Doce hermosas princesas, nacidas del amor más grande, han sido hechizadas por crueles demonios para danzar todas las noches hasta la muerte. Su madre, una duquesa de gran poder, prometió hacer del hombre que pudiera liberarlas, futuro duque, siempre y cuando pudiera salvar las vidas de todas ellas.
El valiente deberá hacerlo para antes de la última campanada de media noche, del último día de invierno. Scott, mejor amigo del esposo de la duquesa, intentará ayudarlos de modo que la familia no pierda su título nobiliario y para eso deberá empezar con la mayor de las princesas, la cual estaba enamorada de él, pero que, con la maldición, un demonio la reclamará como su propiedad.
¿Podrá salvar a la princesa que una vez estuvo enamorada de él?
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CAPÍTULO 8
Luego de ser colocadas juntas en la misma habitación, en el palacio auxiliar de invierno, Irene mandó a colocar un esquema de seguridad tanto afuera como dentro del lugar. El pabellón principal, el cual se componía de un hermoso salón de té, fue amoldado de inmediato para funcionar como recámara para las tres princesas.
Debido a que el lugar estaba abarrotado de puertas, aunque las princesas no tenían mucha privacidad, funcionaba perfectamente para estar alertas si los demonios volvían a buscarlas. No obstante, el estar lejos de su hogar, increíblemente, hacía que se sintieran más ligeras.
Incluso Beatrice, que no había querido comer nada desde hacía tres días, había despertado antes de que el amanecer comenzara, pidiendo un poco de comida. Sin embargo, Anastasia, quien era la que más afectaba estaba, seguía durmiendo.
Si bien su cuerpo estaba más liviano, como si hubiera salido de una cárcel en la cual estuvo encerrada durante siglos, el mundo de los sueños estaba siendo cruel con ella. Observando como su querida hermana Cosette, de noche, corría despavorida hasta el borde de un acantilado.
La pesadilla fue cruelmente repetitiva, viendo como Cosett caía hasta el fondo del mar, mientras un demonio alado la perseguía. Despertándose tras varias horas desde que llegó al palacio real, se sorprendió al ver donde estaba.
Pidiendo a varias doncellas ayudarla a ir al baño, dos jóvenes criadas la ayudaron mientras ella daba pequeños pasos a causas de sus heridas. Aunque no recordaba del todo lo que había pasado, cuando la dejaron un momento sola en el baño, se horrorizó al verse frente al espejo.
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Scott se encontraba en la habitación que le habían dado a Jeremy Jr. El pobre chico había quedado muy débil debido a la cantidad de sangre que había tenido que dar, por lo que estaba asegurándose de que pasaría pronto de su malestar.
Una vez terminó, procedió a dirigirse al pabellón donde estaban las princesas; sin embargo, el sonido de gritos hizo que se desviara. Encontrándose con las doncellas designadas a Anastasia, se encontró con la noticia de que la princesa se había encerrado en el baño.
—¡Ana!—comenzó a golpear la puerta—¡Ana, abre!
Las doncellas, extrañadas por escuchar como el mejor amigo del duque llamaba tan cariñosamente a la princesa, vieron como, después de varios minutos de insistencia, finalmente Scott logró forzar la puerta.
El hombre, al ver el charco de sangre, quedó pálido al ver como con sus propias manos Anastasia había destrozado el espejo del baño. Usando así uno de los fragmentos del espejo para hacerse pequeños cortes en la marca de su cuello.
—¡Ana!—gritó Scott.
Corriendo hasta donde la chica estaba, enrollada con la cabeza baja en una esquina, le quitó el fragmento de espejo y colocó su abrigo en el cuello para parar un poco el sangrado.
—¿Qué pasó?—preguntó angustiado.
Aunque los cortes, al parecer, eran superficiales, eran muchos. Se podía ver la pasión con la que la princesa había intentado borrar la marca. Tomándola en sus brazos, no tuvo de otra más que llevarla a su habitación, puesto que las otras princesas se pondrían mal al ver el estado de su hermana mayor.
—Soy la primera hija de la gran duquesa de Rosaria—susurró una vez la colocó en su cama—llevo la sangre de la misma mujer que es conocida por ser la primera fémina en el ejército...de ser la primera en heredar un título noble.
Scott, quien no sabía a lo que quería llegar la princesa, procedió a curar y vendar el cuello de Anastasia. No obstante, cuando el fin terminó, notó que esta lloraba.
—Entonces... si se supone que debo ser yo la heredera del título por ser la mayor—cerró los ojos con dolor—¿¡Por qué no heredé la fuerza de mi madre!? ¡Yo debí haber protegido a mis hermanas!
El mejor amigo de su padre lo único que pudo hacer fue escuchar sus lamentos en silencio, mientras la acunada en sus brazos. Cuando vio la marca de su cuello, recordó con claridad todo y aquellas vagas memorias de haber hecho el amor con un príncipe, se convirtieron en claras imágenes de haber estado con un monstruo.
Scott comenzó a arrullar a Anastasia, entendía muy bien cuál era su pesar. Debido a la sobreprotección de Serena, su madre no solo hizo que crecieran muy consentidas, sino que evitó inclusive que ella siguiera sus mismos pasos en el ejército.
Aquello le generó varios problemas con algunos nobles, puesto que era la única en no enviar a su primogénito a prestar el servicio militar obligatorio. Así que en realidad, el hecho de que Anastasia y sus hermanas fueran como fueran, en realidad fue producto de todas las cosas que estaban agobiando al ducado. Incluyendo aquella maldición anterior a su nacimiento.
—Perdí mi pureza con un monstruo—se separó al borde de vomitar—yo deseaba que fuera con usted...
—Cuando hacía mis viajes misionales—respondió acariciando su cabeza—me topé con muchas culturas y pude ver que la virginidad podía ser algo bueno como algo malo... sin embargo...
—¿Sin embargo?—preguntó cabizbaja.
—Ya sabes que estudié medicina con tu padre—habló con lástima—tuve que tratar a muchas niñas violadas por enfermos que querían su pureza; sin embargo, las que no morían quedaban marcadas.
Fue así como le explicó que, aunque la virginidad era algo valioso, no era indispensable para la vida. Puesto que, aquellas niñas sobrevivientes, cuando encontraban una razón para luchar, se convertían en un ejemplo digno a seguir. Desprendían una luz que ni siquiera las más "puras" hacían.
—¿Entonces no es el fin del mundo, si ya no soy virgen?—cuestionó con un tono de voz un poco más alto.
—La abuela Baba le decía a ellas "mujeres empoderadas"—sonrió mientras recordaba aquella época—, ya que lograron seguir adelante y adquirir una fuerza impresionante. Y aquello era el inicio de su verdadero mundo, así que, en efecto, tu vida no acabará, sino que es que tú decidas que pase.
Luego de aquella charla, Scott pudo dormir después de varios días en vela. La princesa, quien descansaba en la cama del hombre, observaba al hombre del cual estuvo enamorada toda su vida.
Scott era alguien raro en comparación al común, si bien era muy atractivo, y su cuerpo músculo sumado a su barba hacían que parecía un oso adorable digno de abrazar, su comportamiento no era para nada conservador.