Los hijos menores de Luriel y Anahí deberán enfrentar el peso de sus decisiones, aunque eso signifique destrozar sus corazones para proteger a su gente. El amor tal vez, no pueda cambiarlo todo.
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Te extrañé
Diez meses después.
Esa semana Pitá volvía de la universidad. Realmente la familia estaba alborotada, pero especialmente Irupé estaba consternada: no quería mentirle a su nieto, ansiaba decirle que Itatí se estaba preparando para ser una buena esposa, una indicada para cumplir los requisitos de cualquiera de las tribus, para que él se sintiera orgulloso, pero el pacto que tenían entre las mujeres era que Itatí decidiría cuando decírselo.
En 2 oportunidades Itiaté había vuelto a la aldea, con la excusa de saber cómo estaba Itatí porque iba rumbo a verse con su padre. La primera vez no la había visto, porque cuando Itatí supo que estaba en la aldea, se quedó en la casa de Irupé y ese gesto le había gustado mucho a la familia, a ninguno de ellos les gustaba Itiaté. Pero la segunda vez, exigió poder verla, entonces Guaci y Camila la acompañaron a la cabaña del cacique y con la excusa de estar haciendo algo muy importante la sacaron rápidamente.
Reían las 3 mientras cruzaban la plaza rumbo a la cabaña de Karai y Camila que estaba más apartada, cerca del nuevo territorio y del pueblo para estar más cerca del abuelo de Camila.
En cambio, Iván y Guaci continuaban viviendo en la cabaña de Luriel, así Iván podía estar pendiente de Amaru y se distribuían estratégicamente los Copiangos por todo el territorio que ahora era mucho más amplio.
Repentinamente cuando Etiate estaba de visita, tanto Iván como Karai tenían muchas actividades en la aldea y por supuesto no le dijeron que Itatí vivía en una de las cabañas con su abuela y la mujer que la cuidaba. Era feliz rodeada de los afectos que realmente eran importantes para ella.
El cacique Katú había venido a verla solo una vez y lo habían tratado con todas las atenciones. Les había parecido que más que nada había ido a verificar que Pitá realmente no estuviera como le habían dicho.
Itatí estaba entusiasmada con su regreso, le habían hablado tanto de él en esos meses que era como si ya lo conociera mucho más. Sobre todo, porque lo miraba desde el punto de vista de Irupé y de Amambay, para ambas era casi perfecto.
Esa tarde estaba en la casa de Irupé terminando de hornear las tartas para su prometido, cuando misteriosamente Irupé dijo que quedaba a cargo de la cocina porque ella tenía que buscar algo en la casa de Anahí...
Pitá apenas empezó a ingresar por el jardín pudo sentir el aroma que tanto conocía y se escabullo entre las plantas para poder sorprender a su abuela, pero cuando se aproximó a la puerta, vio a Itatí maniobrando con los moldes calientes, mientras que las acomodaba en la mesada y ponía nuevas preparaciones.
Estaba cantando una canción nativa que hablaba del sol y la luna, completamente concentrada, tenía puesto un vestido indígena de colores claros, unas sandalias indígenas y tenía el cabello en una trenza que caía en su espalda. No supo cuánto tiempo la estuvo mirando a escondidas, pero su voz lo relajaba. Esos meses habían sido muy intensos, académica y socialmente. Rápidamente se había convertido en el centro de atención y lo disfrutaba como nunca se había imaginado.
La había pensado muchas veces, pero cuando se ponía melancólico, alguno de sus compañeros aparecía para llevarlo a alguna actividad donde era requerido. Como había predicho Guací, su físico desarrollado había llamado la atención de todo tipo de mujeres, algunas más osadas que otras, pero solo con algunas la relación avanzó a algo más sexual.
Cada vez que esas mujeres se iban de su habitación, sentía un vacío difícil de explicar, una sensación que lo angustiaba y luego no le dejaba dormir. En esos momentos era cuando la pensaba y la recordaba con una escalofriante precisión de detalles. Golpeó el marco de la puerta para llamarle la atención y ella se giró asustada.
Lo vio parado, parecía más alto o más ancho... no podía precisar bien cuál era la diferencia porque la forma en la que la miraba era abrumadora. Traía puesto una camisa indígena que hacía resaltar sus brazos marcados y unos pantalones vaqueros como los que usaban los hombres de la ciudad, llevaba puesto unas zapatillas también de la ciudad. Su cabello estaba recogido en una coleta a la altura de la nuca que le despejaba el rostro y parecía que lo hacía más duro.
Pitá dejó su bolso en el suelo y comenzó a acercarse a ella sin decir ninguna palabra, tampoco Itatí decía nada porque ni siquiera podía recordar en ese momento que estaba haciendo en ese lugar.
