Divorciada
Siento que mi mundo se desmorona a mi alrededor mientras mis dedos temblorosos abren el sobre inmaculadamente blanco. Dentro del puedo ver cientos de papeles con caligrafía definida por una maquina y sus palabras expresan el común acuerdo entre dos personas.
Nunca pensé que este momento llegaría, creí que estaba en un mal sueño y que todo se desvanecería cuando despertara, pero no la realidad está aquí. Las letras Román confirman la sentencia, estoy divorciada.
Un dolor en el pecho me hace carecer del aire momentáneamente mientras proceso esta nueva etapa de mi vida.
Siempre pensé que estaríamos juntos para siempre, que el amor que nos teníamos sería infinito, pero al parecer la juventud se va y con ello el supuesto amor.
¿Como pudo ser amor si el tiempo lo mato?
A veces trato de pensar que hice mal para que esto esté pasando, pero luego cago en la cuenta de que no fue solo él, yo también. Al pasar los años nos fuimos alejando, ya no hacíamos nada junto y encontrábamos pocos momentos de romanticismo para avivar ese amor que nació en la universidad.
Las locuras pasaron de lado a medida que los hijos fueron llegando. El cansancio ocupo gran parte del día y las peleas por nada y por todo estaban a la orden del día. El punto más fuerte en nuestro matrimonio fallido fue la falta de comunicación.
Creí que no los decíamos todo, creí que era su apoyo y el, el mío. Estaba tan equivocada. Creí que nunca necesitaría más, pero era un error tan grande como un cartel con luces de neón.
Pienso y pienso, pero cuando veo las letras desdibujadas de estos papeles me doy cuenta de que es insano buscar la razón de nuestra derrota. La decisión ya está tomada, firmada y sellada.
Limpio mis lágrimas, después de todo fue un acuerdo en común. Sabía que no nos estábamos haciendo bien y que la felicidad ya no existía. Ahora necesito unos días de duelo para procesar mi nuevo estado y luego tratar de seguir con mi vida.
Tratar no, debo seguir con mi vida.
Lo primero que tengo que hacer es buscar mi yo y averiguar qué es lo que quiero, pero de momento me hundiré en esa bañera como llevo planeando hace una década y nunca encontré el momento para hacerlo.
Me preparo una copa de vino, solo que bebo de ella jugo de manzana suponiendo que es un Marlo, dulce y aromático que encandila mis sentidos para dibujar sonrisas fáciles.
Nunca me gustaron las bebidas alcohólicas, pero luego de mi segundo embarazo mis hormonas decidieron que era una buena manera de ponerle fin a mis negativas creándome una alergia a las bebidas fermentadas y desde entonces no tuve que poner más una excusa para declinar una cerveza o un vino. Mi cuerpo les hizo caso a mis papilas gustativas y tomo la decisión final, cero bebidas alcohólicas de por vida.
En este momento odio la decisión de mi cuerpo. Realmente desearía poder tomarme un tonel de cualquier bebida disponible y emborracharme como cuando eres un adolescente y pruebas por primera vez el alcohol.
Otro trago de mi vino ficticio y dejo la copa a un lado para sumergirme debajo del agua y dejar que mis lagrimas se confundan con el agua cálida de la bañera. Me quedo hasta que no soporto más y salgo a tomar una nueva bocanada de aire, sintiendo que hasta ahí llego mi momento de pena.
Debo dejar de lamentar las cosas que se perdieron, mirar a un futuro y tratar de hacer lo mejor para mí. Por el momento, salgo de los confines húmedos y tomo una mullida toalla para secar todo mi cuerpo. Me envuelvo como puedo ya que mi figura no es la misma de hace veinte años y descalza me dirijo a mi habitación.
Parada frente al espejo de cuerpo completo me observo y veo los cambios en mi cuerpo. Tengo algunos quilos demás, celulitis y bello rizado. Mi amiga siempre me recordaba lo bueno que era la depilación, siempre insistía en que los hombres les gusta la suave tersa piel sin ningún pelito que incomode su búsqueda de la felicidad. Siempre creí que era una tontería y ahora creo que tenía razón.
