Divorciada

Cuando era un adolescente de dieciséis años tuve una novia. Ella era la más popular de la escuela y la encontraba super atractiva. Mi relación con ella era sana. Yo quería ser ese chico que te saca a pasear a un lugar romántico, regala rosas y le lee poemas.

Ella en un principio se sonrojaba y admiraba todos mis detalles, pero con el tempo comenzo a querer más cosas. Yo no, yo quería otra cosa, pero no podía apartarme de ella. Estaba bajo su hechizo, tanto así que nunca me di cuenta de que ella se burlaba de mí. Todas las cosas lindas que yo hacía por ella, ella lo utilizaba como motivo de burla con sus amigas para reírse de mí y más tarde fue con todo el curso.

Quise arreglar las cosas, ver y darle más de lo que ella quería, pero lo que ella me pedía yo lo veía como pecaminoso. Después de todo el sexo era para el matrimonio. Ella me manipulo tanto que llegamos a hacer ciertas cosas, pero era tal la incomodidad que yo sentía que nunca pude disfrútalo y al final ella lo utilizo como un nuevo motivo de burla. Un nuevo motivo para reírse a mis espaldas y llegar a la conclusión de que yo podía llegar a ser homosexual.

Le quise hacer entender que no era así, que solo pensaba que lo que ella quería estaba mal. Nuevamente se burló de mí y eso desato la ira contenida en mí. Fue horrible porque todo lo que yo quería era adorarla y lo que consiguió fue que la lastimara. En ese momento en el que estaba fuera de mi logro conseguir lo que más quería y luego de eso quería más. Siempre buscaba la forma de humillarme para desatar mi ira y conseguir que yo la reprenda metiéndome entre sus muslos.

Lo lograba, pero eso no significaba que yo me sintiera bien. Con el tiempo comencé a querer faltar al colegio, mis notas cayeron y me alejé de todos. Fue ahí cuando mi familia interrumpió y así descubrieron lo que estaba pasando.

Me sacaron de ese colegio me mandaron a otro, pero el nuevo problema ya estaba instalado en mí. Una fobia hacia las mujeres que me costó mucho trabajo manejar ya que hasta las mujeres de mi familia las veía con aprensión.

Con el ayuda adecuado el miedo fue mejorando, pero la ansiedad persistía. Todo hasta que ella cruzo esas puertas. Ella es como si fuera mi antídoto. Con ella siento la paz que nunca había sentido por una mujer, pero también despierta el hambre, la bestia que sé que tengo invernando en el fondo de mi ser y que sale con la ira. Lo nuevo es la posesividad, la necesidad de protegerla. Supongo que esos sentimientos vienen de la mano con la bestia.

Esa bestia que palpita y siente, que necesita salir y reclamar a su presa, pero ella no es una presa, ella es como una luz. Ella es algo cálido que me hace sentir vivo, que me hace querer lograr cosas que ya había olvidado. Ella despierta lo mejor y lo peor de mí.

Ahora debo encontrar la forma de que todas mis defectos y virtudes vivan en armonía porque estoy seguro de que puedo llegar a ser letal y eso sería lo último que quiero, solo quiero adorarla y que ella sienta lo mismo por mí, pero como hago todo eso sin sentir miedo a que todo vuelva a comenzar.

Estaciono mi coche en el gimnasio. Es temprano por lo que todavía no hay movimiento, solo seremos nosotros dos.

Apresuradamente llego a su puerta para abrirle, tenderle la mano y ayudarla a bajar del automóvil.

—Gracias —dice ella sonrojada.

Entramos al gimnasio y nos dirigimos a la cocina.

—¿Café? —pregunto.

—Si, por favor —coincide ella y me pongo manos a la obra.

Preparo un desayuno para ambos. Tostadas, queso blanco y fruta cortada. Tomamos nuestro desayuno hablando de cosas triviales como el clima. Terminamos el desayuno y mientras yo voy abriendo todo para comenzar un nuevo dia en el Gim, ella va explorando la nueva oficina.

