"Guardianes"

Mientras tanto, en el castillo, el rey observa desde el balcón del salón del trono, la luz de la luna bañando la escena en un brillo frío. El reino, en silencio, parecía como si finalmente se hubiese calmado, pero el peso del caos aún colgaba en el aire. Su mirada, fría y decidida, se fija en el horizonte mientras llama a su primer ministro, Salazar.

— Salazar, comienza los preparativos para la reconstrucción del muro sur y de la ciudad. Que se envíen los recursos necesarios, que no haya demora. —ordena con tono firme.

El ministro asiente en silencio, se retira rápidamente y se aleja del salón. El rey, ahora sentado sobre su trono, sujeta su cabeza con una mano, pensativo. Su rostro, marcado por la duda, refleja la preocupación que lo consume.

— ¿Realmente esto ha terminado...? —murmura para sí mismo, cuestionando cuántos días más tendrán antes de que Mamon retome su ataque. — Mi reino... siempre se ha mantenido al margen de los otros cinco reinos... pero ahora, con la amenaza tan cerca, no puedo seguir ignorando lo que se avecina. Tendremos que abrir nuestras puertas... entrenar a más humanos con poder espiritual, prepararlos para lo que está por venir... pero... si los Guardianes se enteran... será una afrenta para su organización. —El rey suspira profundamente. — Ellos han trabajado en las sombras cien años... pero el reino de ReindHart... es la sede secreta de los Exorcistas... ¿qué pensará la organización cuando se enteren de que les hemos ocultado esto...?

El soliloquio del rey se ve interrumpido por la llegada apresurada de sus hijos, la princesa Franchesca y el príncipe Leon, quienes entran al salón con pasos rápidos, ansiosos por hablar con él.

Franchesca, con una expresión seria, se acerca al rey y le informa en voz baja:

— Padre, la horda del muro oeste fue detenida por Temerio sin problema alguno. Eliminó a un demonio de rango A... pero el otro demonio logró huir. No pudimos darle caza.

El rey asiente, aliviado pero preocupado.

— ¿Y el joven Alex? ¿Está bien? ¿Dónde se encuentra ahora? —pregunta el rey, su tono algo ansioso.

Franchesca responde, con un leve suspiro:

— Temerio y Eleonora se lo llevaron al orfanato para tratar sus heridas tras la batalla...

El rey, incrédulo, se gira hacia Leon.

— ¿El joven luchó? —pregunta, con una mezcla de sorpresa y admiración.

Leon asiente, con entusiasmo.

— No solo luchó, padre... ¡Alex no solo luchó, sino que fue él quien eliminó a Salaman de un solo golpe! Después, eliminó a 30 monstruos que acompañaban al otro demonio, quien huyó despavorido al ver su poder.

El rey, impresionado, se queda en silencio por un momento antes de dirigirse a Franchesca y Leon con una mirada decidida.

— Traigan a Alex aquí de inmediato... quiero darle las gracias y felicitarlo como corresponde, a un gran héroe como él.

Franchesca, con una sonrisa en los labios, detiene a su padre con una mano.

— Padre... no se emocione tan rápido. —le dice, con voz suave pero firme. — Alex está muy agotado. Lo mejor por ahora es dejarlo descansar y hablar con él mañana como se debe. Además... si vamos a buscarlo después de todo esto... Eleonora nos dará una paliza y nos sacará de su casa sin importar que seas el rey y yo la primera princesa.

El rey, por un momento, se queda pensativo, mirando a su hija con una leve sonrisa en el rostro.

— Lo que me faltaba... que una Sacerdotisa me dé una paliza... —murmura, suspirando, antes de ceder finalmente. — Está bien, mañana hablaré con él. Pero no olvides que este joven ha hecho lo impensable, y lo menos que puedo hacer es agradecerle por su valentía.

Franchesca asiente, contenta con la decisión de su padre, mientras Leon, con una sonrisa en los labios, observa cómo el rey se acomoda en su trono, ya decidido a hacer todo lo necesario para enfrentar lo que vendrá.

Continuará...

XintaRo.

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