No por ello quiere decir que me haya divorciado por mi falta de depilación, pero me causa intriga como se vería y se sentiría si me decido por una depilación definitiva.
Sigo mi exploración y me encuentro con mis pechos. Antes eran pequeños, ahora parecen dos melones tirando a sandia que cuelgan de tal manera que parece que les ha ganado la gravedad. Los tomo entre mis manos y compruebo el peso, son tan llenos que es por lo que supongo que constantemente me duele la espalda.
Mi barriga es redonda y blanda, los famosos flotadores están a la orden del día y si volteo un poco mi trasero hace acto de presencia viéndose como un hermoso pan dulce que se aplasto luego de tanto leudar y así se quedó.
Definitivamente necesito hacer cosas, por el momento tengo que vestirme, sé que mi hija está por venir y por nada del mundo quiero darle un susto de muerto. Ni que decir si se presenta con su novio. ¡Que papelón sería!
Mi ahora exesposo ha sido muy explícito con respecto a sus demandas y una de las cosas que dejó en claro es que necesitaba recuperar su colección de latas.
Si, ese cachivache lleva almacenándose en el desván de la casa hace miles de años y es una contante de suciedad que deseo borrar de mi casa. Nunca me gustaron esas cosas por muy brillantes que sean.
Mi hija se encargará de alcanzarle todas las bolsas que se fueron acumulando con el paso de los años y no pongo objeción en deshacerme de ellas.
Como el trabajo que llevaremos a cabo no requiere que me vea increíble, busco entre mis ropas un pantalón de yoga y una remera demasiado grande para mi cuerpo, pero que me resulta sumamente cómodo.
Termino de vestirme justo en el momento en que el timbre de mi casa suena y la voz de mi hija se escucha de fondo.
—¡Mama! —su chillona voz se escucha claramente mientras salgo de mi habitación.
—¡Aquí! ¡Enseguida bajo! —anuncio dirigiéndome hacia ella.
Nos encontramos en el rellano de la escalera y me saluda con su habitual abrazo de oso.
—¿Estas bien? —pregunta cuando se aparta de mí.
—Si, cariño —respondo acomodando mi cabello alborotado detrás de mi oreja—. ¿Tomamos algo antes de comenzar o estas muy apurada?
—Siempre hay tiempo para un cafecito con mi mama —dice y juntas nos dirigimos a la cocina.
—¿Jimi? —pregunto por su novio ya que es raro que ande sola.
—Fue a buscar cajas a la despensa de la vuelta —responde y saca tres tazas del mueble mientras yo me dirijo a la cafetera para calentar el líquido ambarino —. ya debe estar por llegar.
Termina de decir esas palabras y el susodicho se une a la fiesta.
Tres horas más tardes y terminamos de sacar todas las bolsas de latas. Me siento liviana de poder librarme de algo que nunca me gusto, pero a la vez con culpa porque nunca tuve el valor de decirle que esas cosas las odiaba.
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Comments
Yoleida
muy buen comienzo. me estoy en parte identifica do con la novela sobretodo cuando ella se miró al espejo soy delgada pero si tú cuerpo cambia. ella debería meterse el el gimnasio no solo por el cuerpo el ejercicio ayuda mucho a tu mente y cuerpo uno se descuida y cae en la confianza y te tiras al abandono a veces la culpa no toda es del hombre uno también a veces mata el amor por la comodidad la confianza y deja a un lado que la relación hay que alimentarla mutuamente.
2025-01-04
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mariela
Paola un buen inicio te deseo mucho éxito y que Dios te bendiga.
Comienzo con un divorcio veremos qué pasó con esta pareja hasta llegar a no compartir ni su día a día.
2024-12-22
1
Miraval 💃🇨🇴🇨🇴🇨🇴🇨🇴🇨🇴
Yo quiero saber a que "latas" se refiere. 🤭🤭🤭🇨🇴🇨🇴
2024-12-25
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