Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Razón
Val
Sonrío cuando veo a Emma salir del vestidor de la tienda con un hermoso vestido blanco bordado con hombros caídos y con la espalda al aire.
–Te ves preciosa –digo mientras Mel, Mía y Fiona, la abuela de Conor, asienten.
–No lo sé –dice insegura volteando para ver su espalda desnuda–. Mis cicatrices –susurra mientras hace un gesto de dolor, como si todavía pudiera sentir el látigo rompiendo su piel.
Mía toma su mano. –Esas cicatrices son parte de ti, Emma, parte de tu historia. Eres quien eres por o gracias a ellas –dice levantando su barbilla–. Muéstralas con orgullo.
–Así es, mi muchacha –le asegura Fiona, quien se acerca a su lado y comienza a jugar con su cabello–. Imagínate con una trenza suelta y tu cabello adornado con flores.
–Imagina a Renji viéndote –agrega Mel, haciendo sonreír a Emma.
Vuelve a mirarse en el espejo, y esta vez sonríe cuando mira su reflejo, orgullosa y preciosa.
–Me gusta –declara con la barbilla en alto–. Creo que este es el vestido –añade mientras da una vuelta.
Todas le aplaudimos a rabiar. Todas aquí conocemos la historia de Emma y verla florecer a pesar de su pasado es muy gratificante.
–¿Champaña? –me ofrece la dependiente y me apresuro a negar con la cabeza–. ¿Sándwich de atún? –insiste y no alcanzo a alejarme lo suficientemente rápido. El olor me golpea y tengo que salir corriendo en dirección al baño.
Vomito el té y las galletas saladas que comí más temprano con una violencia que me deja temblando y sin fuerzas, ni siquiera para levantarme.
Siempre pensé que las mujeres exageraban el malestar del primer trimestre, pero es real. Me siento débil, y tengo ganas de llorar en todo momento.
Me encantaría que mi madre estuviera conmigo en este momento. Sé que ella me hubiese dejado recostar mi cabeza sobre su regazo mientras sus manos hubiesen jugado con mi cabello hasta que el malestar fuera un recuerdo lejano.
–Oh, mierda. ¿Lo sabe Ming?
Ladeo mi rostro y veo a todas las mujeres mirándome con comprensión y un toque de temor.
–¿Lo sabe? –insiste Mía–. Santa mierda –maldice–. Si se entera se volverá loco.
–Muy loco –susurra Emma, todavía con el vestido de novia puesto.
–No es un secreto para nadie que ese hombre adora el suelo que caminas –dice Mel mientras muerde su labio inferior–. Esto lo destruirá.
–Oh, muchacha –se lamenta Fiona–. ¿Cómo eres tan ciega?
Todas comienzan a hablar entre ellas, ignorándome por completo. Están asustadas por la reacción que tendrá Ming cuando se entere, y cómo puede eso eventualmente afectar a la boda.
Me levanto en silencio, todavía con el cuerpo descompuesto, pero con las piernas un poco más firmes. Lavo mi rostro y boca mientras las chicas siguen discutiendo a mi espalda.
–Si saben que puedo tener una gastroenteritis viral, ¿verdad?
Todas las mujeres me miran cruzándose de brazos.
–He estado embarazada tres veces –devuelve Mía–. Sé distinguir un embarazo de una gripe estomacal.
–Basta con verte, muchacha –agrega Fiona negando con su cabeza–. ¿Qué haremos con Ming? –les pregunta a las demás.
–Quizá Renji pueda hablar con Ming –empieza Emma mordiendo su mejilla, claramente angustiada.
–Que lo haga después de la boda –interrumpe Mel.
–Sí, después de la boda –asegura Mía–. Nadie puede decir una palabra de esto antes de que Renji y Emma hayan dicho acepto.
Suelto una risita nerviosa, ganándome ceños fruncidos.
–No me parece gracioso –empieza Mel.
–Claramente no –asegura Emma cruzándose de brazos–. Ming quedará destrozado.
–Desde que era un niño suspiraba por ti, muchacha –dice Fiona pasando la mano por su rostro, terriblemente angustiada.
–Alek siempre me ha dicho que Ming es un hombre razonable con cualquier tema, menos con Val –cuenta Mía–. Casi mató a Mauro cuando este le sugirió que le arreglara una cita contigo –dice mirándome irritada, como si no pudiera creer lo tonta que soy.
–¿Mauro quería una cita conmigo? –pregunto sorprendida–. Pensé que ese hombre estaba muy fuera de mi liga. ¿Lo han visto? –pregunto mientras levanto el cabello de mi cuello.
