"Infancia Robada, Poder Sellado"

El sol se alzaba perezosamente en el cielo cubierto por nubes delgadas cuando Víctor puso pie en los caminos empedrados del Reino de Lurwen, uno de los territorios fronterizos más cercanos a Belfast.

Lurwen era un reino pequeño, no especialmente rico, pero famoso por su Gremio de Aventureros, uno de los más antiguos del continente. Era el lugar ideal para comenzar… y pasar desapercibido.

Vestido con su armadura negra sin nombre, la espada de mithril envainada a su costado, y el anillo de ilusión activado, nadie podía reconocerlo. Su cabello ahora gris asimétrico caía sobre un rostro afilado y maduro, mucho mayor que los trece años que tenía.

Su mirada carmesí y la serenidad con la que se movía daban la impresión de que ya había visto demasiada muerte.

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El interior del Gremio era ruidoso, como todos. Aquel aroma mezclado de metal, sudor y madera húmeda. Aventureros charlando, riendo, negociando recompensas. Pero todos guardaron silencio unos segundos cuando él entró. No por miedo, sino por esa presencia extraña, como una sombra que traía consigo un presagio de guerra.

Víctor se acercó al mostrador.

—¿Nombre? —preguntó una recepcionista, una joven elfa de cabello corto y ojos dorados.

—Me llamo… Aster —respondió. Su voz, calmada, no titubeó ni un instante.

—Edad.

—Diecisiete —mintió sin esfuerzo. Su cuerpo alto y su porte lo hacían creíble.

—Muy bien, Aster. ¿Primera vez como aventurero?

—Sí.

—Perfecto. Debes realizar una prueba de habilidad para clasificarte. Si superas la básica, entrarás como rango de bronce. ¿Estás de acuerdo?

Víctor asintió. No vino por rango. Ni por gloria. Lo único que buscaba era fortalecerse, conseguir aliados, y reunir información del Reino de Belfast.

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La prueba se llevó a cabo en una sala subterránea del gremio. Dos examinadores lo esperaban, ambos de rango oro. Uno de ellos alzó una ceja al ver al muchacho.

—¿Estás seguro que tienes diecisiete?

Víctor no respondió.

—Bueno, chico. No queremos matarte, así que solo debes resistir tres ataques sin caer inconsciente.

Víctor desenvainó la espada de mithril. Su energía espiritual, contenida, vibró muy levemente en el metal, casi imperceptible. El examinador no lo notó… pero el suelo pareció estremecerse por un instante.

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Tres segundos después, el examinador estaba de rodillas, sudando frío.

—¿Q-qué demonios…?

No entendía lo que había pasado. Ni siquiera vio el movimiento. Solo sintió el filo pasar a milímetros de su cuello antes de que su cuerpo reaccionara.

El otro examinador se había quedado petrificado.

—¿Quién… eres tú?

Víctor guardó su espada sin decir una palabra.

La elfa encargada de registros, que había bajado al presenciar la prueba, rompió el silencio.

—Ese corte... fue perfecto. Como si el viento mismo hubiera sido su hoja.

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Ese día, un nuevo aventurero fue registrado bajo el nombre de Aster.

Clase: Espadachín.

Rango: Plata. (Una promoción inusual, pero innegable).

Notas: “No provocar. No subestimar.”

Y mientras se sentaba en una esquina del gremio, con su capucha puesta, Víctor pensaba en lo que vendría después.

“Primero aliados… luego, la caída del Reino de Belfast.”

Capítulo 22 – El eco del nuevo nombre (Parte 2)

La noche cayó sobre el Reino de Lurwen, tiñendo los tejados con una pátina azul oscura. Las farolas de cristal espiritual comenzaban a encenderse, llenando las calles de una luz tenue y calmada. **Víctor—o Aster, como ahora se hacía llamar—**observaba el bullicio desde la ventana de su cuarto alquilado en la posada "La Cuna del Héroe".

Mientras la gente reía en las tabernas, él se sentó en la cama con la mirada fija en la empuñadura de su espada. No era un arma cualquiera. Era un símbolo. Una promesa. Una condena.

—¿Por qué me diste esta espada… Dryas? —susurró. Pero sabía la respuesta.

Porque su alma ardía.

No por justicia.

Sino por venganza.

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A la mañana siguiente, regresó al gremio. Su presencia ya corría como rumor. “Un chico con aire noble, mirada de guerrero y pasos silenciosos como el de un asesino.” Pero nadie se atrevía a hablarle directamente. Hasta que una voz lo interceptó.

—Oye, tú… Aster, ¿no?

Víctor se detuvo. Frente a él, un chico de cabello castaño, orejas puntiagudas y una sonrisa confiada lo observaba con los brazos cruzados.

—Soy Kaien, mitad elfo, mitad humano. Escuché que subiste al rango plata de una. No está mal para un novato. ¿Qué te parece hacer equipo conmigo en la próxima misión?

Víctor lo miró fijamente.

—No trabajo en equipo.

