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3. La Promesa y el reino encantado.
⚠️ Contenido explícito.
Llegaron a la casa de los Green después de una exhaustiva tarde de compras, Carrie sugirió que lo mejor sería darse un baño antes de cenar y Aidan asintió sin protestar. Realmente no tenía hambre, lo único que deseaba era que llegara la hora de dormir o más bien, la hora en que Carrie cumpliera con su promesa.
Luego de una leve discusión con la chica, fue exiliado de la habitación al cuarto de baño del pasillo. Refunfuñando cerró la puerta y abrió el grifo. Nunca se había sentido tan ansioso por estar con una mujer, quizás el maldito Jared agregó algún tipo de afrodisíaco en su nueva pócima.
Suspiró saliendo de la regadera, él mismo se desconocía. No sabía qué demonios hacía aceptando propuestas indecorosas de una extraña adolescente, sin embargo tenía sentimientos fuertes por ella.
Caminó a lo largo del pasillo y volvió a la habitación donde encontró a Carrie de pie junto a la ventana en medio de la oscuridad. Se acercó sigilosamente a ella, sonriendo, el momento que ambos anhelaron durante el día había llegado.
Carrie se giró, buscándolo en la oscuridad.
—Estoy lista —murmuró.
—Yo también —contestó Aidan rodeándole la cintura con los brazos. La tenue luz proveniente del pasillo apenas le dejó disfrutar la desnudez de su novia al despojarla de su bata de baño.
El rostro de Carrie teñido de un color cereza intenso, resplandeció en la oscuridad cuando Aidan se deshizo de la toalla que cubría su cintura, y éste sonrió besándole la mano mientras la arrastraba a la cama.
Carrie estaba convertida en un nudo de nervios, sabía perfectamente lo que debía hacer para darle placer a Aidan y lo pondría en práctica. Arrebatándole el control de la situación al chico, lo empujó suavemente de espaldas sobre la cama, acostándose encima de él permitiendo que la besara.
Las caricias fluyeron espontáneamente entre ellos, sintiendo el calor de sus cuerpos rozarse con cada movimiento. El amor galopaba con fuerza en el corazón de Aidan, siendo ese sentimiento el que aumentaba su deseo por ella. Nunca el cuerpo de una mujer había encajado a la perfección con el suyo, hasta ahora.
—Déjame verte, por favor —Fue difícil despegar sus labios de los de Carrie y sacar la lengua de su boca para pronunciar esas palabras, pero necesitaba complementar su sentido táctil con el visual.
Carrie capturó juguetonamente el lóbulo de su oreja, bañándolo con su cálido aliento agitado.
—Aún no —Cruel sentencia la que salió de sus jugosos labios.
El primer gruñido de placer se escapó de su garganta cuando la mano de Carrie se cerró alrededor de su miembro.
—No quiero que me veas haciendo esto —murmuró.
No necesitó preguntar más porque en ese momento se encontró regocijándose de alegría en su interior, ante el cumplimiento de sus oscuras fantasías, ella lo había tomado con su boca. Pedírselo hubiese sido imposible para él, pero Carrie en su envoltura de inocencia poseía los conocimientos y habilidades suficientes para satisfacer a un hombre, lamiendo su longitud como la paleta de esa mañana.
Aidan se arrodilló sobre la cama, apoyando sus manos en la pared. Carrie también cambió de posición escuchándolo gemir y agitarse cada vez más, sonidos que le indicaban lo bien que hacía su tarea. Era la primera vez que sentía el extraño sabor de un hombre en su boca, su lengua parecía enrollarse a voluntad propia en el cuerpo blando de él.
Aidan apoyó la frente en la pared al obtener su liberación, llegó a sentirse avergonzado no por el acto de cariño que Carrie y él habían protagonizado, sino por sus sonoros jadeos y gemidos haciendo eco en toda la habitación. Buscó a Carrie en la oscuridad, abrazándola y acostándola delicadamente sobre la cama.
La chica en un acto de bondad, tanteó sobre el buró encendiendo su luz amarilla de noche. Al instante, sus ojos se encontraron con los ambarinos de Aidan.
—Mi hermosa Carrie —le susurró al oído—, gracias. Ahora lo haré yo por ti.
Lo besó antes de permitirle descender a su vientre, abriendo los muslos para que él se acomodara dejando un rastro de besos a su paso.
Carrie suspiró sintiendo la aterciopelada lengua de Aidan golpeando con suavidad el centro de sus nervios. El sabor de ella, era tan sublime.
Carrie suspiró abrazando con fuerza uno de los pocos peluches que no habían volado fuera de la cama, y pese a sus imperiosos gemidos diciendo que no soportaría más, Aidan continuó.
Ella sonrió limpiándole las gotas de sudor que comenzaban a acumularse en su frente, por increíble que pareciera, comenzaba a enamorarse de ese hombre. Aidan le acariciaba los senos con devoción, y antes de llevarse uno a la boca susurró—: te quiero, Carrie.
Lo dijo porque quizá realmente era la primera vez que experimentaba el amor, aunque eso fuese un total espejismo para ambos.
La chica recibió su pequeña declaración de amor arqueando su espalda. Ninguno de los dos a pesar de ser primerizos había cohibido sus deseos, Carrie no sentía pudor alguno ante Aidan y no sabía si después de él, se liberaría de esa manera con otro hombre. Decidida, lo empujó al otro extremo de cama y con la mano temblorosa agarró el preservativo que descansaba en la superficie del buró.
Aidan la dejó colocárselo, alabándola en sus adentros por ser tan precavida. Intentó incorporarse, pero Carrie se lo evitó sentándose a horcajadas sobre él. Se preparó mentalmente y tomándose su tiempo, condujo el miembro de Aidan hacia ella. El pulso de ambos se disparó en cuánto completaron su unión.
Carrie se movía con gracia y lentitud con sus pechos rebotando al ritmo de sus movimientos. Aidan la apoyó sosteniéndola por la cadera, y las lágrimas brotaron de un momento a otro de aquellos orbes marrones.
—No quiero que te vayas —El dolor no era físico sino del alma—. Prométeme que no me dejarás después de esto.
Aidan la abrazó con fuerza. La respuesta que Carrie esperaba, jamás llegó a sus oídos, Aidan la dejaría y no quedaba más que disfrutar de la bonita experiencia que siempre recordarían.
Declarándola incapaz de continuar liderando la batalla de amor, Aidan la recostó en el lecho para ser él quien acoplara su ritmo. Apretó con fuerza el respaldo de la cama que compartían, mirando la pureza del alma de Carrie a través de sus ojos.
Esa noche, Aidan se definió como la peor de las escorias existentes. Carrie en pocas horas, le había dado todo lo que él buscó por años, fue entonces cuando se preguntó si en realidad ese amor que palpitaba y dolía en su corazón, se debía a la poción de Jared.
Magníficamente, se abrazaron sintiendo cómo el temblor de sus cuerpos hacía vibrar las gotas de sudor que transitaban por sus pieles, uniéndose al igual que sus respectivos dueños. Con sus últimas energías, Carrie se aferró a los labios de Aidan temiendo que al despertar, él ya no estuviese a su lado.
—Duerme, novia mía —gimoteó Aidan pasándole un mechón de cabello detrás de la oreja—. Aún nos quedan un par de días.