Mel comienza a abanicarse el rostro. –Todas lo hemos visto.
–Ese hombre puede hacerte soñar despierta –dice Fiona y todas nos reímos.
Mauro tiene un magnetismo que atrae a las mujeres de todas las edades. El cómo ha llegado a esta edad sin casarse es un gran misterio que me gustaría resolver.
–Son esos ojos verdes y esa piel morena –dice Mel–. Y ese puto acento. Cuando habla puedo sentir como todo se derrite a su alrededor.
Fiona y yo suspiramos.
–Tengo colegas que matarían por tener una cita con él –digo.
–Todas tenemos amigas que matarían por tener una hora de su atención –gruñe Mel–. Pero Conor no me ha dejado concertarle ninguna cita.
–Lo sé –suspira Emma–. ¿Qué haremos contigo? –pregunta apuntando mi vientre.
Levanto mis manos. –Ming lo sabe –confieso.
Todas jadean, menos Mía, que sonríe.
–Tranquila, chicas –les dice Mía a las demás–. Es de Ming –asegura con una sonrisa.
–¡¿Lo es?! –pregunta Emma emocionada.
–¡Claro que lo es! –exclama Mel casi saltando–. Ming sigue en pie, ¿no?
Arrugo mi ceño mientras comienzan a conversar entre ellas.
–¿De verdad creen que Ming me ama?
Todas ponen los ojos en blanco y Fiona resopla.
–¡Que muchacha más ciega! –dice negando con su cabeza.
–¡Cuéntanos todo! –dice Mía tomando mi brazo y sacándome del baño.
–¿Fue la noche que Ming desapareció? –pregunta Emma.
–¿Lo fue? –insiste Mel.
Me siento en uno de los cómodos sillones, resignada a mi destino.
–¡Más champaña por acá! –exige Mía, quien se inclina hacia mí–. Dispara.
Suspiro. –Esa noche llegó a mi casa y…–callo y cubro mi rostro cuando mis mejillas se encienden. Recordar esa noche eleva la temperatura de mi cuerpo–, y pasó –termino.
Mel hace una mueca de disgusto. –¡Queremos detalles!
–Sí –insiste Mía–. Sucios detalles.
Miro a Fiona, avergonzada. –Yo también quiero los detalles, muchacha. Esta vieja necesita un poco de acción.
Sonrío. –Fue maravilloso y sucio –digo mientras abanico mi rostro–. Muy sucio–. Bajo la voz–. Solo diré que mi trasero experimentó mucho.
Mía y Mel aplauden mientras Fiona comienza a botar champaña por su nariz.
–¿Lo disfrutaste? –pregunta Emma preocupada.
Asiento. –Fue tan bueno –gruño y cubro mi rostro.
–¿De verdad? –insiste nerviosa.
Mel toma la mano de Emma. –Cariño, todo es disfrutable si lo haces con el hombre que amas.
–Es que para mí eso fue tan doloroso –susurra.
Mía toma su mano. –¿Has sentido dolor con Renji? –le pregunta y Emma se apresura a negar–. Deberías darle una oportunidad, saber si te gusta.
Los labios de Emma se elevan en una sonrisa traviesa. –Creo que le daré una oportunidad.
–Y harás a Renji muy feliz. A los hombres les encanta –asegura Mel.
–Entonces, ¿todo está bien entre tú y Ming?
Muerdo mi labio y niego con mi cabeza. –Yo estaba en una relación –digo y todas jadean–. Terminé al otro día con Milton, pero ahora no sé…–callo al no querer terminar la frase.
–Tuviste sexo convencional con Ming, ¿no? ¿O solo disfrutó tu trasero?
–No solo disfrutó mi trasero –respondo–. Estuvimos juntos toda la noche, y no nos protegimos.
–Es de Ming –me asegura Mía.
–¿Pero y si no lo es?
–¿Te cuidabas con tu novio? –pregunta Mel. Asiento y luego acaricio mi vientre–. Ahí lo tienes.
–Pero ningún método es infalible.
–Mierda. Tiene su punto –masculla Mía–. ¿Ming sabe lo de tu novio? –pregunta y yo asiento–. ¿Y qué dice?
–Está seguro que el bebé que estoy esperando es suyo.
Fiona me sonríe. –Es de él –declara sin dudas mientras las demás asienten.
Sonrío esperando que ellas tengan razón.
Tienen que tener razón.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