Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 9
Josiane estaba en la sala de espera, el pie golpeando contra el suelo de forma rítmica, mientras sus ojos alternaban entre la pared y el reloj de la recepción. Intentaba parecer tranquila, pero todo su cuerpo denunciaba una inquietud que no conseguía contener. Esa mañana, algo había sucedido en el refugio, algo que aún la hacía sentir incómoda, pero que se negaba a procesar.
"No voy a pensar en eso ahora," se repetía para sí misma, como si pudiera alejar la incomodidad. Pero el peso en sus hombros no disminuía, y la irritación que sentía consigo misma sólo aumentaba.
"Yo no tuve la culpa, ellos mintieron, ellos son los culpables"
Pensó ella.
Novena Sesión
En la consulta de Patricia, no había ningún paciente. La agenda de esa hora estaba libre, y aprovechó para repasar las anotaciones de la sesión anterior con Josiane. Sentada a la mesa con una taza de café a medias, repasó las páginas de su cuaderno, releyendo en voz baja como un ejercicio para organizar sus ideas.
— "Sesión 8: Josiane mencionó la carta encontrada en el trabajo. A pesar de usar el humor para describirla, parecía haber una conexión emocional más profunda con el contenido. La idea de escribir al futuro, de confrontar el pasado, la conmovió de alguna manera. Percibo que el humor es una herramienta defensiva, pero también, de desahogo para ella.
Patricia hizo una pausa, pensando en lo que esa carta podría simbolizar para Josiane.
— "La manipulación sigue presente, pero no lo veo como algo negativo. De hecho, incluso los momentos en los que intenta "controlar" la narrativa me dan acceso a fragmentos importantes de su historia. Entrega poco, pero cada entrega es valiosa."
Se recostó en el sillón, tomando un sorbo de café y respirando hondo. "Al menos estamos progresando" pensó. El camino con Josiane no era lineal, pero cada avance, por pequeño que fuera, parecía significativo.
Patricia miró el reloj y se levantó, lista para abrir la puerta. Al entrar en la sala de espera, se encontró a Josiane sentada con los brazos cruzados, pero claramente inquieta. Sus ojos parecían buscar algo, pero evitaban cualquier contacto directo con Patricia.
— Buenos días, Josiane. Puede entrar.
Josiane se levantó demasiado rápido, como si estuviera huyendo de un lugar incómodo.
— Buenos días. — respondió ella, seca, pero sin la hostilidad habitual.
Patricia la observó por un instante, tratando de descifrar qué era diferente. Josiane estaba más tensa, pero no en el sentido agresivo, parecía, en realidad, contenida, como si estuviera sujetando algo grande.
En la consulta, Josiane se sentó en el sofá y se cruzó de brazos, desviando la mirada hacia la ventana. Patricia cerró la puerta y ocupó su sillón, cogiendo el cuaderno de notas.
— ¿Todo bien? — preguntó Patricia, con un tono que mezclaba amabilidad y curiosidad.
— Todo. — respondió ella, sin mirar a Patricia.
El silencio que siguió fue largo. Patricia sabía que algo iba mal, pero no estaba segura de qué.
— Pareces un poco inquieta hoy. ¿Ha pasado algo? — se arriesgó a decir Patricia, inclinándose ligeramente hacia delante.
Josiane negó con la cabeza, pero no dijo nada. Patricia esperó, dándole espacio, pero Josiane permaneció en silencio, con los ojos fijos en la ventana.
"¿Será otra de esas oscilaciones suyas?", pensó Patricia. Sabía que Josiane tenía la costumbre de encerrarse en sí misma, especialmente cuando se sentía expuesta. Tal vez fuera eso otra vez.
Patricia decidió intentar otro enfoque.
— Si lo prefieres, podemos empezar poco a poco. Hablar de algo ligero.
Josiane la miró de reojo, pero enseguida volvió a mirar por la ventana.
— No hay nada de qué hablar. Preguntó Patricia.
— No.
La respuesta fue corta, casi automática, pero Patricia percibió algo en la forma en que Josiane apretaba los brazos contra su cuerpo. Estaba tratando de contenerse, como si temiera lo que pudiera salir si dejaba fluir las palabras.
Patricia anotó algo en el cuaderno, sin presionar.
— De acuerdo. Si cambias de opinión, estoy aquí para escucharte.
Josiane no respondió, pero el silencio que siguió pareció más cargado que de costumbre. Patricia podía sentir la tensión en la habitación, pero decidió esperar. "No puedo presionarla ahora" pensó.
Por dentro, Josiane estaba en conflicto. Quería hablar, quería sacar lo que le molestaba, pero algo dentro de ella se lo impedía. "Ella no necesita saberlo. No va a suponer ninguna diferencia", se decía a sí misma, pero el nudo en su garganta seguía creciendo.
Mientras Patricia intentaba descifrar la barrera que tenía delante, Josiane seguía luchando consigo misma.
El silencio en la sala era casi opresivo. Patricia se mantuvo en la silla, pero, por dentro, se sentía irritada y cansada. "Otra vez" pensó, mientras observaba a Josiane fijar la vista en algún punto indefinido de la ventana.
