Queda huérfana y tiene que cuidar de sus hermanos, así que con sólo 15 años se casa con un hombre ciego y malhumorado.
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Capitulo 9.
Cecilia no se enoja con la actitud de Camila. Se siente complacida, se da cuenta de que ella no busca la comodidad del apellido Spencer. Eso le agrada. Al que no le agrada es a su hijo. Pues ahora siempre que regresa a casa ella no está. Empieza a extrañarla. Y se odia a si mismo por tener ese sentimiento. Unos días después, Camila está trabajando en la cafetería, se acerca a una mesa para tomar la orden y ve a su esposo. Ella traga saliva y lo atiende.
— ¿Qué le ofrezco? — Pregunta como si el fuera un completo extraño.
— Quiero que vengas a casa conmigo.
— Estoy trabajando.
— ¿Quién te dió permiso?
— No necesito uno.
— Tu...
— Yo te invitaré un café. — Dice ella y se aleja de la mesa. Va con su compañera y le dice lo que supuestamente ordenó Bruce.
— Déjame llevarle el café. — Pide su compañera emocionada..
— ¿Por qué?
— Quiero darle mi número.— Camila se pone muy celosa.
— El es ciego.
— ¿Qué?
— ¿No viste el bastón que carga en la mano? — La compañera observa y cambia de opinión enseguida.
— Olvídalo. Llévalo tu. — Camila se siente complacida, va y le da el café a Bruce.
— Ya no vengas a mi trabajo. — Le pide ella enojada.
— ¿Por qué? ¿Te molesta mucho verme?
— Me molesta mucho que te vean. — Le dice muy seria. — No quiero que otras codicien lo que es mío. — Bruce se ríe burlonamente.
— ¿Dices que soy tuyo?
— Si. Eres mi esposo. Eres mío.
— Niña. Yo estoy muy lejos de ser tu... — Camila toma una galleta, y la pone en la boca de Bruce. — Son la especialidad de la casa. Espero le gusten. — Dice ella y se va.
Su compañera le pregunta por qué le puso la galleta en la boca, Camila responde que el hombre se lo pidió. Al parecer no puede mover muy bien las manos, miente para que pierda el interés totalmente en el.
Bruce no se va hasta que ella termina de trabajar. El sale primero y la espera dentro del auto. Camila sube, está esperando una regañada por lo que hizo. Sin embargo no pasa. El no le dirige la palabra en todo el viaje.
— ¿Estás enojado? — Pregunta ella cuándo casi llegan a la casa.
— No. — Responde el secamente.
Unos minutos después ya están en la villa, ella baja del auto para ayudar a Bruce, pero este no deja que ella lo ayudé. Van al comedor, ahí está Luis, su suegra, su suegro, y los niños. Ella saluda a todos y luego se sienta.
— ¿Cómo te fue en el trabajo? — Pregunta Luis.
— Bien. Gracias.
— Un día de estos iré a conocer la cafetería. Quiero ver si eres buena en lo que haces. — A Bruce ese comentario no le agrada. Se enoja pero intenta no demostrarlo.
— Claro que soy buena. — Se defienden ella con una sonrisa. — Puedes venir cuándo quieras.
Bruce se enoja aun más y se levanta de la mesa.
— Nosotros ya nos vamos. — Camila apenas y a probado la comida, a él no le importa y se la lleva.
— Tengo hambre. — Le dice ella para que la dejé volver a la mesa. Pero el la ignora y la lleva a la habitación.
— Quítate la ropa. — Le ordena.
— Pero...
— Dijiste que te podía tomar cuándo quisiera. Bueno ahora quiero. — El la rodea con sus brazos. Luego la besa de una forma apasionada, Camila le corresponde el beso, ahora ya no es tan torpe cómo antes. El pone sus manos sobre la ropa de ella y se la empieza a quitar. Camila está muerta de los nervios. Bruce la levanta y ella pone sus piernas alrededor de su cintura. El está a punto de quitarle la ropa interior, pero se arrepiente.
La baja de sus brazos y la deja sobre el suelo.
— ¿Qué pasa? — Pregunta Camila al ver que el se detiene.
— Es mejor que te duermas. — Contesta Bruce y se mete a bañar. Camila no entiende que hizo mal.
— Tal vez fui demasiado torpe. — Dice ella en voz baja. Se mete a dormir y al poco tiempo siente a su marido en la cama también. Ella lo abraza y el se queda inmóvil.
— ¿No me odias? — Pregunta el.
— No. ¿Por qué lo haría?
— Quiero que nos divorciemos. — Le dice el sin una pista de malestar en su voz.
— ¿Hice algo mal?
El piensa que ya sido demasiado buena, tanto que no la merece.
— Si. Has hecho muchas cosas mal.
— Dime qué, intentaré mejorar.
— No me gusta que seas tan ingenua. Eres una chica debil. No quiero cuidar de ti.
— Intentaré...
— No vas a intentar nada. Es mejor que dejemos la relación aquí. Hablaré con mi madre. Nos vamos a divorciar. — Bruce aparta los pequeños brazos de Camila. Ella se siente muy triste, en el fondo esperaba que si funcionará. Pero ahora está resignada a qué no será así.
A la mañana siguiente Bruce habla con su madre. Le cuenta su decisión y ella porsupuesto la rechaza. No puede permitir que los sentimientos de Bruce, se paralice de nuevo.
— Ya he aceptado seis divorcios sin poner objeción. Has duraron menos de cinco meses con cada una de tus esposas. Te casaste hace poco. No voy a permitir que te divorcies nuevamente.
— Quiero hacerlo. No me puedes obligar a permanecer casado.
— Si puedo. Ella no aceptará el divorcio. Sabe que no la dejaré ver a sus hermanos si lo hace.
— Deja de amenazarla. Deja que ella crié a esos niños. Estoy seguro de que lo hará bien.
— No aceptaré nada. Yo se que tienes sentimientos por ella. De lo contrario no te ibas a preocupar .
— Es una niña. ¿Cómo puedo quererla?
— Tal vez tus ojos no vean lo hermosa que es. Pero la has ido conociendo. Te gusta su forma de ser.
— No. Te equivocas. Nada de ella me gusta. Todo me desagrada. Quiero divorciarme.
— Está bien. Si tanto deseas eso te ofrezco un trató.
— ¿Qué clase de trató?
— Esperemos a que sea mayor de edad, cuando cumpla 18, si todavía no la amas haré que se divorcien.
— ¿Quieres que esperé más de dos años?
— Si. Al menos tendrás un matrimonio largo está vez.
— Mamá no puedo. Eso es mucho tiempo.
— Es eso o estar toda tu vida junto a ella. — Dice su madre muy segura. Bruce sabe que si Cecilia dice algo, eso pasará, no puede llevarle la contraria. Pero tampoco le hará las cosas fáciles.
— Está bien. Aceptó. — Le dice y sale de su habitación para irse a la suya, le pide a una empleada que vaya con el. La mujer obedece, al entrar le pide que arme su maleta. Ella no pregunta si irá de viaje ni nada por el estilo. Se limita a obedecer.
Camila vuelve al anochecer, nota que falta mucha ropa de su esposo. Se pregunta que pasó. Ella baja a cenar y no lo ve en la mesa.
— El se fue. — Le dice su suegra.
— ¿A dónde se fue? — Pregunta ella.
— No lo sé. Pero posiblemente no regresé en un tiempo.
Camila se entristece, tal vez no era el mejor de los esposos, pero ella lo extrañará.