La historia explora el poder del amor y el arte como medios para enfrentar el dolor y la pérdida, destacando la importancia de aferrarse a aquellos que amamos en los momentos más oscuros.
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Capítulo 9: Ecos del Pasado
Las semanas siguientes a la exposición pasaron como un suspiro. David continuó asistiendo a sus clases de arte, profundizando cada vez más en su creatividad. Sin embargo, mientras la vida en el presente parecía estar llena de luz y posibilidades, David comenzó a sentir una sombra que se arrastraba desde los rincones de su memoria, una presencia que lo había acompañado durante tanto tiempo que casi se había acostumbrado a ella: el recuerdo de su madre.
Era inevitable que, a medida que David se adentraba en su viaje artístico, también comenzara a explorar los rincones más oscuros de su pasado. Su madre, que había sido su mayor apoyo durante su infancia y adolescencia, había dejado un vacío que nunca había logrado llenar por completo. Su muerte había sido el catalizador de muchos de los desafíos que David había enfrentado, y aunque había aprendido a vivir con su ausencia, las heridas seguían abiertas.
Una tarde, mientras estaba en su estudio casero, rodeado de lienzos inacabados y pinceles salpicados de pintura, David decidió que era momento de enfrentar esos recuerdos. Se sentó frente a un lienzo en blanco y, con una mezcla de nerviosismo y determinación, comenzó a pintar. No tenía un plan claro, solo sabía que necesitaba dejar que sus emociones fluyeran, que sus manos siguieran el impulso de su corazón.
Las primeras pinceladas fueron suaves, casi tímidas. Pero a medida que avanzaba, la pintura comenzó a tomar forma, revelando una figura femenina envuelta en sombras y luces. David pintaba con una intensidad que no había experimentado antes, como si cada golpe de pincel fuera una liberación de los sentimientos reprimidos que había llevado consigo durante tanto tiempo.
Pasaron horas antes de que David se detuviera para mirar lo que había creado. Frente a él estaba el retrato de su madre, no como la recordaba en vida, sino como la sentía en su memoria: una figura etérea, llena de luz y tristeza, pero también de una fuerza que trascendía la muerte. Los ojos de la mujer en la pintura lo miraban con una mezcla de ternura y dolor, como si supiera todo lo que había sufrido y todo lo que aún tenía que enfrentar.
David se sentó en el suelo, exhausto pero aliviado. Había temido que enfrentarse a esos recuerdos lo hundiera de nuevo en la desesperación, pero en lugar de eso, se sintió liberado. Había algo profundamente catártico en poner en el lienzo lo que había estado guardando dentro de sí mismo durante tanto tiempo.
Al día siguiente, cuando Nio vino a visitarlo, encontró a David aún en el estudio, contemplando su obra. Ella se acercó en silencio, observando la pintura con una expresión de asombro en su rostro.
“David… es hermosa,” dijo finalmente, con la voz llena de emoción. “Es como si hubieras capturado su esencia, su espíritu. Puedo sentir lo mucho que significaba para ti.”
David asintió, sin apartar la vista de la pintura. “Era mi todo, Nio. Y cuando la perdí, sentí que una parte de mí se había ido con ella. Pintar esto… me ha ayudado a reconectarme con esos recuerdos, pero también a aceptar que ya no está. Es un paso hacia la sanación.”
Nio puso una mano en su hombro, apretándolo suavemente. “Estoy muy orgullosa de ti, David. Sé lo difícil que ha sido este camino para ti, y ver lo lejos que has llegado es inspirador. Tu madre estaría muy orgullosa de la persona que te has convertido.”
David sonrió, sintiendo un calor reconfortante en su pecho. “Gracias, Nio. No podría haber llegado hasta aquí sin tu apoyo.”
Pasaron el resto del día juntos, hablando de la madre de David, compartiendo historias y recuerdos que habían permanecido guardados en su mente durante tanto tiempo. Era un proceso doloroso, pero también necesario. Con cada historia que compartía, David sentía que una parte del peso que había estado cargando se aligeraba un poco.
Con el tiempo, David decidió que la pintura de su madre no debería quedarse escondida en su estudio. Era una obra que representaba su viaje, su dolor, pero también su capacidad de superar la oscuridad y encontrar la luz. Con el aliento de Nio y de su instructor, David presentó la obra en una exposición local, donde fue recibida con elogios y admiración.
El día de la exposición, mientras observaba a las personas detenerse frente a la pintura y discutir lo que veían en ella, David sintió una paz que no había sentido en mucho tiempo. No se trataba solo de compartir su arte con el mundo, sino de cerrar un capítulo de su vida que había estado abierto durante demasiado tiempo. Sabía que nunca dejaría de extrañar a su madre, pero también sabía que, al exponer su memoria a través de su arte, había encontrado una manera de honrarla y seguir adelante.