El Amado De La Archiduquesa

POV NIKOLAI

— Señor, el duque está desesperado. El ultimátum de la emperatriz ha tenido el efecto deseado; aunque el embarazo de la duquesa Catalina avanza sin contratiempos, el matrimonio de los nuevos duques se desploma con las horas. Hay ciertos rumores de que la duquesa ha intentado deshacerse de su embarazo, pero sus intentos han resultado infructuosos.

— Los padres del duque se han ido del imperio; ellos no quieren verse arrastrados por la furia de la emperatriz. La única que se quedó al lado de su nieto es la ex duquesa, cuyo estado de ánimo no es el más favorable. — No podría negar que esta información me traía cierta satisfacción.

— Investiga la veracidad de los rumores y no permitas que la escoria de Paul Mesellanas se acerque a Bianca; ni siquiera quiero que respire el mismo aire que ella.

— Entendido, mi general.

— Puedes retirarte.

He pasado largos años esperando una oportunidad, el mínimo indicio de poder estar a su lado.

He cuidado a Bianca desde que me convertí en general; aún recuerdo vívidamente el instante en que nuestras miradas se posaron por primera vez: una pequeña mimosa alegre.

Ese día me sentí completamente inferior. Ella iba sonriente en los brazos de su padre, tenía una familia que la amaba y poseía un estatus que los mantenía en la cima del poder, mientras que yo, era el hijo de un soldado divorciado, atrapado en una posición de escasas oportunidades. Era asediado por los otros niños del pueblo en donde vivíamos; las marcas de burlas en mi piel blanquecina eran constantes. Yo, con moretones y raspaduras, ocultaba la verdad a mi padre, disfrazando mi dolor y desdicha con mi supuesta torpeza. Era un niño que no tenía opciones más que callar; no quería causarle más problemas a mi padre.

Todavía no sé quién fue el que se apiadó de nuestro sufrimiento y nos mandó una oportunidad inigualable. Mi padre tuvo la valentía de enfrentarse a unos mercenarios para salvar la vida de dos nobles, y aunque quedó muy herido, logró su cometido: mantener a esa pareja con vida.

Esa valentía le trajo varias recompensas. Conoció a mi madre, de la cual se enamoró perdidamente. No negaré el miedo que sentí al ver a mi padre pretendiendo a una mujer; el temor de ser desplazado o, peor aún, abandonado, me carcomía hasta los huesos. Pero estaba totalmente equivocado; esa adorable mujer fue un completo ángel, me arrulló en sus brazos. Ese día fue el mejor de toda mi vida.

RECUERDO

—¿Quién te hizo eso? ¡Cómo se atreven a maltratar a un niño inocente! —La furia en sus ojos era algo indescriptible.

Después de mi padre, nadie se preocupaba por mí. Tenía pánico, no sabía cómo actuar.

—Fu... fue mi culpa. —Fue lo primero que pude balbucear.

— ¿Quién te hizo eso? —preguntó con determinación.

Aunque suavizó sus palabras, su mirada seguía siendo terrorífica.

— M.. me caí. —No podía decirle que me maltrataban; el miedo y la vergüenza eran mayores que mi propia estatura.

— Quiero que me digas la verdad. Prometo no decirle a tu padre; será un secreto entre nosotros. —Pude ver la sinceridad en su rostro; algo en mí me decía que podía confiar en ella.

— El... el hijo del general. —Las palabras rasparon mi garganta; mis ojos se humedecían por el enojo.

— ¿Por qué lo hizo? —Su mirada de escrutinio analizaba toda la situación, pero esta vez pude ver algo más en su mirada: pude ver dolor. ¿Será que le dolía igual que a mí? Eso era imposible, o eso creía yo.

— Dijo que yo era un bastardo que había sido abandonado por su madre y que no merecía estar en el ducado, que era una vergüenza. —No pude contener mis lágrimas; por primera vez me mostraba débil ante alguien. A pesar de ser intimidado, nunca lloré, no me quejé, acepté mi realidad; pensaba que lo merecía.

— Acompáñame. —Ella secó mis lágrimas y tomó mi mano; me sentía protegido al estar a su lado.

La fuerte bofetada que recibió la esposa del general me dejó sin palabras.

— Que sea la última vez que tu hijo maltrate a mi hijo o a cualquier otro niño, o me encargaré de decirle al duque tu mal proceder. Luego de eso, veremos cómo le va a tu querido esposo. — Me tomó en sus brazos y nos retiramos del lugar. Al llegar al ducado, se encargó de curar mis heridas con cuidado y devoción.

— Escúchame bien, a partir de ahora no estás solo. Yo te protegeré de todas esas arpías y niños malcriados, y si me lo permites, podría ser tu madre, aunque técnicamente no lo sería...

No la dejé hablar y me arrojé a sus brazos. Ella era todo lo que estaba bien en mi vida; era la primera mujer que se preocupaba por mí. Ella era mi madre.

FIN DEL RECUERDO

Con el pasar de los meses, Adanis no solo se convirtió en la esposa de mi padre, sino también en mi madre.

La valentía de mi padre fue recompensada con ser el gran general del imperio, así como con el título de conde, aunque siento que este fue otorgado por la presencia de mi madre, quien ha tenido un papel fundamental en el desarrollo del condado.

