Gabriel Patel y Xavier Hudson son como hermanos desde siempre y cuando ambos hicieron una familia quisieron que sus hijos siguieran la misma línea.
Pero quizás esa no era una muy buena idea.
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Nueve
Ella obedeció y para cuando habían pasado unos minutos después de las ocho tocaron en su puenta.
- Sé que te dije ocho y treinta pero no podía aguantarme, aunque no lo creas llevo mucho rato sentado en mi auto frente al edificio, debo tener asustado a más de un vecino. - se disculpó el hombre parado frente a ella por llegar tan temprano a buscarla.
- No te preocupes, ya había terminado, no quería que tuvieras que esperar por mi.
- Estás hermosa.- él caminó hacia ella y sin poderse contener le preguntó- ¿Puedo besarte?
La chica lo miró con ojos tristes y él simplemente acarició su mejilla con el pulgar.
- Perdón.- él no quería obligarla a nada, simplemente quería compartir esta noche con ella, después de cenar le devolvería la joya y se iría- Vamos ya, quiero que la pases bien.
El hombre la ayudó a subir al lujoso auto que conducía y después lo hizo él para arrancar rumbo a un exuberante restaurante en el que había reservado una mesa para dos.
- Necesito pedirte algo antes de que entremos- Xavier suspiró, llevaba la mano de la chica enlazada con la suya y la hizo detenerse antes de entrar al restaurante- No sé que te hizo cambiar de idea y espero saberlo, lo que sí sé es que esa joya debe ser muy importante para ti, pero te pido por favor que olvides el porqué estamos aquí, quiero que esta noche finjas que no soy ese que te causa repulsión y que está obligándote a acompañarlo.
- Yo no he dicho que me causas repulsión. - le confesó con las mejillas rojas y él simplemente le sonrió para seguir caminando juntos.
Entraron y enseguida fueron llevados al lugar reservado, era un sitio elegante y ella pensó que por suerte había escogido aquella ropa, pues él no le dijo nunca a donde irían.
La mesa que ocuparon estaba en un lugar privilegiado, desde ella podías ver a todo el que entraba de manera discreta pero nadie llegaba hasta allí a no ser con la intención de hablar con sus ocupantes, lo que les daba la seguridad de que no serían molestados.
Pidieron lo que iban a comer y se mantuvieron en silencio hasta que trajeron sus platos.
- Es un regalo de mis padre.- le dijo ella de pronto y el hombre no comprendió- La tobillera- entonces el soltó sus cubiertos y los puso al borde del plato para darle toda su atención- Me la regalaron al terminar mis estudios, por eso es tan importante para mi.
- Bien- fue lo único que le dijo.
- Ellos vendrán esta semana a Londres porque mi padre está enfermo y no quiero que piensen que estoy haciendo las cosas mal ahora que no estoy junto a ellos, no quiero preocuparlos, y si no tengo la tobillera se darán cuenta de que algo pasó.
El hombre volvió a mirarla con tristeza, estaba allí por amor a sus padres, él no movía ni un ápice de la fibra de su corazón.
- Está bien, comprendo, después de esta noche no me verás nunca más si ese es tu deseo, te prometí que te devolvería la joya y cumpliré mi palabra, pero ahora quiero que pasemos una cena tranquila, quiero verte sonreír y que tengamos una conversación como si fuéramos viejos amigos.
Ella asintió sin decir nada y se dispuso a complacerlo.
Bastante tarde salieron de aquel restaurante pero no regresaron al pequeño departamento todavía, el hombre aparcó a un lado de una concurrida calle y salió del auto para abrir la puerta del copiloto y alargar una de sus manos para que ella la tomara, y así la llevó a caminar por los paseos de una hermosa plaza llena de luces de colores y de flores que cubrían la noche con su olor.
Las doce de la noche ya habían pasado cuando ella abrió la puerta de su departamento y se paró frente a él, el hombre dejó de mirar sus ojos para deleitarse con sus labios, y sin poder aguantarse más la atrajo tomándola por la cintura con una mano y con la otra le aprisionó la nuca para besarla con lujuria.
A ella le habría gustado negarse a aquel beso, pero no podía engañarse, eso era lo que había estado anhelando toda la noche, estar entre sus brazos y que aquella boca devorara sus labios era lo que quería tener cada vez que lo veía sonreír.
Estuvieron entrelazando sus lenguas hasta que necesitaron respirar y solo entonces se separaron.
Xavier metió su mano derecha dentro de uno de sus bolsillos y sacó la tobillera, se agachó frente a ella y la colocó en su pie.
- Adiós Leicy. - le dijo al ponerse de pie, le dio un pequeño beso en los labios y fue a girarse para salir de allí, pero ella tomó su mano y lo hizo detenerse.
- Quédate- le pidió.
- No hay necesidad de que te sacrifiques, ya tienes tu tobillera, ahor...
No pudo terminar de hablar cuando sintió los labios de ella sobre los suyos en un intento de acallarlo y no se resistió, volvió a tomarla de la cintura y con el pie cerró la puerta que aún estaba abierta detrás de ellos.
¿Cómo llegaron a la habitación? Xavier no tenía ni idea, él solamente sabía que estaba desnudo en aquella cama sobre la mujer con la que había estado soñando más de una noche seguida y que lo mantenía expectante a cualquier señal que quisiera darle que le indicara que dejaba que él se acercara, y que la embestía una y otra vez mientras la escuchaba repetir su nombre entre gemidos.
Solo eso importaba en aquel instante de su vida, tener su cuerpo pegado al de ella como si la única forma de subsistir fuera estando entre sus piernas.
- Oh Leicy eres perfecta para mí, sigue así nena.- le pedía mientras ella lo recibía gustosa sin importar quienes eran o como habían terminado en aquella situación hasta que el dolor de las uñas de la chica entrando en su espalda y los gemidos agitados que salían de su garganta lo hizo reconocer que ella estaba alcanzando su climax y gustoso la acompaño por un túnel de luces resplandecientes y explosiones.
Pero aquella noche solamente comenzaba, sus gemidos se escucharían muchas veces más, hasta que ya no tuvieran fuerzas.
me quedo sin palabras
excelente la novela
un ejemplo para las mujeres
saber que pueden reconstruirse siempre. solo es querer hacerlo y tener amor propio
cada quien en su lugar
felicitaciones a la autora