una confianza que parecía más un deseo inexplicable de molestar, Omar se sentó en el sofá que estaba justo al lado de su madre y frente a la televisión; Gabriela abrió y entreabrió los ojos pero no tomó importancia y continuó con su momento de relajación. Omar se sintió tentado a provocar una reacción más efusiva por así decirlo.
El sonido de un golpeteo rítmico y repetitivo acompañando a una voz que parecía balbucear malas palabras interrumpió su descanso.
—Podrías apagar eso, por favor —dijo Gabriela mirando de reojo a su hijo, haciendo un gran esfuerzo por no gritar que apagará el maldito aparato de sonido o que se fuera a escuchar esa basura a otro lugar —Intento descansar.
—Vamos madre, el ruido de esa cosa es peor.
—Omar… ¿no tienes tarea o algo más que hacer? Quizás limpiar tu cuarto o que tal si vas con Mario a… qué se yo.
—Parece que tuviste un mal día —dijo Omar subiendo discretamente el volumen de la música —por que no me cuentas, quizás te sirva hablar sobre…
—Con un demonio, acaso hoy se pusieron de acuerdo para hacerme pasar un mal momento —dijo Gabriela exaltada mientras de súbito se levantaba de su sillón para huir a su habitación —porque los jóvenes son tan molestos por Dios.
—¡Yo también te quiero! —respondió Omar riendo y por encima del ruido que hacía la música que había puesto con la sola intención de molestar a su madre. Sabía que de un momento a otro el mal humor se le pasaría y todo quedaría como una travesura más.
Cuando el tiempo pasó y su madre no regresó a disculparse por haber desquitado su enojo en el pensó que quizás había algo más que la estaba molestando, quizás el divorcio comenzaba a afectarle, aunque no había parecido hacerlo al inicio cuando su padre se fue de casa, tampoco cuando el hombre tuvo el descaro de llevar a la otra mujer cuando se firmó el divorcio. Algo raro pasaba pero Omar no tenía tiempo para ir con su madre y preguntar, los mensajes de Danna comenzaron a llegar uno tras otro con insistencia, al parecer ella quería que fueran al cine, era la tercera vez en esa semana.
Quizás lo de su madre era producto de su edad o podía ser probable también que solo fuera su imaginación y su madre en realidad solo había tenido un mal día, nada fuera de lo común.
Omar no lo pensó más miró el último mensaje que le mandó su novia “No tardes mucho, por favor” decía y de alguna manera supo que era más una exigencia que una súplica; tomó sus llaves y salió de casa.
…
Gabriela golpeaba con insistencia el bolígrafo que tenía en su mano contra la mesa de su escritorio mientras miraba el reloj que estaba sobre el pizarrón. El muy cínico había cambiado el horario en que daría la clase a su grupo y Gabriela suponía que era por ella, quizás no quería verla, pues bien eso hubiera pensado antes de ir a su escuela a hacerse el “maestro” además, no se suponía que Fabián le conseguiría una oportunidad laboral en la editorial donde trabajaba, entonces qué hacía ahí dando clases de inglés.
Tres golpes en la puerta hicieron que todas las miradas se dirigieran hacia la entrada del salón, incluida la de ella. Gabriela sintió como sus piernas temblaron al verlo, con pantalón de vestir negro y una simple camisa blanca, encontrando el balance entre la seriedad y una apariencia casual.
—Buenos días, profesora —saludo amable y a la vez indiferente como si no la conociera —¿este es el salón de sexto “E”?
—Asi es, profesor… —dijo Gabriela siguiendo el juego de la indiferencia que él había empezado.
—Leonardo Rivera. Soy suplente de la profesora Susan.
—Adelante por favor.
Gabriela lo llevaba bien, había logrado poner a raya su nerviosismo y levantarse de su asiento sin caminar como un robot. Por lo general, Gabriela tomaba el tiempo de la clase de inglés para ir a la sala de maestros a tomar un café o a la biblioteca para trabajar en silencio revisando exámenes o tareas pero en esta ocasión sentía un poco de curiosidad por ver a este joven desenvolverse en un ámbito profesional, hasta el momento solo sabía de su gran desempeño íntimo lo que tiñio sus mejillas de rojo.
—El director tuvo que salir por una emergencia y ya no pudo hacer las presentaciones —dijo caminando con paso tranquilo hasta el escritorio donde dejó el único libro que llevaba en la mano, era una guía de apoyo que Susan le había pedido a sus alumnos —pero que les puedo decir —continuó dirigiéndose más a los niños —la maestra Susan tomó su permiso de maternidad y no podrá estar con ustedes por algún tiempo, por ahora yo seré su maestro de inglés, espero que podamos llevarnos bien y puedan darme la oportunidad de conocernos mejor —a Gabriela le pareció notar que los ojos de Leonardo se posaron en ella por unos segundos, aún tenía ese ligero temblor pero podía controlarlo, de repente un extraño impulso de valentía emergió en ella como la espuma de una bebida gaseosa cuando es agitada.
—Por qué no empieza por contarnos algo más sobre usted, ya que habla de conocernos mejor —dijo Gabriela sosteniendole la mirada.
El murmullo de los niños era tenue, la mayoría de ellos inmersos en sus propios asuntos y ajenos a la situación que se estaba dando entre ellos dos. Leonardo mostró esa sonrisa ladeada y presumida; esa sonrisa perfecta que la hacía derretir.
—Bueno, creo que eso me pondría en desventaja porque entonces ustedes sabrían mucho más de mí y yo casi nada sobre ustedes —dijo con voz suave y un tanto oscura.
Los pocos segundos que Leonardo la miró fueron suficientes para hacer que esa valentía se esfumara y dejará en su lugar un suspiro que por ningún motivo Gabriela dejaría salir con libertad. Nicolle, que estaba sentada en una esquina del salón se rió bajito y entonces Leonardo apartó sus ojos de Gabriela y continuó hablando ahora con voz normal, relajado y divertido.
—Bien les diré qué estudié comunicación y periodismo en Cambridge y después me fui a trabajar a Seattle como editor —Leonardo hablaba y los niños parecían ponerle atención aunque de vez en vez él miraba a Gabriela que seguía de pie al fondo observándole con cierta fascinación —. Claro que para esto tuve que aprender muy bien el idioma, sabía hablarlo un poco antes de ir a estudiar al extranjero pero tenía que perfeccionarlo, es por eso que mientras estudiaba periodismo también hice un diplomado en inglés y francés.
—Y porque no nos enseña mejor a hablar francés —dijo Ana Paula la amiga de Nicolle y ambas rieron.
—Bueno porque su clase es de inglés así que como creo que ya fue suficiente de hablar de mí, es momento de comenzar con la clase.
—¡Ahhh! —se escuchó la queja colectiva de los niños.
—Maestra Gaby, me permite —dijo Leonardo con el mismo tono indiferente del inicio y entonces Gabriela entendió y sin más salió de su salón de clases aunque con una sensación incómoda, quizás era decepción