De la novela " Los hijos que me dió la vida", tuvimos la oportunidad de conocer la historia de David Montes, en "Amor a diez mil metros de altura"el hermano mayor de tres hermanos, ellos tuvieron que vivir una terrible perdida, pero gracias al amor incondicional de Alejandra, su segunda madre y Fernando, quienes cumplieron el rol de padres, ellos salieron adelante, ahora es el turno de Duvan y Dominic.
Se verán enfrentados a dos hermosas chicas, con personalidades totalmente opuestas, pero que poco a poco, van a demostrar, que la teoría de que los polos opuestos se atraen, es cierta, acompáñame en esta increíble historia.
NovelToon tiene autorización de Lida Marín para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 9
Dominic Montés
Estábamos esperando nuestro almuerzo con Duvan, cuando escuchamos una discusión, quise organorarlo, lo que más deseaba en éste momento, era tranquilidad, y ya llevaba dos días sin tener un poco de eso, pero fue difícil hacerlo, la chica que estaba siendo agredida, era nada más y nada menos que Sara, un tipo la tenía agarrada de su muñeca con mucha violencia, ella trataba de zafarse, pero no lo logró, no se en que momento, pero cuando reaccioné, ya estaba afuera parado atrás de ese tipo y hablando en un tono alto.
-¡suéltala!-- le ordené, aquel hombre se giró, aún sin soltarla y me miró con cara de pocos amigos.
- a ti quien te llamó, no te metas en lo que no te incumbe, ve y sigue en tu vida de niño rico-- lo dijo por mi aspecto, hoy decidí usar un traje de diseñador, no acostumbro a hacerlo, pero como era nuestro primer día, lo ví apropiado.
- Que la sueltes te dije-- volví a repetir, veía el temor en los ojos de Sara, no podía simplemente ignorarlo.
-- Dominic, cálmate hermano-- Duvan me tomó del brazo para apartarme, pero me zafe con brusquedad.
- ¿No la piensas soltar?-- le pregunté aún con más irá.
Creo que este impulso lo provocó, pensar en mi mamá, en muchas ocasiones nos contó lo que vivió con el que fue su primer esposo, el asesino de nuestros padres, y por un momento, pude ver en Sara la situación que ella tuvo que soportar sola, la sangre me hirvió, mi mamá no tuvo quien la defendiera, por eso, despertó en mí, estás ganas de querer ayudar a esta pobre chica, que aunque su personalidad sea tan choqueante para mí, es una mujer, y no debe ser maltratada.
Aquel hombre soltó a Sara de manera muy brusca y cortó distancia conmigo, yo no me moví ni un milímetro, lo dejé que llegara hasta donde yo estaba, favorablemente mi estatura estaba muy por encima de la de él, y podía ver la mugre de su cabeza, y a mí se me vino un pensamiento estúpido, que en una situación como estás no debería tener <<¿Sara está tan necesitada para tener que estar con un hombre como este? Tan sucio y desagradable>> sacudí mi cabeza, luego volví a conectar mi mirada con la de el.
- Tu te lo buscaste riquillo metido-- me dijo antes de lanzar el primer golpe, sin pensarlo me moví y no logró lastimarme.
De nuevo intentó lanzar el segundo golpe, pero está vez puse mi mano y sostuve su puño, poniéndole freno a su ataque, sus brazos flacos llenos de marañacos que parecían dibujados por un niño de quinder, no dejaban de temblar por la fuerza que estaba haciendo, pero no era suficiente para mí, apreté su puño que aún estaba entre mi mano, y torci su brazo, haciendo que quedara de rodillas en el piso, mirando a Sara, ella estaba estática sin moverse del lugar donde estaba.
- Mírala a los ojos y pídele perdón, después, desaparece de su vida, te mantendré vigilado, si te acercas a ella, te vas a arrepentir -- le dije al oído.
- Yo me acercó las veces que se me de la gana-- todavía quería dárselas de rudo y valiente.
- Ya no tienes ese derecho -- le recalqué.
- ella es mi mujer, tengo más derechos que cualquiera -- volvió a refutar y yo apreté aún más su mano, tanto que lo hizo quejarse de dolor.
- Ella me dijo que ya no eran nada--
- ¿Acaso eres algo de esa mujerzuela?-- me preguntó.
- Ella no es ninguna mujerzuela, y lo que pase entre ella y yo, a ti no te importa, ahora haz lo que te digo, la policía ya viene en camino -- el hombre de rodillas se estremeció cuando escuchó la palabra
- Sara, perdóname, te prometo que no volveré a molestarte, y te juro que no me vas a volver a ver-- le dijo, luego me miró -- ya, ya hice lo que me pediste, ahora suéltame -- rogó.
- ¿a qué le temes? Hace un rato estabas muy valiente, ¿qué ha pasado con ese hombre intimidante?, ahora lárgate, y ya sabes, yo cumplo con mi palabra, no te quiero ver cerca de Sara-- él asintió y salió corriendo, lo de la policía era mentira, pero funcionó.
Sara aún seguía de pie, sin siquiera pestañear, me acerqué a ella y levanté su rostro, ella me miró con sus ojos inundados de lágrimas, sin decir nada, se abalanzó sobre mi cuerpo, y me arropó en un abrazo, yo quedé inmóvil, incapaz de hacer cualquier movimiento, le di una mirada a Duvan, quien me dijo que la dejara, las personas a nuestro alrededor, que habían presenciado esa pelea, se fueron yendo, finalmente solo quedamos ella y yo en la acera, incluso Duvan, él entró al restaurante, ya el almuerzo estaba servido.
Después de un rato ella finalmente se apartó, mi blazer estaba empapado, ella se dio cuenta de eso y habló -- Lo siento, arruiné tu traje -- logró decir y yo sonreí.
- Descuida, no te preocupes por eso, ¿tú estás bien?-- ella asintió con indecisa.
- Gracias por lo de hace un momento, y discúlpame por ponerte en esa situación, no pensé que él me estuviera siguiendo, venía a trabajar, pero con ese espectáculo que dimos, no creo que me vayan a querer más en este lugar -- dijo y yo señalé el restaurante.
-¿Este lugar?-- ella asintió-- ¿aquí trabajas?--
- Sí, es el restaurante de un amigo de mi hermana, ella me ayudó a entrar aquí, y los días que no tengo turno, mi hermana me da trabajo-- respondió.
- Si hablas con él, sé que lo va a entender -- le dije y ella negó.
- No lo creo, él está justo parado en la entrada, mirándome con cara de pocos amigos -- yo giré en la dirección que ella me indicó con su mirada, y efectivamente allí había un hombre mayor con una mirada tensa y enojada.
-¿Entonces qué piensas hacer?-- le pregunté.
- Mandar todo a la mierda, como sé hacer, de peores situaciones he salido, no será ni mi primer, ni mi último trabajo-- dijo con determinación.
- Señorita SantoDomingo, ¿le parece correcto lo que acaba de pasar?-- el hombre se acercó a nosotros.
- Señor Valverde, con el respeto que le tengo, le pido que por favor no me juzgue, yo no provoqué esa situación, disculpe la escena que tuvieron que presenciar, y gracias por todo, yo mejor me voy, y no se preocupe por el pago de los días que trabajé, tómelos como una indemnización -- ella dio media vuelta y camino hacia el otro extremo de la calle.