El Sultán Murad, un hombre de 45 años, debió ascender al trono contra de su voluntad, debido al mandato del espíritu guardián del maldito de su padre; sin embargo, debido a los traumas que tuvo al crecer en el harem de su progenitor, lo que realmente deseaba era poder rehacer su vida lejos de aquel país.
Por una alianza realizada con el monarca del reino vecino, el rey Guillermo, decidirá viajar a tierras extranjeras con el fin de buscar esposa y así sellar por completo los acuerdos de paz entre ambas naciones. Sin imaginar, en su camino se cruzaría con la segunda princesa bailarina, maldita de nacimiento, y la cual provocaría que el espíritu guardián le hiciera una propuesta: salvarla de su maldición a cambio de su libertad.
Siendo un hombre completamente opuesto a lo que se esperaba en un gobernante, y sabiendo que su querido hermano menor podría ser el futuro sultán, acepta el trato.
¿Podrá ir en contra de tal poderosa maldición?
¿Podrá salvar a la segunda princesa bailarina?
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CAPÍTULO 9
Irene lloraba en una esquina de la habitación, tapando con sus manos su boca, para no hacer que los doctores se desconcentraran. Recuerdos de su oscuro pasado, antes de ser reina, vinieron a flote y el ver así de destruida a Beatrice, hizo que su corazón sucumbiera al dolor.
El duque Jeremy, quien en ese momento se encontraba con el papa, terminando de preparar los arreglos para que su cuarta hija empezara a asistir a la academia de medicina del vaticano, salió corriendo junto con su santidad, haciendo uso de un carruaje de este.
—Calma, duque—expresó el papa—mientras su hija siga viva, aún hay esperanza.
—¿Hasta cuando, su santidad?—dijo ocultando su rostro entre sus manos—¿Cuánto más sufrirán mis hijas por aquella absurda maldición?
El papa suspiró con cansancio, entendiendo la preocupación del duque. No solo conocía al hombre desde hacía tiempo, sino que empatizaba con la causa de sus hijas, cruelmente maldecidas antes de nacer.
—Tome—dijo—no solucionará el problema, pero podrá calmarlo un poco.
Jeremy frunció el ceño confundido, mientras observaba la cajita pequeña aterciopelada que el papa le había dado. Abriéndola, pudo notar que se trataba de un anillo de compromiso color amarillo, el cual le hizo recordar demasiado a la bella cabellera de su segunda hija.
—¿Qué es esto?—preguntó extrañado.
—A simple vista parece un anillo de compromiso normal—aclaró el papa—pero está hecho con una aleación que combina un poco de tierra santa. Servirá como un "camuflaje" por cinco años.
—¿Camuflaje?—cuestionó de nuevo.
—Se supone que debe indicar cuando la pareja destinada de su poseedor aparezca—siguió su explicación—pero su función principal es el camuflar el alma. Duque, ya sabemos como derrotar la maldición, solo es cuestión de romperla, la iglesia está dispuesta a ayudarlo. Mientras logremos mantener a salvo a Beatrice, todo se reduce a encontrar al demonio.
El duque asintió, entendiendo lo que quería decir su santidad. Aquello era cierto, su hija mayor, Anastasia, había logrado romper la maldición y se había casado con su mejor amigo. Aun si Beatrice no corría con la suerte de encontrar a su destinado, debido al prejuicio que había a su alrededor, con que fuera libre, ya era una enorme ganancia.
Derrotar la maldición era sencillo, una clara, pero complicada fórmula que tenía dos únicas soluciones: la primera, encontrar a la pareja destinada y hacer que la unión con el demonio se debilite; la segunda, sellar al demonio. Aunque en realidad, era más sencilla la segunda.
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Mientras tanto, el sultán Murad estaba siendo interrogado por el rey, en lo que los duques llegaban al palacio. El extranjero entendía que podía parecer sospechoso, pero él también había perdido a su hermano, su corazón anhelaba más saber lo que había pasado con este que calmar las dudas sobre su inocencia.
—Espero comprenda, su majestad—habló el rey en su trono—las razones de mis dudas.
—Si hubiera estado involucrado en esto—respondió con una mirada sombría—jamás hubiera hecho peligrar la vida de mi hermano menor. Así como usted aspira a que yo entienda, yo también espero que comprenda mi posición.
