La juventud es la etapa de nuestros mayores miedos, pero también de nuestros más escandalosos amores.
¡Ven y acompañame en esta historia donde la religión y el amor hacen estragos!
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La cara doble de la moneda
Los meses de septiembre y octubre pasaron volando.
Diana seguía asistiendo a todos los cultos aunque también bajo la influencia casi obsesiva de Gabriel. Los problemas en la escuela eran los mismos.
Samuel casi siempre se dedicaba a molestarla, cosa que ella aprendió a erradicar con la más completa ignorancia. Sus notas en las materias eran cada vez mejores y hasta su madre comenzaba a ver los frutos de la relación de Diana con su Creador.
Su padre un poco más recio aunque no queriéndolo admitir también se regocijaba de ver a su niñita cambiar para bien.
Los días de noviembre comenzaron con un frente frio que pelaba los huesos. Esa mañana del lunes Diana se había puesto su abrigo favorito: uno con letras doradas que decía cool. Estaba de pie en las afueras de la escuela esperando que el timbre tocara, cuando en ese preciso momento sintió unas manos tapar sus ojos. Por un momento creyó que era Daniela por la suavidad y la textura, pero se alarmó cuando sintió un aire caliente rozar su oreja justo después de la voz gruesa y masculina.
-¿Todavía no sabes quién soy? – dijo Samuel ofendido
Samuel reconocía que ella era una chica difícil de atrapar. Su tozudez le había sorprendido. Había dedicado dos meses a molestarla y ella comprendió y analizó su punto débil…
Le ignoró…
No quería reconocerlo, pero extrañaba que esa chica le gritara su punto de vista a pesar de que él no le hiciera ni el más mínimo caso a sus exigencias.
-¿No vas a hablarme pequeña cristiana? – dijo Samuel molesto y quitando sus manos de los ojos de la chica. En ese mismo instante Diana se volteó y le enfrentó con la mirada
-¿Por qué debería hablarle a una persona que es insensible a lo que sienten y piensan los demás?
Samuel la observó de arriba abajo, no podía contener las crecientes oleadas de placer e indignación al percatarse de que la muchacha no se amilanaba ante su aire de rudeza.
-Voy a decirte algo que tal vez te infle el orgullo y la vez te lo desinfle – dijo Diana parada cerca de la portería de la escuela – eres muy guapo, seductor y masculino…
Él iba a sonreír con su aparente triunfo pero las siguientes palabras lo hicieron papilla por dentro:
-Pero de qué te sirve toda esa belleza si en realidad, eres un hombre más como todos lo que alardean de su fama y gloria…
-¡Qué es lo que dices! – alzó la voz Samuel y varios alumnos que llegaban posaban la mirada donde ellos hablaban
Diana cambió su mirada cuando dijo las siguientes palabras duras y verdaderas.
-Eres un cascarón vació y un espejo que refleja lo que todos quieren ver. No tienes voluntad propia y al mismo tiempo eres un títere de tus deseos.
Samuel se acercó hasta ella y se inclinó por encima. Rabioso y molesto con el dedo pulgar e índice tomó la barbilla de la joven, ella no se amilanó ante el reto que proyectaban los ojos azules de él.
-¡No te enseñaron tus padres el significado de la palabra peligro! – le habló Samuel con rencor
-¡No te enseñaron a ti a comportarte y manejar el mal genio! – le dijo Diana en un susurro y siguiendo el desafío.
Estuvieron así por lo que parecieron minutos antes de que Samuel hablara otra vez rompiendo el prolongado silencio. Los que pasaban se fijaban en ellos más de lo que deberían.
-Nunca vuelvas a intentar adivinar quién soy porque te sorprenderás de los resultados –
Diana se mofó en su cara con una sonrisa burlona:
-Ya te dije que eres y sabes la verdad de lo que te he dicho, si prefieres mentirte a ti mismo ¡adelante! Eres libre de continuar engañándote –
Samuel también sonrió casi sobre sus labios y en ese mismo instante el timbre dio fin al momento incómodo. Lentamente, Diana retrocedió de su toque y al recomponerse empujó su pecho con una mano.
Una cálida… perfecta…. Y pequeña mano
Pensó Samuel al apartarse afectado completamente.
Diana retrocedió dos pasos al sentir un toque sobre su brazo, al darse la vuelta Samuel tenía una expresión de diversión en el rostro.
-¡Vas a ser mía cristianita, te haré tragar las palabras que has dicho! –
-Me parece que te golpeaste la cabeza o tal vez no lo recuerdas: hace dos meses atrás me dijiste que nuestras dimensiones chocarían…
Diana se frotó el puente de la nariz con un gesto que indicaba más enojo que condescendencia.
-No se deberían juntar el agua y el aceite, ni lo salado con lo dulce, así mismo lo mejor para los dos, es que te mantengas alejado de mí – esto último lo dijo soltándose del agarre de Samuel
Diana volvió a su camino y entró en la escuela hacia la formación. Samuel curvó los labios en el amago de una sonrisa.
-No deberías jugar con fuego cristianita – murmuró Samuel mirando a la chica alejarse – puedo machacar tus sueños con tan solo un soplo.
Samuel y Diana eran como el agua y el fuego: el agua de la vida y el fuego destructor. Ahora ambos lucharían como pelean estos dos elementos. Pero cuando el fuego se une con el agua hay un gran peligro y es…
El vapor de la pasión.
Así como el viento huracanado llega para devorar. La vida de Diana y Samuel nunca más serían las mismas desde ese punto.
