Sr. Dominante

—Viviana, dame la oportunidad de explicarte— ya su voz sonaba en derrota, como si finalmente se estuviera dando cuenta de su embarrado.

—¿Por qué tuviste que mentirme?— susurré derrotada, mi voz estaba cansada. No puedo lidiar con estas cosas. —¿Por qué permitirte que pasará por una humillación así, si ya estabas con alguien más?

—Eso no es así, Liliana— intento acercarme y tocarme, retrocedí un paso, pero con agilidad llegó a mí y me tomó por el rostro. —Discúlpame, no supe cómo lidiar con eso. Sé que mentí, y hubiera preferido no hacerlo, pero ya está hecho y de verdad lo siento—

—¿Quién es ella?— tenía que preguntárselo.

—No es nadie para mí, fue alguien que ahora es mi pasado, pero ella se rehúsa a aceptarlo—

—¿Por qué será que siento que hay algo más?—

Algo brilló en sus ojos, pero desapareció antes de que pudiera leerlo. —Solía ser mi amiga, eso es todo— me miró fijamente. —Yo te quiero a ti, Liliana. Te he querido desde el primer instante que nuestros ojos se cruzaron. Nunca quise hacerte sentir mal, créeme—

Lo miré, buscando cualquier indicio de desconfianza, pero sus ojos estaban llenos de sinceridad.

De verdad quería tener una seguridad con él. Olvidar el pasado y avanzar.

—No me hagas arrepentirme señor Valero— le digo con una voz cansada.

Sus labios se curvaron en una sonrisa completa y sus brazos se envolvieron alrededor de mí, acercándonos. —No permitiré que algo así pase, tú significas mucho para mí— Se acercó tanto a mí que pude sentir sus labios rozar los míos. —Por favor no me digas más, señor Valero. Llámame por mi nombre—

Presionó nuevamente sus labios contra los míos, pero no fue sutil ni gentil. Estaba siendo posesivo y eso era algo que me gusta. Sus manos se deslizaron por mi espalda hasta llegar a mi trasero y me levantó, volviendo mis piernas alrededor de él.

Nos arrancamos la ropa con desesperación. —Subamos a mi habitación— digo entre medio de nuestros jadeos y besos apresurados.

Le doy las indicaciones y me lleva hasta allá.

Cuando entramos, cerró la puerta con uno de sus pies. Me arrojó a la cama, haciéndome rebotar varias veces, en segundos él estaba sobre mí devorándome con su lengua nuevamente. —Te deseo tanto, Liliana— su voz estaba ronca. —No puedo ser gentil está vez—

—No quiero que lo seas— le dije sintiendo la necesidad de él. Quería dejarme llevar para vivir.

Bajo mi vestido y llevo unos de mis pechos a su boca haciéndome gemir de placer.

—Te necesito dentro de mí, Alejandro. Hazme tuya— realmente lo necesitaba dentro de mí con urgencia.

Sentí sus gruñidos mientras besaba cada parte de mi cuerpo y bajaba más y más.

Nunca había hecho ni experimentado algo así, por lo que me tense en un momento. Él lo sintió y se detuvo.

—¿Estás bien?— me miró angustiado.

—Si, solo que... nunca había hecho algo así— traté de no mirarlo a los ojos, sentía algo de vergüenza.

Él se levantó y llegó hasta mi rostro para verme a los ojos.

—¿Quieres decir que nunca nadie te ha hecho sexo oral?—

Sacudí la cabeza sintiendo el rubor en mis mejillas.

—Solo he estado con un solo hombre aparte de ti, y él no era nada bueno en nada— mi vergüenza aumentó un poco más.

El rostro de él brillaba como si le hubieran dado lo único que siempre quiso. —¿Hay algo más en lo que soy el primero?—

—No me hagas esto, por favor Alejandro— intenté distraerlo, tirando de él para besarlo, pero a él nada lo distraía. Si quería algo lo conseguía.

—No intentes cambiarme el tema señorita, respóndeme lo que te pregunté— estaba tan emocionado y excitado a la vez. Sus manos seguían moviéndose por todo mi cuerpo, volviéndome loca de necesidad.

—Nunca tuve un orgasmo. Hasta que te conocí— mi voz era tan baja que sería difícil de escuchar, Pero él lo oyó perfectamente.

—¿En serio?— lo empujé un poco para ocultarme vergüenza, pero él no se movió ni un poco.

Me miraba con tanto deseo que era difícil respirar. Su erección me pinchaba en todos los lugares correctos, mostrándome cuánto lo afectaba.

—No tienes idea de lo que me fascinas— sus labios se estrellaron contra los míos brutalmente. —Y me alegro de que seas completamente mía— sus palabras son tan perfectas para mí, que toda vergüenza se fue de inmediato.

—Te daré tanto placer que gritarás mi nombre— bajo de inmediato. Y apenas su lengua tocó mi zona más sensible, supe que él conseguirá lo que quería.

Lamió exactamente donde era el lugar correcto haciéndome sumir en un mar de placer y excitación.

No pasaron ni tres minutos cuando sentí la primera furia del orgasmo azotando mi cuerpo.

Tomo mi cuerpo con tanta propiedad que me dejó sin aliento, la manera en que se introdujo a mí era descomunal. Me gustaba mucho la forma salvaje en que me consumía, se introdujo dentro de mí, una y otra y otra vez, el sonido de nuestros cuerpos chocando era una melodía excitante, las posiciones en que me ponía son placenteras, nunca se quedaba solo ahí, tocaba mis pechos, se los llevaba a la boca, me besaba con intensidad y no hubo ninguna parte de mí cuerpo que él no hubiera tocado y besado, definitivamente si que me hizo sentirme deseada.

Grité y grité su nombre hasta que sentí mi garganta arder, Toda la noche. Efectivamente, cumplió su palabra, me hizo sentir el placer del orgasmo muchas veces. Puedo decir que fue la mejor noche de mi vida

Tener sexo con Alejandro es algo tan maravillo. Me encanta porque nunca experimente nada de esto, con el único hombre que estuve antes de él no me lo supo hacer, nunca sentí nada de placer.

Pero con Alejandro todo es diferente, desde su forma de besarme hasta de hacerme suya.

Nos quedamos dormidos antes del amanecer abrazados, él se aferraba a mi abdomen como si temiera a que me fuera a escapar.

Me sentía también, que no podría estar más agradecida...