—¿Siempre tan amable o solo conmigo? —Kaien sonrió aún más—. Vamos, será rápido. Es una misión de patrulla. Cosecha de hierbas en un bosque cercano. Apenas hay riesgo. Y yo conozco bien la zona.

Víctor consideró en silencio.

Una parte de él quería mantenerse solo. Pero necesitaba información. Relaciones. Aliados.

—Está bien —aceptó—. Pero no me estorbes.

—¡Eso ya lo veremos!

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Horas después, partieron hacia el Bosque de Aeval, una zona boscosa al norte del reino, famosa por sus plantas raras y bestias moderadas. La misión parecía sencilla… pero al llegar, el aire se sintió extraño.

—¿Lo sientes? —preguntó Kaien, poniéndose serio por primera vez.

Víctor asintió.

—El bosque… está en silencio.

No había canto de aves, ni el susurro de ramas movidas por criaturas. Solo un murmullo lejano… algo gutural.

Y de entre los árboles… emergieron criaturas cubiertas de escamas negras, como deformes lobos reptilianos, de ojos amarillos y espuma negra en el hocico.

—¡Bestias corruptas! —gritó Kaien, desenvainando sus dagas.

Víctor empuñó su espada, pero algo lo detuvo. Sus ojos brillaron apenas por un segundo. Esa corrupción…

Era magia negra. Antigua. Sucia.

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El combate fue rápido pero intenso. Kaien demostró ser ágil, esquivando y cortando con movimientos limpios. Pero cuando uno de los lobos estuvo a punto de alcanzarlo por la espalda, Víctor intervino.

Un solo tajo. Preciso. Letal.

La criatura cayó partida en dos.

Kaien respiró agitado.

—Eres un monstruo… —dijo, más impresionado que asustado.

Víctor no respondió. Solo limpió su hoja con un trapo y se giró a mirar más profundo en el bosque.

—Esto no fue casualidad. Estas criaturas no deberían estar aquí.

Kaien lo miró con el ceño fruncido.

—¿Qué estás buscando realmente?

Víctor se quedó en silencio.

Luego murmuró:

—Lo sabrás… cuando sea el momento.

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Esa noche, en el gremio, al entregar la misión, una notificación nueva apareció en la pizarra negra de información restringida.

> Advertencia oficial del Reino de Lurwen

“Se detectaron criaturas corrompidas por magia oscura en el Bosque de Aeval. Todas las investigaciones quedan a cargo de aventureros rango oro o superior. Patrullas menores, prohibidas.”

Víctor, desde la sombra, lo leía en silencio.

Y dentro de él… una sospecha crecía.

“Esto… viene de Belfast.”

Capítulo 22 – El eco del nuevo nombre (Parte 3)

La noche envolvía el reino de Lurwen con un silencio espeso, apenas interrumpido por el leve crujido de las ramas mecidas por el viento. En su habitación, Víctor —ahora Aster— permanecía sentado en el alféizar de la ventana, observando la luna. Su reflejo en el cristal mostraba a un joven de cabello gris asimétrico y ojos carmesí, pero dentro de él… la voz del niño de ocho años seguía viva, rota y hambrienta de justicia.

—Tengo que prepararme… El tiempo corre.

Al día siguiente, Víctor se dirigió al mercado central. Llevaba el abrigo largo sobre su armadura negra, y el anillo aún mantenía su disfraz activo. Observaba los rostros de los mercaderes, las risas de los niños, las conversaciones sin importancia. Era un mundo ajeno al dolor que él conocía.

Mientras evaluaba provisiones y materiales mágicos, escuchó un rumor que heló el aire:

—Dicen que en el Reino de Belfast están pagando una fortuna por información de un niño fugitivo... hace años. El cartel aún está vigente.

Víctor cerró el puño. Su rostro no mostró emoción, pero su mente ardía.

“Sigo siendo una amenaza para ellos… incluso ahora.”

Pero su atención fue interrumpida cuando una figura encapuchada se le acercó. No con hostilidad, sino con propósito.

—Tú… —susurró la figura, con voz femenina—. Tienes una energía extraña. No eres de aquí.

Víctor ladeó la cabeza.

—¿Y tú quién eres?

Ella se quitó la capucha. Era una joven de orejas largas, ojos dorados y marcas tribales en la piel.

—Soy Thalya, enviada del Bosque Sombraviva. El espíritu Dryas nos envió un mensaje. Dijo que un chico con destino oscuro vendría. Uno que arderá como fuego... o se pudrirá como veneno.

Víctor no respondió de inmediato. Thalya dio un paso más cerca.

—Buscamos equilibrio… pero si hay guerra, queremos estar del lado correcto. Cuando estés listo, ven al bosque. No te haremos preguntas.

Le dejó un pequeño colgante de piedra verde y se desvaneció entre la multitud.

Víctor miró el colgante.

—¿Aliados? ¿O solo más piezas del tablero?

Suspiró. El mundo se movía. Las piezas tomaban posiciones. Y su tiempo de actuar… se acercaba.