El rey Guillermo suspiró, analizando la situación. Era bastante sospechoso, no podía negarlo, pero era la primera vez que había un avance tan grande. Ya fuera cierto lo que el espíritu sagrado le dijera al sultán, gracias a la presencia de Murad, fue que se pudo abrir un portal al otro mundo.
Si podían usar al sultán para abrir de nuevo el portal, la lucha sería más sencilla, ya que solo tendrían que dar caza a los demonios. Intentando no estresarlo más, no siguió el interrogatorio, no hasta que por lo menos el papa, quien también venía en camino, lo ayudara.
—¡Su santidad!—saludaron ambos monarcas al unísono.
Luego de ser anunciados, el papa ingresó al trono real, siendo seguido por Jeremy, quien estaba aún ansioso por ver a su hija. El rey, entendiéndolo, permitió que fuera a su recámara, en lo que él y el papa se quedaban más tiempo con Murad.
—¿Destinado a salvarla?—susurró curioso.
Mientras escuchaba lo sucedido, el papa analizaba el mensaje del espíritu guardián. No sabía si ese "Destinado a salvarla" se podría tomar como su "Pareja destinada". Solo podía corroborarlo una vez la princesa Beatrice tuviera puesto el anillo y si este brillaba o no cerca del sultán.
"Sea como sea, el sultán puede servir de ayuda para ir al otro mundo"
Fue lo que pensó mientras seguía observando al sultán. La iglesia poco se metía con los espíritus guardianes de otras religiones, aunque era conocedora sobre el águila sagrada que bendecía a los sultanes del reino vecino.
Si lograban determinar que el estatus de "bendito" que tenía el sultán, le había dado el poder de abrir aquel portal, entonces tendrían una enorme ventaja en aquella batalla por derrotar de una vez por toda la maldición.
—Exactamente, no sabría como decirle—aclaró Murad—de todos los sultanes, he sido el único que no nació con magia, aunque el gran señor me bendijera para tomar el trono. Sin embargo, pueden estar tranquilos al saber que tanto yo como mi reino está dispuesto a ayudar a las princesas, incluyendo a la princesa Beatrice.
—Propongo entonces—tomó la palabra el papa—que una vez la princesa salga de peligro, que sea llevada a la academia del vaticano.
—¿Su santidad?—preguntó confundido el rey—sé lo que desea hacer, pero tengo que hablar con mi esposa...ella es su hermana.
—Comprendo—respondió el líder de la iglesia—la academia no solo se ubica en un pueblo a las afueras de la ciudad, sino que también está construido en tierra santa. Podrá tener un refugio mientras es curada y podemos analizar como se desarrolla la situación.
El rey comprendió, sin poder objetar nada. Era cierto que su cuñada podría recibir mejor atención por parte del vaticano, pero aun así le preocupaba el tener que involucrar a un hombre de otra religión en terreno de otro dios. Cerrando sus ojos, deseó para su interior que todo fuera bien.
Su santidad, quien sabía la preocupación del monarca, seguía observando al sultán, el cual se encontraba de pie en silencio. Necesitaba vigilarlo, necesitaba comprender muchas cosas de él, aparte de su sospecha de que él podía abrir otra vez aquel portal, pero tenía que saber la razón del porqué un espíritu sagrado, bajo las órdenes de otro dios, estaba involucrando a uno de sus sultanes benditos en un problema ajeno.
Porque siempre los dioses caprichosos y los demonios malditos hacen con los hombres no se les antoja su gana...
aaaag. que coraje
teníamos que saber esto???!!!
y al regresar baba aseguró que habian perdido su virginidad...
ahí ya no entendí.
ahora lo desoreciaran por flaco y feo jajajaja
o la que se suicidó??/Skull/
sublime
hermoso
maravilloso...
Ojalá le hagas justicia a este héroe...
será en defensa propia
por eso corrompe y laceraba el cuerpo de Beatriz?
como venganza. por su hermano maldito demonio
suena que está madre tiene mucho que ver con la maldición de sus hijas
alguien me puede informar?
será épico este novelon
ya que acabe la masacre
parece los pasajes de Edgar Allan poe
me estoy confundiendo