Imagina tener la oportunidad de reiniciar tu vida, de borrar el pasado y empezar de cero. ¿Qué harías? ¿Cómo te reinventarías?
Me encuentro en ese punto, con la posibilidad de comenzar de nuevo. Me pregunto qué camino tomaría, qué decisiones cambiaría y qué oportunidades aprovecharía.
¿Me esforzaría por reconstruir mis relaciones, o me enfocaría en construir nuevas? ¿Seguiría los mismos pasos o tomaría un nuevo rumbo?
La posibilidad de empezar de nuevo es emocionante y aterradora al mismo tiempo. Pero estoy listo para enfrentar el desafío y ver hacia dónde me lleva este nuevo comienzo.
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Un paseo especial
Luego de hacer las compras, nos despedimos y cada uno fue a su casa. Llegué a mi casa con una sonrisa de oreja a oreja, y mi madre se dio cuenta de inmediato.
"Hijo, te pasó algo bueno", me preguntó, un poco asombrada. "¿Por qué te ves tan feliz?"
Yo solo atiné a decir: "Hay, mamá, no exageres. Siempre estoy feliz", le dije, tratando de minimizar la situación.
Pero mi madre me miró con una sonrisa sabia, como si supiera que había algo más detrás de mi felicidad. "Bueno, hijo, me alegra verte así", me dijo. "Pero si necesitas hablar de algo, sabes que estoy aquí para escucharte".
Me sentí un poco avergonzado, pero también agradecido por la preocupación de mi madre. Así que solo asentí y le di un abrazo, sin decir nada más. Pero en mi interior, sabía que mi sonrisa se debía a mi encuentro con Rin, y a la sensación de que algo bueno estaba sucediendo en mi vida.
El aroma de la cena aún flotaba en el aire mientras yo, con la satisfacción de haber colaborado en la limpieza, me dirigía a mi habitación buscando un libro para evadirme. Sin embargo, un sobre con mi nombre, reposando sobre mi mesa de noche, me detuvo en seco. Una punzada de inquietud recorrió mi cuerpo, pero la curiosidad pudo más.
Con manos temblorosas, abrí el sobre y encontré una carta. Solo dos líneas, escritas con una caligrafía elegante y firme, pero con un mensaje que resonó en mi alma:
"La flor cada día es regada con amor y afecto, esta vez no dejes que se marchite, sigue así."
Un susurro escapó de mis labios: "Es un mensaje de ella". Un mensaje que me confirmaba que iba por el camino correcto.
Me sentí emocionado al recibir el mensaje de Rin. Habían pasado unas horas desde que había leído la carta y me había sumergido en mi libro, pero su mensaje me trajo de vuelta a la realidad. Me sonreí al ver su nombre en la pantalla de mi teléfono y respondí de inmediato: "Tu igual".
Me gustaba saber que podíamos comunicarnos en cualquier momento, que teníamos una conexión que iba más allá de los encuentros casuales. Me sentí agradecido por haber intercambiado números cuando nos encontramos, ya que ahora podíamos mantener una conversación fluida.
Después de enviar mi respuesta, me quedé pensando en Rin. Me preguntaba qué estaría haciendo en ese momento, si también estaría sonriendo al pensar en mí. Me sentí conectado a ella de una manera especial, como si nuestra amistad fuera algo único y valioso.
Seguí sonriendo mientras apagaba mi teléfono y me acostaba en la cama, sintiendo que había tenido un día especial. La carta y el mensaje de Rin habían sido los toques finales perfectos para una jornada emocionante. Me dormí con una sensación de paz y felicidad, sabiendo que tenía a alguien especial en mi vida.
Los días siguientes fueron tranquilos, ayudando a mis padres con las tareas del hogar y sumergiéndome en la lectura de mis libros favoritos.
Pero lo que realmente destacaba era mi creciente amistad con Rin. Cada día, sin falta, nos enviábamos mensajes, compartiendo nuestros pensamientos, sentimientos y experiencias.
Rin me contó que había dado su examen el domingo y que estaba ansiosa por conocer los resultados. Me dijo que estaba nerviosa, pero también confiada en sí misma. Yo le respondí con palabras de aliento y apoyo, deseándole suerte.
Al día siguiente, Rin me envió un mensaje temprano. "Ya salieron los resultados", me dijo. "Voy a ir a buscarlos ahora". Me sentí emocionado y nervioso al mismo tiempo, esperando ansiosamente su respuesta.
"¿Y qué pasó?", le pregunté, sin poder contener mi curiosidad. "¿Te fueron bien los resultados?"
"No ingresé, me faltó solo dos puntos. Me quedé por poco", la respuesta llegó a mi teléfono, breve pero cargada de una tristeza que me dolió. Imaginé su rostro, un poco decaído, y sin dudarlo, le propuse un paseo para la tarde. "Vamos a dar una vuelta, te hará sentir mejor", escribí. Su respuesta, rápida y concisa, fue un simple "Acepto".
La tarde llegó con la promesa de un reencuentro. Después de un almuerzo familiar y de ayudar a mis padres con la limpieza, salí a la calle, mi corazón latiendo con la emoción de verla. Rin, con su sonrisa habitual, me esperaba en la esquina, y juntos nos adentramos en un paseo que prometía ser reconfortante.
"Hola, ¿cómo te encuentras?", le pregunté con preocupación, al ver que parecía un poco triste.
Rin me miró con una sonrisa débil y me respondió: "Algo apenada por no haber ingresado, pero estoy bien".
Me alegré de escuchar que estaba bien, a pesar de la decepción. Le sonreí y le dije: "No te preocupes, hay muchas oportunidades en la vida. Lo importante es que no te rindas".
Ella asintió con la cabeza y nos pusimos a caminar por el parque. El sol brillaba en el cielo y el aire estaba lleno de la dulce fragancia de las flores. Nosotros caminábamos en silencio, disfrutando del paisaje y de la compañía mutua.
A medida que caminábamos, Rin comenzó a hablar sobre sus planes y sueños. Me contó sobre lo que quería estudiar y hacer en el futuro. Yo la escuchaba atentamente, ofreciéndole palabras de aliento y apoyo.
El paseo fue relajante y agradable. Me sentí contento de estar con Rin, de poder apoyarla y hacer que se sintiera mejor. Y ella parecía sentir lo mismo, sonriendo y riendo a medida que pasábamos el tiempo juntos.
De pronto, con la espontaneidad de un niño que descubre un tesoro, le dije: "¿Te gustaría ir a un lugar muy especial para mí?". Sus ojos, brillantes como estrellas en la noche, se iluminaron con una mezcla de curiosidad y emoción. "Sí, me encantaría", respondió, su voz llena de una melodía que me cautivó.
Sin dudarlo, la tomé de la mano, y juntos comenzamos a caminar hacia la colina que se alzaba majestuosa al final del camino. Cada paso que dábamos nos acercaba a un lugar que guardaba un significado especial para mí, un lugar donde todo había empezado.