+18 años.
susana una joven estudiante de enfermería, se verá envuelta en una lucha de poder entre la familia de su difunto padre y el amor entre Mario de La Fuente, uno de los más grandes mafiosos de Toda Colombia.
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18
La rutina en la mansión De la Fuente había encontrado un nuevo equilibrio con la llegada de Susana. Su calidez y paciencia habían transformado la atmósfera, especialmente para la pequeña Marina, quien respondía a sus cuidados con sonrisas y balbuceos cada vez más frecuentes. Mario observaba esta transformación con una mezcla de gratitud y una creciente sensación de... algo más.
Los días de Susana transcurrían entre biberones, siestas y juegos suaves con Marina. Mario, aunque inmerso en sus negocios, encontraba cada vez más excusas para pasar tiempo en la habitación de la bebé cuando Susana estaba allí. Observaba la delicadeza con la que ella acunaba a su hija, la dulzura en su voz al cantarle nanas y la forma en que Marina se aferraba a sus dedos con una confianza enternecedora.
Una tarde, Mario llegó a casa particularmente agotado tras una reunión tensa. Al entrar en la habitación de Marina, encontró a Susana sentada en la alfombra, rodeada de juguetes, con la bebé dormida plácidamente en su regazo. La escena lo conmovió profundamente. Había una serenidad en ese momento, una sensación de paz que no había experimentado desde la muerte de su esposa.
Se quedó en el umbral de la puerta, observándolas en silencio. La suave luz de la tarde que entraba por la ventana iluminaba el cabello castaño de Susana y el rostro angelical de Marina. En ese instante, sintió una oleada de ternura y un agradecimiento inmenso hacia esta joven que había llegado a su vida para traer luz en medio de la oscuridad.
Susana levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Mario. Una suave sonrisa se dibujó en sus labios. "Está profundamente dormida. Parece que el nuevo sonajero le encantó."
Mario se acercó lentamente y se arrodilló a su lado. "Parece que tú también le encantas," dijo con una voz suave, observando a su hija. "Nunca la había visto tan tranquila con alguien más que con su abuela."
Susana sintió un ligero rubor en sus mejillas ante la intensidad de la mirada de Mario. Había algo diferente en sus ojos últimamente, una calidez que iba más allá de la gratitud de un jefe hacia su empleada.
"Ella es un ángel," respondió Susana en un susurro, acariciando la mejilla de Marina. "Es imposible no quererla."
En ese momento, la madre de Mario entró silenciosamente en la habitación. Había estado observando la creciente conexión entre Susana y su nieta con una felicidad discreta. Ver a su hijo interactuar con Susana de una manera tan relajada y afectuosa le llenaba el corazón de esperanza.
Se apoyó en el marco de la puerta, observando la escena con una sonrisa maternal. La presencia de Susana había traído una alegría palpable a la casa, y la preocupación que sentía por su hijo viudo comenzaba a disiparse.
"Perdón por interrumpir," dijo la madre de Mario con suavidad. "Pero la cena está casi lista. ¿Bajamos en un rato?"
Mario y Susana se levantaron con cuidado para no despertar a Marina. Sus manos se rozaron brevemente al incorporarse, y ambos sintieron una pequeña descarga eléctrica, una chispa silenciosa que no pasó desapercibida para la atenta mirada de la madre de Mario.
Durante la cena, la conversación fluyó con una naturalidad que no se había sentido en mucho tiempo en esa casa. Mario y Susana compartieron anécdotas sobre Marina, sus pequeñas travesuras y sus adorables gestos. La madre de Mario escuchaba atentamente, intercalando preguntas y comentarios que fomentaban la conversación.
En un momento dado, la madre de Mario miró a Susana con una calidez genuina. "Susana, eres un regalo para esta casa. Marina te adora, y verla tan feliz me da mucha paz."
Susana se sonrojó ante el cumplido. "Yo también le tengo mucho cariño, señora. Es una niña maravillosa."
Mario observó la escena con una sonrisa suave. La conexión entre su madre y Susana también era evidente, y eso lo hacía sentir aún más cómodo y agradecida
Después de la cena, mientras Susana ayudaba a recoger la mesa, Mario se acercó a ella. "Gracias, Susana. Por todo. Por la paciencia con Marina, por la alegría que has traído a la casa."
Sus ojos se encontraron nuevamente, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Había una intensidad silenciosa en su mirada, una pregunta tácita que flotaba en el aire.
Susana sintió su corazón latir más rápido. La cercanía de Mario la perturbaba y la atraía al mismo tiempo. Había algo en su vulnerabilidad, en la forma en que la miraba a los ojos, que derribaba las barreras que ella intentaba mantener.
"Yo... disfruto mucho estar con Marina," respondió Susana, apartando la mirada ligeramente para ocultar su creciente nerviosismo.
Mario dio un paso más cerca, su voz apenas un susurro. "Y yo disfruto mucho tenerte aquí, Susana."
La tensión en el aire se hizo palpable. La madre de Mario, que observaba la escena discretamente desde el salón, sonrió con ternura.
El lazo entre su hijo y Susana florecía de una manera hermosa y natural, y ella no podía evitar sentirse feliz por ambos
En los días siguientes, la cercanía entre Mario y Susana se hizo aún más evidente. Compartían más conversaciones, más risas, incluso pequeñas confidencias sobre sus vidas antes de conocerse. Mario encontraba consuelo en la presencia tranquila y comprensiva de Susana, y ella, a su vez, se sentía cada vez más cómoda y a gusto en la mansión.
La conexión especial entre Susana y Marina continuaba fortaleciéndose. La bebé buscaba los brazos de Susana con insistencia, sonreía al escuchar su voz y se calmaba instantáneamente con sus caricias. Era un lazo puro y sincero que unía a ambas de una manera inexplicable.
Una tarde, mientras Susana acunaba a Marina dormida, Mario se acercó y suavemente apartó un mechón de cabello del rostro de su hija. Luego, su mirada se dirigió a Susana, y por primera vez, no hubo timidez ni reserva en sus ojos. Había una admiración abierta, un cariño creciente que llenaba el espacio entre ellos.
"Eres increíble con ella, Susana," dijo Mario con sinceridad. "Gracias por ser tan buena con mi hija."
Susana lo miró a los ojos y por un instante, olvidó que él era su jefe. Solo veía a un hombre vulnerable, un padre amoroso que encontraba consuelo en su presencia.
Y en ese momento, supo que sus sentimientos hacia él también estaban evolucionando hacia algo más profundo y significativo. El lazo entre ellos, al igual que el que compartía con Marina, comenzaba a florecer bajo el mismo techo, tejiendo una nueva historia en la vida de ambos.