"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.
En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.
Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."
Copyright © 2024
All rights reserved
No part of this publication may be reproduced, stored or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording,
NovelToon tiene autorización de Alessa Raze para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Sombra del Pasado
La sensación de agotamiento me seguía como una sombra. Cada día era una repetición de lo mismo: ensayos interminables, entrevistas vacías, y esa constante presión para ser la Jia que todos esperaban ver. Pero en los momentos de silencio, cuando las luces se apagaban y me encontraba sola en mi departamento, sentía que algo no encajaba. Era como si estuviera viviendo una vida a medias, con piezas faltantes que no sabía cómo juntar.
Había algo en esta vida que no lograba entender, algo que se escondía bajo la superficie perfecta de la imagen de Jia. Un vacío, una tristeza silenciosa que parecía impregnarse en cada rincón del departamento. Cada día, sentía esa presencia invisible, un eco de emociones que no eran mías, pero que de alguna manera estaban ahí, susurrando desde las paredes.
Esa tarde, después de otro agotador ensayo, regresé a casa sintiéndome más perdida que nunca. Dejé caer mi bolso en el sofá y me dirigí al cuarto de grabación. Tocaba la guitarra casi a diario ahora, buscando en la música algún consuelo que me recordara quién era realmente. Pero hoy, en lugar de refugiarme en el sonido familiar de las cuerdas, algo más llamó mi atención.
En la esquina del cuarto, casi oculto detrás de un mueble, había una pequeña caja de madera, desgastada y polvorienta, como si hubiera estado allí olvidada por mucho tiempo. No recordaba haberla visto antes, o tal vez simplemente nunca me había permitido notarla. Algo en esa caja me atrajo, como si contuviera respuestas a preguntas que ni siquiera sabía que tenía.
Me acerqué lentamente y, con cierta vacilación, la abrí. Dentro había una mezcla desordenada de papeles, fotos y pequeños objetos personales que parecían arrojados al azar. Lo primero que noté fueron las fotos. Algunas eran de Jia en momentos públicos, sonriendo para la cámara, rodeada de sus compañeras de Cloud9. Pero había otras que eran diferentes, más íntimas, más crudas. Fotos de ella sola, con la mirada perdida, sin la sonrisa perfecta que el mundo conocía.
Una de las imágenes me dejó helada. Era Jia, sentada en lo que parecía ser una habitación de hotel, con la mirada fija en el suelo y los ojos enrojecidos. Había un vacío en su expresión que me resultaba dolorosamente familiar, como si estuviera observando a alguien que llevaba un peso invisible sobre los hombros. La imagen estaba ligeramente arrugada, como si hubiera sido guardada de manera apresurada, casi como si se tratara de un recuerdo del que quería deshacerse.
Seguí revisando la caja, y encontré un pequeño cuaderno de tapa negra, cerrado con una banda elástica. Lo tomé entre mis manos, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de descubrir. Lo abrí con cuidado, pasando las páginas llenas de garabatos, frases sueltas y pequeños dibujos que no parecían tener un orden claro. Eran como destellos de pensamientos, fragmentos de una mente inquieta que intentaba encontrar algún tipo de salida.
"Estoy cansada de todo esto," decía una de las notas, escrita con trazos rápidos y enérgicos. "A veces me pregunto si vale la pena seguir pretendiendo."
Las palabras me golpearon como una bofetada. Era la voz de Jia, clara y desnuda, sin la máscara que solía llevar. Había más frases, más confesiones que revelaban una lucha interna que nunca había mostrado en público. "Nadie ve más allá de la sonrisa," decía otra línea, casi tachada por completo. "No puedo seguir siendo la persona que esperan que sea."
Cerré los ojos, tratando de absorber lo que estaba leyendo. Sabía que ser una celebridad no era fácil, pero lo que estaba descubriendo iba más allá de los problemas normales de la fama. Había una oscuridad en Jia que nadie más parecía conocer, una sombra que la seguía a todas partes y que ella había logrado ocultar a la perfección.
Seguía pasando las páginas cuando encontré algo más: una carta doblada en el fondo del cuaderno, escrita a mano y sin destinatario. La abrí con cuidado, notando que la tinta estaba ligeramente borrosa, como si hubiera sido manchada por lágrimas. "No puedo seguir así," decía la carta. "Cada día es una batalla contra mí misma. Nadie lo entiende, y estoy cansada de fingir que todo está bien."
Las palabras eran desesperadas, llenas de un dolor palpable que me hizo estremecer. No era solo agotamiento; era algo más profundo, un sufrimiento que había estado oculto bajo la fachada de perfección. Me pregunté cuántas veces Jia había sentido que ya no podía más, cuántas veces había estado al borde del abismo sin que nadie lo notara.
Me senté en el suelo, con el cuaderno y la carta a mi lado, sintiendo una conexión extraña con esa Jia que nunca había conocido. Era como si de alguna manera entendiera su dolor, como si nuestras vidas estuvieran entrelazadas de formas que aún no podía comprender. Había tanto que el mundo no sabía, tanto que yo misma aún no entendía sobre lo que significaba ser Jia.
Mientras guardaba los papeles de vuelta en la caja, me di cuenta de que había encontrado una parte de mi que había estado escondida . Las sonrisas, las luces y la fama eran solo una parte de mi historia. Había un lado más oscuro, uno que nunca había mostrado al mundo y que ahora, de alguna manera, también se estaba convirtiendo en parte de mí.
