Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 11
Sagi se arrojó sin pensarlo dos veces, por el oscuro agujero, el viento golpeaba su rostro mientras descendía a gran velocidad. La espada en su boca, afilada y pesada, rozaba contra las paredes del túnel de piedra, produciendo chispas que iluminaban brevemente el angosto espacio, lo que llamó su atención por un segundo.
De repente, había caído de golpe en una nueva zona. Telarañas espesas y pegajosas cubrían cada rincón. El aire era denso y húmedo, con un olor a moho y podredumbre. Mientras miraba a su alrededor, notó algo más perturbador,cadáveres.
Restos de cuerpos envueltos en seda blanca, algunos todavía medio frescos, y otros apenas esqueletos. Sagi avanzó cautelosamente entre las telarañas y los cadáveres. El suelo pegajoso hacía que cada paso se sintiera pesado. Mientras caminaba, sus ojos captaron algo familiar.
Marcas de explosiones en las paredes, rastros de una pelea reciente. Las balas de Tsukasa.
—Tsukasa estuvo aquí —pensó, con un nudo en el estómago.
Sin pensarlo más, comenzó a correr, sabiendo que su amigo debía estar cerca. Pero no lo veía por
ningún lado. La tensión aumentaba con cada paso que daba. De repente, un rugido desgarrador resonó por toda la sala. Desde el techo, una
gigantesca tarántula se abalanzó sobre él, cayendo como una sombra viviente.
Su nombre brillaba en rojo sobre su cabeza: " La Princesa Cruel" y entre sus patas peludas, llevaba una presa envuelta en telarañas.El corazón de Sagi se aceleró, pero su mente se mantuvo fría. Tenía que pensar rápido. Ajustó la espada en su boca y, sin dudarlo, dejó caer una bomba al suelo.
La Princesa Cruel se lanzó hacia él, pero Sagi logró esquivarla en el último segundo. La araña aterrizó justo encima de la bomba, y un segundo después, la explosión resonó en la cueva. Un estallido de humo y fuego llenó el aire, pero cuando las llamas se disiparon, la araña seguía de pie. Había logrado sobrevivir al impacto, aunque un río de sangre negra manaba de su abdomen.
—no me quedan más bombas —se dijo así mismo, evaluando rápidamente la situación.
Necesitaba otro plan. Entonces, vio el cuerpo inmovilizado de Tsukasa en las patas de la araña, y la furia empezó a arder en su interior. No podía arriesgarse mucho. Sagi sabía que tenía una habilidad “Colapso” que funcionaba solo contra
enemigos, lo que significaba que no afectaría a Tsukasa. Sin más vacilaciones, la activó en su mente.
—¡COLAPSO! —gritó en su interior.
La araña fue arrojada al suelo por el impacto invisible de la habilidad. Sus patas temblaban mientras luchaba por levantarse. Aprovechando ese breve momento, Sagi se apresuró hacia la criatura, recogiendo a Tsukasa.
Sagi, jadeante y lleno de adrenalina, levantó a su amigo y lo llevó a un lugar seguro. Tras unos metros de huida, se detuvo y comenzó a cortar con más cuidado las telarañas que quedaban pegadas al cuerpo de Tsukasa. Lo revisó
rápidamente, dándose cuenta de que las piernas de su amigo estaban cubiertas de sangre y apenas se movían.
—Mierda... —ultrajo, intentando no perder la calma.
Sacó algunas pociones de vida y se las dio a Tsukasa. El líquido cerró algunas de las heridas, pero las piernas seguían sangrando. Necesitaba hacer algo más. Mirando a su alrededor, Sagi vio que las telarañas eran lo único a su disposición.
Sin pensarlo dos veces, arrancó varias y empezó a improvisar vendajes con ellas.
La hemorragia se detuvo lo suficiente para que Tsukasa recuperara un poco de consciencia. El vaquero abrió los ojos lentamente y, al reconocer a Sagi, soltó una pequeña risa dolorida.
—Toma esto... —murmuró Tsukasa, extendiéndole dos bombas más —Acaba con esa perra.
Después de decir eso, se desmayó de nuevo.
Sagi dejó a su amigo en un lugar seguro, con una determinación creciente en sus ojos. Observó el camino por el que había huido y comenzó a avanzar. La araña seguía merodeando, buscándolo. Su tamaño y velocidad hacían que la
tensión aumentara con cada segundo que pasaba.
Mientras caminaba, Sagi agudizó sus sentidos, escuchando el leve sonido de las patas de la araña moviéndose en la oscuridad. De repente, un ruido proveniente de arriba lo alertó. La araña intentaba atacarlo desde atrás, cayendo desde el
techo. Pero Sagi, con sus reflejos afilados, esquivó el ataque a tiempo. Sin embargo, la persecución había comenzado. La criatura lo perseguía, moviéndose con la rapidez de un guepardo.
Sagi corría tan rápido como podía, pero sus ojos se movían frenéticamente, buscando una forma de usar el entorno a su favor. Entonces, recordó algo, cuando cayó por el agujero, su espada había rozado la pared, creando chispas. Una idea, peligrosa, comenzó a formarse en su mente. Inclinó su espada hacia el suelo mientras corría, permitiendo que el filo tocara el piso. Las chispas comenzaron a formarse rápidamente, saltando en todas direcciones. En cuestión de segundos, las telarañas alrededor de la sala comenzaron a prenderse fuego.
El lugar entero comenzó a arder. El calor creció de forma alarmante. Las llamas se extendieron por todas las paredes y el techo, llenando la sala con un resplandor infernal. La araña se paralizó brevemente, sorprendida por el fuego que se extendía a su alrededor. Sagi aprovechó ese momento de distracción. La hemorragia se detuvo lo suficiente para que Tsukasa recuperara un poco de consciencia. El vaquero abrió los ojos lentamente y, al reconocer a Sagi, soltó
una pequeña risa dolorida.
El calor creció de forma alarmante. Las llamas se extendieron por todas las paredes y el techo, llenando la sala con un resplandor infernal. La araña se paralizó brevemente, sorprendida por el fuego que se extendía a su alrededor. Y Sagi aprovechó ese momento de distracción.