El aroma de las tartas inundaba el lugar y el recuerdo de cuando le había llevado la primera tarta que había hecho para él, volvió a su mente como si hubiera sido el día anterior.
En esa oportunidad, habían vuelto a la aldea con Amambay, cada una traía una tarta y ella específicamente abrazaba la suya con emoción. Ansiaba lograr que Pitá la mirara distinto. Por breves segundos a veces creía que una chispa del Pitá de antes aparecería en sus ojos, pero luego rápidamente desaparecía.
Cuando ingresaron a la cabaña del cacique, estaba Luriel con Karai, Pitá e Iván, además de dos de los ancianos y Amambay rápidamente dijo que les cortaría la tarta para que la probaran con el mate. Luriel sonrió ampliamente porque era de moras, que era su preferida. Recién entonces se dieron cuenta que Itatí seguía parada con su tarta en las manos, como no atreviéndose a avanzar, miraba a Pitá y estaba completamente sonrojada.
Nde abuela chembo’e mba’éichapa ambosako’iva’erã nde rehayhuvéva (Tu abuela me enseñó a preparar tu preferida) – dijo pasándole la tarta a Pitá y luego miró incomoda a los demás hombres
Pitá no dijo ninguna palabra, pero se levantó, acercó su rostro a la tarta sin tomarla, solo para olerla y luego le dio un beso en la mejilla que pareció durar un siglo. Recién después de eso tomó la tarta y se sentó. Cuando la volvió a mirar, le sonrió encantadoramente como ya no le había vuelto a sonreír desde el compromiso.
Aguyje Itatí... (gracias Itatí) – y miró su boca por tanto tiempo que la avergonzó completamente.
Ahora nuevamente la miraba con esa intensidad. Se detuvo a un palmo de su cuerpo, su mirada fluctuaba entre sus ojos y su boca con tanto frenesí que la intimidaba sin buscarlo.
Le tomó el rostro con ambas manos, pudo sentir como ella temblaba, parecía asustada de pronto. Con los pulgares le acarició suavemente el labio inferior, había besado a varias en ese tiempo, pero ninguna de ellas tenía una boca tan perfecta... ninguna tenía el sabor igual que ella...Siguió intercalando la mirada entre sus ojos y la boca, hasta que sintió que se relajaba en sus manos y cerraba los ojos. La besó con suavidad, como si solo fuera un espejismo, que no era real su contacto.
Hacia tanto tiempo que no la besaba como le gustaba, como la besaba antes del escándalo. Luego de ser su prometida, la había besado a la fuerza antes de la ceremonia de casamiento de sus hermanos y luego ella le había besado suavemente en la boca cuando el chaman los había bendecido y cuando lo había besado frente a Itiaté y a Katú. No habían vuelto a estar solos, así que iba a aprovechar esta oportunidad que tenía.
Comenzó a profundizar el beso, la avidez que sentía por ella lo consumía completamente, sintió sus manos que acariciaban su cintura por debajo de la camisa y eso lo descontroló. Se hundió en ella con desesperación, no existía absolutamente nada más que ellos, la empujó suavemente contra la mesada y presionó su cuerpo contra ella.
Sabía que podía sentirlo en todo su esplendor, ella ya lo había sentido y eso no la cohibía en absoluto. Con una caricia tan superflua sentía más emociones que teniendo sexo con sus últimas acompañantes. La abrazó por la cintura y la apretó contra su cuerpo y ella levantó sus brazos para tomarlo de la nuca y atraerlo más hacia ella, la distancia parecía nunca ser suficiente.
Cuando por fin se detuvieron, Pitá quedó a escasos centímetros para recuperar el aliento.
Extrañaba besarte así... – la voz de Pitá solo fue un susurro –
Nahesakãi eréva... (No te entiendo...)– simuló Itatí
Che ha'e ndaikatuiha rembotove (Dije que no puedes negarte) – contestó recio
Che rehechaga'u? (¿Me extrañaste?) – preguntó Itatí mientras lo acarició con suavidad en la mandíbula y en el cuello y lo vio negar con la cabeza
Me hiciste falta cada noche cuando no podía dormir... – contestó en la lengua de los blancos mientras seguía negando – Ndarekóikuri hetaiterei tiémpo... (no tuve mucho tiempo...) – agregó con un tono frío
Che ningo rohechaga'u (Yo si te extrañé) – dijo Itatí emocionada al descubrir que Anahí tenía razón y le sonrió mientras lo empujó suavemente – nde abuela ohóta ore rechávo... (tu abuela nos va a ver...)
Como si la hubiera invocado, Irupé apareció en la puerta y armó un escándalo cuando lo vio, por fin había vuelto.