En la vibrante y peligrosa Italia de 2014, dos familias mafiosas, los Sandoval y los Roche, viven en un tenso equilibrio gracias a un pacto inquebrantable: los Sandoval no deben cruzar el territorio de los Roche ni interferir en sus negocios. Durante años, esta tregua ha mantenido la paz entre los clanes enemigos.
Luca Roche, el hijo menor de los Roche, ha crecido bajo la sombra de este acuerdo, consciente de los límites que no debe cruzar. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando comienza a sentir una atracción prohibida por Kain Sandoval, el carismático y enigmático heredero de la familia rival.
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13
El viento frío de la madrugada les golpeaba el rostro, y Kain intentaba concentrarse en el camino, aunque la presencia de Luca le hacía sentir una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que la misión que su padre le había encomendado no era sencilla, y tener a Luca a su lado solo añadía más riesgos. Pero en ese momento, con Luca aferrado a él, sintió una determinación renovada. No importaba cuán peligroso fuera el camino, lo recorrerían juntos.
Al llegar al almacén, Kain apagó la moto y se giró para mirar a Luca.
—Quédate cerca de mí y no digas nada —susurró.
Luca asintió, y ambos se dirigieron a la entrada. Kain empujó la puerta con cuidado, y el chirrido metálico resonó en la oscuridad. Riky, un hombre corpulento con cicatrices en el rostro, se acercó a ellos con una expresión inquisitiva.
—¿Qué haces aquí, Kain? —preguntó, cruzándose de brazos.
—Vengo por la caja —respondió Kain con firmeza—. Mi padre me envió.
Riky lo observó por un momento antes de asentir lentamente. Se giró y caminó hacia el fondo del almacén, regresando con una caja de madera pesada.
—Aquí tienes. Dile a tu padre que espero mi pago pronto.
Kain asintió y tomó la caja, notando el peso y la frialdad del contenido. Hizo una seña a Luca y ambos salieron del almacén con la caja en brazos. Una vez fuera, Kain la aseguró en la moto y miró a Luca.
—Vamos, hay que regresar antes de que alguien note tu ausencia, Luca
Luca asintió, y ambos montaron de nuevo en la moto, dirigiéndose de regreso a la mansión. Mientras avanzaban por las calles desiertas, Kain sentía el peso de la responsabilidad y la preocupación por lo que el futuro les deparaba. Pero una cosa era segura: no estaba solo, y con Luca a su lado, enfrentaría cualquier desafío que viniera.
Kain detuvo su moto en el lugar de siempre, un rincón discreto donde los ojos curiosos no pudieran ver. Luca, con una sonrisa nerviosa pero llena de amor, se acercó y le dio un beso en los labios. Fue un beso breve, pero cargado de sentimientos.
—Nos vemos en la universidad, ¿verdad? —preguntó Luca, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y preocupación.
Kain lo tomó por la cintura, atrayéndolo hacia él con una fuerza y ternura que lo hizo temblar. Besó a Luca una y otra vez, cada beso más intenso que el anterior.
—Por supuesto que sí —respondió Kain, sus labios rozando los de Luca entre susurros—. Te veré allá mi amor.
Luca asintió, su corazón latiendo con fuerza. Observó a Kain marcharse, su figura desvaneciéndose en la distancia hasta que solo quedó el eco del motor de la moto. Kain sentía una mezcla de emociones mientras regresaba a la mansión, el peso de la caja que llevaba no se comparaba con el peso de las responsabilidades y peligros que enfrentaba.
Al llegar a la mansión, Kain notó la tensión en el aire. Los guardias lo miraban con respeto, pero también con una cierta inquietud. Entró con la caja pesada, sintiendo la mirada de su padre desde el otro extremo del vestíbulo. Daniel estaba allí, imponente y expectante. Kain dejó la caja en el suelo y la abrió. Armas y drogas, el siniestro contenido que había esperado encontrar.
—Ricky me dijo que esperaba su dinero —dijo Kain, su voz firme.
Daniel, con una mirada calculadora, asintió lentamente.
—Se lo daré mañana.
Kain sintió una oleada de rabia contenida. No podía permitir que su vida fuera completamente absorbida por los oscuros negocios de su padre. Respiró hondo y se armó de valor.
—Me voy a la universidad —dijo, sus palabras claras y decididas—. Voy a subir a darme una ducha y alistarme. Si quieres que haga tus sucios trabajos, me vas a dejar terminar mi carrera primero.
Antes de que Daniel pudiera replicar, Kain subió las escaleras rápidamente, sin dar tiempo a que su padre respondiera. Cerró la puerta de su habitación con un suspiro de alivio, sintiendo el peso de la tensión acumulada. Se dirigió al baño y abrió la ducha, dejando que el agua caliente cayera sobre su piel, lavando no solo la suciedad, sino también el estrés y la ansiedad.
Mientras el vapor llenaba el baño, Kain se permitió un momento de calma. Su mente volvió a Luca, a sus besos, a la promesa de encontrarse en la universidad. Pensar en Luca le daba fuerzas, le recordaba que había algo más allá de la violencia y los negocios turbios.
Al salir de la ducha, Kain se vistió rápidamente, su mente enfocada en el día que tenía por delante. Sabía que enfrentaría desafíos en la universidad, no solo académicos, sino también la constante amenaza que su padre representaba. Pero también sabía que Luca estaría allí, esperándolo.
Cuando bajó las escaleras, encontró a Hana en la cocina, preparando el desayuno. Ella lo miró con preocupación.
—Ten cuidado, Kain —dijo ella, su voz suave pero llena de inquietud.
Kain asintió, dándole un pequeño abrazo antes de salir de la mansión. Sabía que cada día era una lucha, pero también sabía que no estaba solo. Montó en su moto y se dirigió a la universidad, su mente llena de pensamientos y emociones encontradas.