Las amigas de mi madre estuvieron muy presentes en nuestras vidas. Así fue como la presencia de Bianca inundó mis días y eso me agradaba, hasta que apareció ese molesto niño de cabellos negros, un presumido de lo peor. Solo alardeaba de su posición y su compromiso, aunque ese detalle no lo entendía bien. Era pésimo aprendiendo; se tardaba más que el promedio de los aprendices. Su sola presencia resultaba irritante.

A mis quince años, me enfurecí al enterarme de que ese inútil estaba comprometido con mi pequeña princesa. Tanta fue mi furia que entrené durante un día entero sin descansar, hasta que el archiduque Chevalier me retó a un duelo.

RECUERDO

— La imprudencia puede acarrearte muchos males. ¿Acaso quieres morir de agotamiento? — Sus ataques eran con una destreza inigualable.

Mi cuerpo pesaba del agotado, pero rendirme no era una opción. Estaba en un duelo con un guerrero de un nivel superior a cualquiera; fácilmente podría derribarme con un solo ataque.

— ¿Por qué él? ¿Qué tiene él que yo no poseo? — Ataqué directo a su pecho, pero él se movió con una agilidad asombrosa, esquivando mi embestida.

— Explícate mejor. — Tenía el ceño fruncido, pero nunca descuidó su defensa.

— ¿Por qué decidió atar a Bianca a ese hombre sin valor? ¿Acaso no soy yo una opción mucho más digna? ¿Es por mi procedencia? — Puedo jurar que vi una sonrisa de satisfacción en su rostro.

— Tu linaje no importa en lo absoluto. A tu corta edad, has demostrado ser un caballero. Lamentablemente, le debo mi vida al abuelo de ese mocoso; si no fuera por ello, mi hija nunca estaría comprometida con él. Pero a la menor falla, será descartado, y si eso pasará. ¿Qué estarías dispuesto a hacer por la mano de mi hija? — Su mirada nunca dejó de ser afilada, era un cazador nato.

Sentí que mi vida dependía de esa pregunta.

— Lo que sea necesario para proteger su integridad, su esencia, su felicidad. Si tengo que convertirme en el hombre más poderoso para que nadie la lastime, así lo haré. Si solo puedo estar a su lado como un amigo, seré su perro más leal. No moriría por ella; viviría para hacerla feliz hasta que la luz se apague de mis ojos. Y si, en dado caso, la muerte es lo único que puedo evitar para que ella sea feliz, moriré en paz. — Nunca había sido tan sincero con mis sentimientos.

— ¿Dejarías tu puesto de sucesor en el condado por ella? — Su mirada buscaba escudriñar mis más oscuros deseos.

— Sin duda alguna. — Respondí sin titubear.

— Tienes mi aprobación. Si logras ganarte el corazón de mi hija, yo los apoyaré hasta que la vida me sea apagada. — Su declaración encendió una chispa de esperanza.

Desde ese día, me volví un fantasma, siempre cuidándola en las sombras. Cuando comenzaron los rumores de ese imbécil, ya tenía toda la información. Mi intención era matarlo, pero me contuve porque ella lo amaba. Busqué la forma de infiltrar a uno de mis hombres más fieles entre sus escoltas sin ser descubierto. Cuando la semilla de la duda brotó en ella, fue el momento de entregarle toda la información que tenía de ese bastardo.

Grande fue mi sorpresa cuando la vi enfrentándose a ellos sin titubear; era una princesa digna y elegante, nadie podía contra ella.

Mi corazón se desmoronó en mil pedazos al verla desplomarse en ese frío suelo. No podía abandonarla ahí, frágil y vulnerable. Sostenerla en mis brazos fue un momento histórico en mi vida; tenerla acurrucada en mi pecho fue más placentero que regresar victorioso del campo de batalla.

No hay palabras que puedan capturar la ola de emociones que me envolvió al contemplarla dormida, aferrada a mis brazos. Mi cuerpo, mi mente, mi alma, mi espíritu y mi corazón quedaron rendidos ante sus encantos.

Su melena dorada caía en suaves ondas, como una cascada de luz, mientras sus pestañas, largas y doradas, parecían tocar el cielo. Su diminuta nariz era un símbolo de ternura incomparable, y sus labios encantadores y seductores eran un verdadero hechizo. Bianca Chevalier es, sin duda, la obra maestra más sublime que haya caminado sobre esta tierra, la criatura más espléndida.

Nota: Aquí va un pequeño relato de mis días recientes.

El trabajo me ha saturado.

Sebastián, la inspiración detrás de mi primer libro, decidió cortar la comunicación. Estaba sumida en una tormenta de depresión, así que le pedí que se alejara; no quería arrastrarlo a mi propio abismo. Él, con sinceridad, me advirtió que si se marchaba, no volvería, y así fue. No lo culpo; estaba demasiado caótica.

Y luego está el mendigo de mi gato, el pequeño rebelde que no estaba muerto, sino de parranda. Aquí está conmigo mientras escribo. Lo llevé a la clínica para su castración, y ahora se encuentra en un proceso de recuperación. ¡Cuidado con esas clínicas! A mi gato le administraron una dosis excesiva de anestesia, y todavía está dopado. Son casi las tres de la mañana, y él salió de la operación a las tres de la tarde.

¡Actualizaré más seguido!