Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Diecinueve
Franco despierta sintiendo los besos que su mujer está repartiéndole por todo el rostro, extrañamente hoy se voltearon los horarios, Alejandra abrió los ojos temprano y después de mirar a su novio dormir por largo rato, decidió espantarle el sueño con caricias de sus labios.
Aún sin abrir los ojos la sonrisa del hombre se ensancha y abraza fuertemente a su mujer, descubrió que con ella puede dormir no solo plácidamente, si no más de su horario habitual.
Después de alistarse y desayunar juntos, la deja en su trabajo y él se dirige directamente a su apartamento, debe arreglar cuentas con su hermana, no le permitirá una ofensa más.
—Recoge tus cosas y te regresas a Toronto— el tono fuerte y amenazante, que no deja duda de su enfado, es el único saludo que recibe Julieta de parte de Franco, a la vez que la tostada que estaba a punto de llevar a su boca queda a medio camino.
—Oye ¿Qué te pasa? ¿Por qué me echas?...
Él no necesitó dar más explicaciones, su hermana entendió que no le perdonará tan fácilmente su accionar, le preocupa perder los beneficios que por años su hermano le brindó; si bien ella trabaja en el ámbito de la moda, es el dinero de Franco con el que puede financiar su estilo de vida. A su juicio, esta es una razón poderosa para detestar a Alejandra y buscar un rompimiento en la relación, pero deberá calmar las aguas y pensar bien una estrategia...
Hace tres meses que el par de enamorados son oficialmente novios, él ha sabido imponerse sobre todo aquel que intente desestabilizar su relación y los lazos creados por ambos cada vez son más fuertes; la empresa de Franco cada vez genera mayores dividendos y Alejandra comenzó su tan ansiada maestría, con el pago por la restauración del grabado, que también le abrió las puertas para aceptar pequeños trabajos. Esta noche él invitó a cenar a su novia y suegra...
El timbre del apartamento suena, Alejandra abre la puerta para recibir a su apuesto novio con un efusivo beso, Marta se encuentra en la sala perfectamente ataviada esperando por su yerno, lista para salir.
—Buenas noches, señora Smith— saluda Franco educadamente adentrándose al lugar, a la vez que le extiende un ramo de rosas rosadas —son para usted.
—Muchas gracias, ¡qué caballero!, no debió molestarse— expresa la mujer visiblemente complacida y el canadiense sonríe de lado, al ver las señales de que ha anotado con ese gesto los puntos que quería.
Desde el asiento de copiloto, la joven observa a su novio ligeramente nervioso y supone que es por la compañía de su madre; lo que ella no imagina es que la cena no solo incluye a Marta, también estarán presentes sus hermanos, los padres de él, Belkis y Reinaldo Leiva, estos últimos son los cómplices que ayudaron a preparar todo.
Aparca el vehículo frente al restaurante más exclusivo de Manhattan, el valet parking toma las llaves del auto de las manos de su conductor, cuando este lo rodea para abrir las puertas y ayudar a salir a sus acompañantes.
Alejandra no puede disimular la sorpresa que se lleva al encontrar dentro del recinto a todas esas personas, Stella es la primera en acercarse a ella para darle un afectuoso abrazo, seguidamente Carlos Alcázar la saluda de la misma manera que su esposa ante las miradas de asombro de sus hermanos y cuñadas.
La cena transcurre muy amena, tal vez la presencia de los canadienses hace que los hermanos Smith guarden la compostura. Franco cada vez se siente más ansioso, tiene miedo a una respuesta negativa, pero finalmente llama la atención de todos, toma la mano de su amada y la insta a levantarse para conducirla al centro del lugar.
—Desde hace más de un año que me he enamorado de ti de distintas maneras, primero te amé cuando no tenías rostro, ni edad, ni nombre— Alejandra sonríe mordiendo su labio inferior para evitar derramar lágrimas —luego me enamoré de tu imagen en una fotografía y finalmente, termine rendido cuando por primera vez te ví en persona y me perdí en esos pozos profundos que son tus ojos; por eso y muchas cosas más, consciente de que eres el complemento de mi vida— el rubio coloca cuál príncipe de cuentos una rodilla en el suelo a la vez que abre una cajita de terciopelo mostrando el anillo adornado con un llamativo diamante, la emoción ya no le permite a ella controlar sus lágrimas —¿quieres casarte conmigo?
Cubriendo su rostro con ambas manos asiente con la cabeza para luego lanzarse en brazos de su ahora prometido, el restaurante estalla en aplausos y comienzan a felicitarlos, Marta está feliz, ahora está segura de que su hija no será una solterona y todos celebran ante la mirada envidiosa de Lilly.
—Cuñado, no se aceptan devoluciones— dice Pedro en tono que no se sabe si es broma o burla.
—Nunca la devolvería, es mi vida— responde para tomar el rostro de su chica y fundirse en un apasionado beso.
La celebración terminó, los comensales comienzan a retirarse, los últimos en salir son los novios y los padres de ambos. El sonido de un disparo llama la atención y en el pensamiento de Alejandra se traslada en que sus hermanos salieron poco antes, busca con la mirada y ve a Diego forcejeando con un hombre y Pedro le quita el arma de fuego; por instinto y sin que nadie tuviera tiempo de evitarlo corre hacia ellos, cuando está a escasos metros ve el reflejo de un cuchillo en la mano de otro hombre y que iba directo a su hermano mayor, el instinto de protección se hace primario en ella y se atraviesa entre el atacante y él, para protegerlo con su cuerpo.