Ayer cuando se fue, luego de todo el chequeo me concentre en adecentar una de las oficinas vacías. Coloque cortinas nuevas y hasta una PC que termine programando antes de poder irme a mi departamento. Le falta decoraciones, pero eso quiero dejárselo a ella, después de todo será como su nueva casa o algo así. Me gusta la idea de que ella se sienta cómoda y que con el tiempo pueda hacerse a la idea de que entre nosotros algo va a surgir.

No quiero obsesionarme, pero la siento. Es tanto que la siento que crea necesidades en mí, necesidades que estaban dormidas.

Me acerco a su nueva oficina y ella está concentrada en la PC.

—¿Todo bien? —pregunto.

—Si, tengo una lista de todos tus clientes que nos visitaran hoy y estoy revisando tu correo electrónico. Hay cosas que están por llegar —la veo leer —, al parecer has pedido alfombras de yoga.

—Si, para el gimnasio de mi hermana —señalo arriba.

—Oh, bien —sigue leyendo y nos organizamos para las tareas del dia.

Al medio dia me junto con mi hermana para acordar sus clases. Sabemos que hay días en el que el gimnasio es solo para mujeres, pero ella quiere extender sus horarios ya que tiene muchas mujeres y no puede colocarlas todas juntas en un mismo dia.

Por suerte el ingreso a su área cuanta con una entrada externa, la cual no precisa cruzar por mi gimnasio, pero eso no impide que varias mujeres ingresen por mi gimnasio. En esos momentos me escondo en mi oficina o directamente me voy a mi departamento, pero con el nuevo plan que también incluye mi gimnasio estoy viendo como manejaremos eso, que pueda estar cerca de Sofia no significa que eso llegue a todo el planten femenino.

—¿Hablaste con Sofia de tu problema? —pregunta Laura.

—No, pero estoy viendo la forma de hacerlo —digo.

—Me llamo javier esta mañana y me conto algo muy interesante.

—Ese odioso —me quejo.

—Sabes que ese es un avance tremendo a tu problema —dice recargándose en su silla.

—El que me la quiera follar hasta que deje de respirar y no dejar que ningún hombre la vea no creo que sea un avance tremendo Laura —admito. Ella me mira abriendo sus ojos y yo suelto un resoplido.

—¿Sientes eso por ella? —pregunta.

—Siento más que eso —admito y barro mi cabello con manos nerviosas—. La necesidad de protegerla, de saber que está bien, de que nada la preocupe ocupa mi mente dia y noche y lo peor de todo es que la conozco de hace dos, tres días —resoplo.

—Pero no deja de ser bueno, deberías de hablarlo con ella —dice con emoción volviendo su cuerpo hacia el escritorio para recargarse en él.

—No quiero asustarla —admito—. Es como si esa bestia que tengo dormida y que sale con la ira se manifestara solo con verla, pero lo que siento no es ira es algo distinto, nuevo y me confunde a la vez que me asusta.

—¿Tienes miedo a lastimarla? —pregunta.

—Si, pero también sé que nunca lo haría —admito—. Por eso es confuso.

—Pero es un avance hermano, estoy feliz por ti —dice.

—Solo espero no arruinarlo —admito y veo que llega un mensaje a mi celular.

Abro la aplicacion para ver que Sofia ya tiene preparado el almuerzo.

—¿Sofia? —pregunta Laura.

—Sí, ya tiene el almuerzo listo —informo y la miro—. ¿Te quedas a comer?

—Me encantaría, pero estoy en mis días fértiles por lo que me espera un ardiente almuerzo con mi esposo —dice ella muy feliz.

—¡Dios! No necesito saber eso Laura —gruño.

—No seas malhumorado y deséame suerte —pide ella riéndose.

—Bien, bien suerte con tus... planes —digo y me levanto para acompañar a mi hermana hasta la salida.

El gimnasio a esta hora del dia está tranquilo, luego de verla salir casi corriendo hasta su coche me vuelvo para dirigirme a la cocina.

Llego y me quedo parado en la entrada viendo como termina de servir la comida en dos platos, al verme me sonríe y nuevamente siento que todo está bien.