Cerré la caja y la dejé en su lugar, sintiendo que la había violado al descubrir esos secretos. Pero también sentí que era un paso necesario para comprender no solo a mi misma, sino también la vida que estaba tratando de llevar. Y mientras me alejaba del cuarto de grabación, supe que esas sombras del pasado seguirían persiguiéndome, recordándome que, detrás de cada estrella brillante, siempre hay una historia que nunca se cuenta.
Aquí tienes la continuación del capítulo, donde Sora, tratando de alejarse de lo que descubrió sobre Jia, comienza a experimentar recuerdos más intensos de su propia vida, lo que la lleva a un estado de mayor confusión y desorientación:
Salí del cuarto de grabación con el corazón acelerado y la mente desbordada. Cada palabra que había leído, cada imagen que había visto, se sentía como una carga que ahora debía cargar yo también. La realidad era más oscura de lo que había imaginado, y descubrir esas verdades ocultas solo me hacía sentir más perdida en un laberinto sin salida.
Necesitaba alejarme, salir de esas paredes que parecían encerrarme con los secretos de Jia. Me puse un abrigo y salí al balcón, donde el aire frío de la noche me golpeó de inmediato. La brisa fresca era un alivio, pero no lo suficiente como para despejar la maraña de pensamientos que se acumulaban en mi mente. Miré hacia la ciudad, con sus luces parpadeantes y su ruido constante, y me pregunté cuántas otras vidas como la de Jia se escondían detrás de esas ventanas brillantes.
Me apoyé en la barandilla, intentando calmarme, pero la sensación de estar atrapada no desaparecía. Los fragmentos del diario de Jia seguían dando vueltas en mi cabeza, mezclándose con mis propios pensamientos y generando un caos silencioso. Cerré los ojos, intentando despejar mi mente, pero lo único que logré fue abrir la puerta a mis propios recuerdos.
De repente, me vi a mí misma en una habitación diferente, una que reconocí al instante: mi antiguo apartamento, pequeño y lleno de cosas desordenadas, con el aroma a café impregnando el aire. Sentí una punzada en el pecho al verlo, como si esos recuerdos fueran fantasmas que me perseguían, recordándome quién era realmente.
Era una mañana de invierno, una de esas que solíamos pasar sin prisa, envueltos en la calidez de la rutina. En la cocina, estaba Minho, preparando el desayuno con esa concentración que siempre me hacía sonreír. Lo vi moverse con familiaridad, su cabello despeinado y su rostro sereno mientras vertía café en dos tazas. Era una escena cotidiana, pero llena de una intimidad que ahora parecía tan lejana.
Me vi a mí misma entrar en la cocina, con un suéter viejo y una sonrisa tranquila, como si el mundo se detuviera solo para nosotros. Minho me miró y me pasó una de las tazas, su expresión relajada y cariñosa.
—Buenos días, dormilona —dijo, con esa voz suave que siempre lograba calmarme. Me escuché a mí misma reír, un sonido genuino que resonaba como un eco de otra vida.
El recuerdo era tan vívido que podía sentir el calor de la taza en mis manos, el aroma del café llenando mis pulmones y la sensación de paz que solo Minho podía darme. Pero entonces, como un parpadeo repentino, la imagen se desvaneció y me encontré de nuevo en el balcón, con el aire frío de la noche y las luces de la ciudad extendiéndose ante mí.
Abrí los ojos y respiré profundamente, intentando aferrarme a la realidad, pero los recuerdos seguían llegando, uno tras otro, como si hubieran estado esperando ese momento para inundarme. Me vi en la Namsan Tower, en aquella primera cita con Minho, con la nieve cayendo suavemente alrededor de nosotros. Sentí el peso del collar que me había regalado, esa pequeña joya en forma de copo de nieve que se convirtió en un símbolo de algo hermoso y perdido.
Las imágenes se mezclaban con mi presente, creando una maraña de emociones que me asfixiaban. Cada fragmento de mi vida pasada se sentía más real que cualquier cosa que vivía como Jia. No entendía por qué esos recuerdos se volvían más claros ahora, justo después de descubrir la verdad oculta en la vida de Jia. Era como si mis dos realidades estuvieran colisionando, desmoronándose y fusionándose en una confusión insoportable.
Me alejé del balcón y volví al interior del departamento, pero ni siquiera la calidez de las paredes podía tranquilizarme. Caminé por la sala como un fantasma, intentando encontrar algo a lo que aferrarme, algo que me dijera que todo esto tenía sentido. Pero lo único que sentía era una conexión inexplicable entre mi vida y la de Jia, una convergencia que no podía comprender.
¿Por qué estos recuerdos de mi propia vida se volvían tan nítidos ahora? ¿Por qué justo después de descubrir la oscuridad en el pasado de Jia? Era como si los secretos que había encontrado en su diario hubieran desatado algo en mí, una necesidad de recordar quién era antes de todo esto. Pero recordar solo traía más dolor, más confusión, y la sensación de que estaba perdiendo el control de mi propia mente.
Me dejé caer en el sofá, con la cabeza entre las manos, tratando de mantener la compostura. La vida de Jia era una prisión dorada, y la mía, un rompecabezas roto que no sabía cómo armar. Y mientras las imágenes de mi pasado seguían apareciendo, me di cuenta de que no solo estaba enfrentando los demonios de Jia, sino también los míos propios.
Los recuerdos no se detendrían, lo sabía. Y aunque no entendía por qué, sentí que seguirían intensificándose, empujándome a enfrentar la verdad que tanto tiempo había tratado de olvidar.
Y así, en la soledad de mi departamento, entendí que la sombra del pasado era solo el principio. Porque bajo esa sombra, estaban las mías, esperando ser vistas, esperando ser enfrentadas.