Rachely Villalobos es una mujer brillante y exitosa, pero también la reina indiscutible del drama y la arrogancia. Consentida desde niña, se ha convertido en una mujer que nadie se atreve a desafiar... excepto Daniel Montenegro. Él, un empresario frío y calculador, regresa a su vida tras años de ausencia, trayendo consigo un pasado compartido y rencores sin resolver.
Lo que comienza como una guerra de egos, constantes discusiones y desencuentros absurdos, poco a poco revela una conexión que ninguno de los dos esperaba. Entre peleas interminables, besos apasionados y recuerdos de una promesa infantil, ambos descubrirán que el amor puede surgir incluso entre las llamas del desprecio.
En esta historia de personalidades explosivas y emociones intensas, Rachely y Daniel aprenderán que el límite entre el odio y el amor es tan delgado como el filo de un cuchillo. ¿Podrán derribar sus muros y aceptar lo que sienten? ¿O permitirán que su orgullo
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capitulo 9
Nadie es digno de mí
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Narra Rachely Villalobos
Estaba en la oficina de Raúl, sentada en su silla de lujo, jugando con mi celular como si fuera lo más divertido del mundo. Había encontrado un video de chistes malos y no podía dejar de reírme. Sí, lo sé, mi humor es un poco… básico, como diría Daniel. Pero, sinceramente, ¿quién necesita chistes sofisticados cuando un buen chiste malo puede hacerte reír tanto?
Mientras revisaba el video, escuché a Daniel desde el otro lado de la oficina, su tono de voz cargado de sarcasmo.
—¿Seguro que estás trabajando, Rachely? —me preguntó, sin ni siquiera mirar hacia mi dirección.
Alcé una ceja, sin quitar la vista del video.
—¿Qué? —respondí sin dejar de reír—. ¿Te molesta que me divierta con alguien un poco?
Raúl, que estaba en su escritorio, miró a Daniel y soltó una risa.
—No le hagas caso, Daniel. Rachely nunca ha tenido un novio. Ella siempre dice que ningún hombre es digno de ella.
Me encogí de hombros, lanzándole una mirada a Raúl.
—Es verdad —dije con total naturalidad, como si fuera lo más obvio del mundo—. Ningún hombre ha sido lo suficientemente interesante como para merecerme. ¿Qué sentido tiene estar con alguien que no esta a la altura?
Daniel, que hasta ese momento había estado callado, me miró sorprendido.
—¿Cómo? —preguntó, arqueando una ceja. —Pero… eres… una mujer increíble. ¿No puedes estar diciendo en serio que ningún hombre te ha pedido salir?
Puedo ver por qué se sorprendía. A simple vista, soy una mujer preciosa, con un cuerpo que cualquier hombre desearía tener al lado. Pero mi personalidad, mi carácter, mi forma de ver las cosas… es lo que hace que los hombres se alejen.
Le saqué la lengua a Daniel y le enseñé el video de chistes malos, sintiendo la necesidad de ponerlo en su lugar.
—¿Ves? Esto es lo que me hace reír —dije mientras le mostraba el video—. No necesito a nadie para divertirme, y mucho menos a alguien que no sea capaz de comprender un buen chiste malo. No sé, tal vez tu humor es más sofisticado, pero yo disfruto más las cosas simples.
Daniel me miró con una mezcla de sorpresa y desaprobación, como si no pudiera entender por qué alguien tan hermosa como yo podría despreciar las propuestas de los hombres.
—Tu humor es tan básico, Rachely —dijo con un tono que pretendía ser una crítica, pero yo no le di importancia.
Reí de nuevo, disfrutando de la pequeña pelea que se había formado. No iba a dejar que Daniel me hiciera sentir mal por algo tan tonto. Yo sabía lo que valía, y si él no lo entendía, eso era problema suyo.
Raúl se echó hacia atrás en su silla, observándonos a los dos con una sonrisa divertida.
—No sigan discutiendo, chicos —dijo con tono juguetón—. Rachely, ¿qué te parece si dejas el teléfono por un rato y te concentras en ayudar con el proyecto?
—Claro —respondí con una sonrisa burlona mientras guardaba el celular—. Si la gente en este lugar se da cuenta de lo difícil que es encontrar a alguien que valga la pena, probablemente me pedirían consejos sobre cómo estar sola y disfrutarla.
Daniel me miró con el ceño fruncido, como si mis palabras fueran una provocación directa.
—No te creas tan increíble, Rachely. A veces te haces la inalcanzable, pero no eres tan complicada. Nadie es tan perfecto como te crees.
El comentario me hizo fruncir el ceño. ¿Qué estaba insinuando? ¿Que no era tan increíble como pensaba?
—Mejor cállate, Daniel —dije con una sonrisa desafiante—. Como si te importara lo que yo piense o haga.
Lo que Daniel no entendía era que a mí no me importaba la idea de tener un novio. Yo había crecido aprendiendo a ser independiente, a ser mi propia mejor compañía. Nadie me iba a decir qué hacer o cómo sentirme, y mucho menos me iba a hacer cambiar por alguien. La verdad es que, cuando se trataba de hombres, ninguno había pasado la prueba. Y a mí no me importaba en lo más mínimo.
—Te estás riendo de cosas estúpidas y aún así eres tan arrogante —dijo Daniel, mirándome con una mezcla de irritación y curiosidad.
No pude evitar soltar una risa.
—Y si crees que lo que me hace feliz es lo que tú piensas, estás muy equivocado. A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, y mucho menos si se trata de cambiar algo que no necesita cambiar.
Daniel pareció quedarse sin palabras, y eso me dio una ligera sensación de victoria.
Raúl, al ver cómo nuestra conversación se tornaba cada vez más incómoda, decidió intervenir.
—Rachely, Daniel, ¡basta ya! —dijo entre risas—. Deberían tener más cuidado, sus discusiones son más entretenidas que la película de acción que vi anoche.
Nos miramos, aún con el resentimiento flotando en el aire, pero no pude evitar sonreír. Aunque nos odiáramos a muerte, parecía que, de alguna manera, nunca dejaríamos de cruzarnos en cada esquina.