Sabía que no debería sentirse así. Entendía que Josiane arrastraba un pasado complicado, que había traumas y barreras. Pero era frustrante sentir que cada pequeño avance se disolvía, obligándola a empezar todo de nuevo. "¿Por qué hace esto? ¿Por qué se encierra después de empezar a abrirse?".
Patricia intentó volver su atención al cuaderno que tenía en el regazo, pero no lo consiguió. La irritación crecía, y la voz en su cabeza resonaba: "Sólo está aquí para cumplir. No quiere resolver nada".
En un impulso, Patricia dejó el cuaderno a un lado y cogió el móvil. "Si quiere quedarse callada, de acuerdo. No voy a forzar nada". Empezó a teclear un mensaje a su amiga, mientras su mirada alternaba entre la pantalla y Josiane.
Josiane, que hasta entonces parecía ajena, percibió el movimiento y frunció el ceño. Por un momento, se quedó en silencio, observando a Patricia juguetear con el móvil. Pero entonces, de forma abrupta, rompió el silencio.
— ¿Así es como lo haces?
Patricia la miró, sorprendida y un poco desconcertada.
— Perdona, no he entendido a qué te refieres.
Josiane se inclinó ligeramente hacia delante, con los brazos aún cruzados, pero con una mirada más aguda que antes.
— He dicho: ¿así es como lo haces? Estoy aquí, coges el móvil, ¿y ya está?
Patricia sintió que se sonrojaba, pero mantuvo la calma.
— Me he dado cuenta de que no sirve de nada. Por mucho que intente llegar a ti, parece que no quieres que te alcancen. Así que, si estás aquí sólo para cumplir, para cumplir con tu obligación, sólo estoy siguiendo lo que pareces querer.
Josiane entrecerró los ojos, su rostro ahora cargado de ira.
— ¿Crees que es eso? ¿Que estoy aquí sólo para eso?
Patricia se recostó en el sillón, tratando de mantenerse firme, pero el tono de Josiane la desestabilizaba.
— ¿No es eso lo que has estado demostrando, Josiane? Cada vez que intentamos avanzar, te cierras. No importa lo que haga, parece que siempre estamos dando vueltas en círculos.
Josiane soltó una risa corta, irónica, y negó con la cabeza.
— Claro. Porque así es como funciona, ¿no? Te sientas ahí, lo anotas todo en tu libretita y lo interpretas como quieres. No importa lo que diga, tú ya has decidido quién soy.
Patricia frunció el ceño, pero no respondió de inmediato. Josiane continuó.
— ¿Crees que estoy aquí para hacer "el mismo juego de siempre", verdad? Para manipularte, para cerrarme porque quiero, porque me gusta verte frustrada.
— Eso no es lo que he dicho, Josiane. — respondió Patricia, firme.
— No lo has dicho, pero lo has pensado. Se te ve en la cara. — Josiane señaló hacia ella, con la voz cargada de frustración. — ¿Y sabes qué más? Tal vez tengas razón. Tal vez sólo esté aquí para cumplir. Pero, ¿sabes una cosa? No es porque quiera, hacerte esto a ti.
Patricia se inclinó hacia delante, ahora realmente interesada.
— ¿Y por qué, entonces?
Josiane dudó, su mirada oscilando entre Patricia y la ventana.
— Porque no veo otra manera. Porque, cada vez que lo intento, cada vez que digo algo, lo conviertes en algo más grande de lo que es. Lo coges y escribes, escribes y escribes, como si yo fuera sólo un proyecto que tienes que resolver.
— No se trata de eso, Josiane. — dijo Patricia, con la voz más suave.
— ¿No? — Josiane soltó otra risita. — Entonces ¿por qué escribes? ¿Por qué lo anotas todo? ¿Porque quieres descifrarme? Eso es lo que hacéis, ¿no? Fingís que lo entendéis, pero todo lo que hacéis es... presumir.
— No estoy presumiendo de nada. Estoy intentando escucharte.
Josiane volvió a cruzarse de brazos, recostándose en el sofá.
— Entonces escucha esto: no quiero que escribas. No quiero que interpretes. Sólo quiero...
Se detuvo, las palabras parecían difíciles de pronunciar. Patricia esperó, sintiendo el aire denso de la habitación.
— Sólo quiero que veas. Sólo ver. Sin intentar arreglarme, sin intentar descifrarme.
Patricia sintió el peso de esas palabras. Por primera vez, Josiane parecía estar diciendo algo profundamente sincero, sin las capas de defensa o manipulación.
— Te veo, Josiane. — dijo Patricia, con una honestidad que ni ella esperaba. — Pero tienes que dejarme ver.
Josiane no respondió, pero su mirada se suavizó, sólo por un instante. Fue breve, pero suficiente para que Patricia se diera cuenta de que, a pesar de toda la tensión y la resistencia, había algo allí, una pequeña abertura.
El silencio volvió, pero esta vez, parecía más cargado de comprensión que de distanciamiento.