Todos los del pueblo le temían a una niña de ocho años, muchos dijeron que poseía una aura que no pertenecía a este mundo. ¿Pero son todos los del pueblo ovejas sin manchas?
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¿No te soy suficiente?
Todas estaban reunidas en casa de Martha nuevamente, esta vez por una razón más importante que tomar el té mientras chismeaban sobre los demás.
Raquel acarició la espalda de Martha, intentando tranquilizar a la pobre. Quien era un mar de lágrimas, su maquillaje se había escurrido, se veía destruida.
—¿Por qué a mí don Griffin? —Martha se quejó como una adolescente en mitad de la pubertad. Y Raquel junto con Juliana intentaron calmarla, las demás también sintieron pena por la situación.
—¿En serio no podemos hacer nada? Esto es una pesadilla —, dijo Abigail.
—Podemos hacer justicia con nuestras propias manos, ella no es una niña, es un demonio. Cómo se atrevió a dañar a un ser tan inocente. —Juliana se expresó, como si ella fuese un cordero blanco sin manchas. Ni siquiera las palabras se le atoraron en la tráquea al decir aquello.
Horas antes.
Jul salía de su casa a escondidas de sus padres, no tenía ganas de ver la cara de alguno de ellos o tener que pasar el día completo junto con su padre. Quien dejó de ir a trabajar como hacía frecuentemente y estaba más presente en casa, por lo tanto, quedarse allí sería como cavar su propia tumba.
Y cuando cruzó la cerca de la casa de Martha, observó a Jane cargando a don Griffin y saliendo silenciosamente por la valla. No era tan temprano, pero, aún faltaban despertar algunos, dentro de los cuales se encontraba la señora Martha.
Jul siguió a Jane, viendo a esta adentrarse al bosque, Jul la persiguió de cerca sin ser notada. Viendo la dirección tomada de Jane, ella se dirigía a la guarida secreta. Cuando Jane estuvo frente a la guarida, amarró con una soga a don Griffin en un árbol y luego entró a buscar herramientas.
—¿Jane, qué haces? —Jul dejó de esconderse y la enfrentó cara a cara.
—Pensé que estarías viendo a escondidas para siempre. ¿Qué hago? No preguntes cosas obvias. —Jane levantó el cuchillo y se lo clavó al gato en el cuello, quien maulló de dolor mientras se desangraba y lentamente su voz desaparecía.
—¡Por qué haces eso! —Jul empujó a Jane, quitándola de encima del gato y se acercó para ayudar al gato.
—¿Qué acabas de hacer Jul? ¡Largo de mi vida! Sí no estás dispuesta a verme como soy, largo. Nunca di imagen de paloma blanca, entonces, ¿por qué te confundes? —Jane preguntó dolida, de hecho era la primera vez que sentía ese tipo de dolor. Ella se levantó molesta y cogió el cuchillo. —Ya sé, si te clavo esta preciosura, me sentiré mejor. —Jul se alejó asustada. Pero, su estado de shock no le permitió ni ponerse de pie.
—Lo siento, no te quise empujar. Es que siempre jugaba con don Griffin y es como un amigo y que tú le hayas hecho algo así me molestó bastante. Perdón, no haré algo como eso, así que, no me alejes de ti, me gustas. —Jane siguió viéndola con esa cara molesta, pero, bajó el cuchillo y lo tiró en la nieve, manchando el suelo de rojo. Blanco y rojo, que bonita combinación.
—Es que era mi amigo… —Jane imitó la voz de Jul burlándose de ella y esto le causó risa a Jul quien comenzó a reírse. Jane se acercó y recogió la cosa del suelo. —Solamente necesito sus ojos, luego te devuelvo a tu amigo. Puedes guardarlo aunque no se mueva. —Jul asintió y se levantó del suelo, se quitó la nieve de la ropa y luego entró dentro junto con Jane.
De regreso al presente.
—¿No dijiste que lo ibas a conservar? —Jane preguntó mientras observaba como Jul cavaba un agujero en el suelo.
—No tenemos un frasco tan grande, como para que quepa don Griffin. Además, lo mejor es darle un entierro apropiado. —Jul derramó algunas lágrimas y siguió cavando.
—¿Un entierro apropiado? Mis objetos anteriores no tuvieron ese privilegio. De hecho, ellos dos me quitaron a mis objetos. —Jul volteó a ver a Jane, quien tenía una mirada perdida y melancólica a la vez. Seguramente estaba recordando algo. —¿Si mueres, deseas un entierro apropiado?
—No, no quiero estar alejada de ti. A menos que seamos enterradas juntas. —Comentó Jul.
—Yo no deseo ningún entierro, bueno tampoco habrá alguien que esté dispuesto a darme un entierro apropiado. —Jane habló burlándose.
—Pásame a don Griffin—, Jane pateó al gato y lo hizo caer al agujero. —¡Jane!
—No grites loca, estoy despidiéndome de tu amigo—, dijo con sarcasmo.
—¿Podrías dejar de lastimar a los gatos, a todos los animales en general? —Esa pregunta desubicó a Jane, quien miró a Jul molesta.
—Si no te gusta verme hacerlo, largo. No es tan difícil. Ash, sería aburrido si no tengo cosas lindas, ¿entiendes? —Jane le explicó algo molesta a Jul.
—¿No es suficiente con tenerme?
—¿Quieres terminar como las demás cosas? No, tú tienes miedo. Ya, vete y regresa a tu mundo perfecto. Yo no quiero verte más, me estás molestando mucho. —Jane comenzó a alejarse y cuando Jul escuchó sus pisadas se levantó y corrió a abrazarla.
—Ya no voy a molestarte, no voy a quejarme, solamente no me dejes. —Jane le quitó las manos y la empujó.
—Maldita sea, Jul. Deja de querer hacerme tuya, veo tú manipulación, pero, basta. Eres igual a ellos, que asco. —Jane se alejó molesta y Jul se dejó caer de rodillas llorando y arrepentida por intentar controlar a Jane.
—No, no, por favor Jane, perdóname. Realmente me gustas y sí o sí tendrás que quedarte a mi lado, o sino me muero. —Jane escuchó eso, sin embargo, no se detuvo y siguió su camino. —¡No! —Jul empezó a golpear el suelo con rabia y soltar gritos bastante enojada.