Después de una larga y feliz amistad llega un penoso y accidentado matrimonio para terminar en un frío y amargo divorcio
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Abogado
La sirvienta se apresuro a entrar a la cocina, el pan era fragante, aún permanecia caliente y crocante.
Isabella estaba por terminar su desayuno ligero pero cuando el aroma inundó sus fosas nasales su apetillo aumento.
— Señora, aquí tengo pan para acompañar su desayuno – dijo la sirvienta mientras colocaba el pan en una canasta y lo acercaba a Isabella.
— Wow, luce muy bien, muchas gracias.
Isabela tomo una pieza y la comió con gusto.
Después de terminar el desayuno, subió a su habitación, se dio una ducha y se puso ropa cómoda.
Philen no tardaría en pasar por ella.
Pasaron pocos minutos cuando Philen le llamó por teléfono.
— Buenos días Phill
— Buenos días Bella. Estoy por llegar a tu casa, hay demasiado tráfico, puedes esperarme afuera por favor.
— Claro, salgo enseguida.
La llamada fue corta, Isabella retocó su labial, tomó su bolso y salió.
Solo espero alrededor de 3 o 4 minutos cuando pudo ver el auto deportivo rojo de Philen.
Esa era una de las cosas que compartían, la afición a los autos deportivos, muy estilizados, elegantes y sobre todo veloces.
Isabella dibujo una sonrisa en sus labios y cuando el auto estuvo frente a ella subió y beso en la mejilla a Philen.
— Estás de muy buen humor.
— Si, me cance de la amargura.
— También tienes un look más relajado.
Isabella llevaba ropa bonita pero más del estilo urbano, a diferencia de la clásica ropa de trabajo que usaba, tajes de dos o tres piezas, que la hacían ver más eficiente pero también más distante de todos a su alrededor.
— Si, hoy presentaré mi renuncia en Recursos humanos.
— Pero no tendrías que presentarla ante la junta de accionistas, tu cargo no es cualquier cosa.
— Lo pensé, pero eso tomaría mucho tiempo, tendría que convocar a una reunión y si no aceptan mi renuncia tendría que seguir trabajando sintiendome obligada.
— En eso tienes razón.
— Si, si solo entrego la renuncia, el tiempo en que se la presentan a Massimiliano es tiempo de ventaja para mí, cuando me convoque a su oficina yo ya no estaré en esta ciudad.
Las manos de Philen temblaron y dio un rápido volantazo y freno en el acotamiento.
Isabella se agarró fuerte del asiento, era una suerte que tuviera el cinturón de seguridad.
— Phillen, estúpido, quieres matarnos – replicó Bella.
— No, no, disculpame, solo me tomaste por sorpresa.
— ¿Eres tonto o qué? eso no justifica que manejes así.
— Perdón, ¿estás bien?
Isabella llevó sus manos a su vientre, era un movimiento que hizo de forma mecánica.
— Si, estoy bien, pero no vuelvas a hacer algo así, nunca más en tu vida.
— Está bien. Pensé que solo te divorciarias no que te mudarias, eso es demasiado.
— Estoy embarazada, si me quedo aquí toda mi vida se volverá un caos, además no quiero ir a cualquier lugar y que me miren con lástima ya me imagino los comentarios venenosos “ Mira Isabella Castelli, la mujer abandonada" tampoco quiero que mi bebé sufra, es mejor de está de forma.
— Todo eso lo entiendo, pero...
— Pero nada, en cuanto me instale podrás ir a visitarme, tu serás el padrino de mi bebé.
Las palabras de Isabella eran de consuelo a su amigo y aún cuando se sintió alagado por ser invitado a ser parte de su vida futura y la de su hijo no se sintió mejor.
Philen reunió todo su autocontrol y retomo la carretera, había un silencio incómodo en el auto, cuando llegaron a su destino ambos sintieron un poco de alivio.
Philen e Isabella bajaron del auto y se dirigieron a la oficina del abogado.
— Buen día señora Rinaldi, tome asiento, ¿en qué puedo ayudarle? – saludo cortésmente el abogado que ya esperaba por ellos.
Un hombre de aproximadamente cuarenta años, con sonrisa tranquila pero mirada de halcón.
Isabella sacó de su bolso un sobre, en el tenía el acuerdo prenupcial que firmó antes del matrimonio.
— Quiero el divorcio pero no quiero ir a juicio ni nada por el estilo, tengo cosas que resolver en el extranjero y pienso cambiar mi residencia lo más rápido posible, así que no hay tiempo que perder.
— Entiendo lo que desea pero no es tan sencillo, la separación de bienes la tiene que hacer un valuador además de que un inventario de sus bienes toma tiempo.
— No se preocupe, el acuerdo prenupcial le ayudará a determinar lo que por derecho me corresponde, pero si encuentra alguna traba en el proceso, solo renunciaré a todo, no quiero bienes ni dinero.
— ¡Señora! ¿tan convencida está?
— Por supuesto, solo quiero una vida tranquila.
— Ha pensado que si su esposo no quiere el divorcio eso será un impedimento para usted.
— Si pone atención a lo que está en la segunda Clausura del acuerdo prenupcial falicitara todo.
El abogado comenzó a leer el acuerdo, como bien había mencionado Isabella, en el acuerdo ya estaba estipulado el porcentaje de la fortuna que le correspondía y la clausura a la que ella tan firmemente se refirió hablaba de divorcio si Massimiliano tenía otra mujer por fuera.
— Señora, usted dice que su esposo tiene una amante, pero no tiene evidencia, tenemos que recolectarla para que sea irrefutable.
— Creo que un hijo es una evidencia irrefutable.
El abogado se quedó mirando fijamente a Isabella, ella tenía razón, un hijo era suficiente evidencia de engaño.
— El niño aún no está registrado bajo su apellido, pero sin duda pronto lo hará, le pagaré muy bien, si esta atento a ese registro para que inmediatamente después de que lo registre le presenten la demanda de divorcio.
— Por supuesto que se hará como usted dice, solo que los servicios que usted solicita, tienen un costo elevado por la premura.
— No importa el costo, solo quiero rapides y eficiencia.
— Como ordene señora, entonces pondremos manos a la obra.
— Bien.
Isabella se despidió y salió de la oficina del abogado, afuera la esperaba Philen que parecía un poco ansioso.
— ¿Cómo te fue?
— Bien, al parecer no hay problema con el divorcio, tendré que pagar un costo más alto de lo imaginado pero sin duda vale la pena.
— ¿Estás segura de esto?
Isabella comenzó a dudar, pero su mente pronto se vio inundada de escenas de rechazo de Massimiliano y como él con solo unas pocas lágrimas corrió a consolar a Eloísa.
Era algo que le dolía y hacia que su corazón tembladara de irá y tristeza.
— Si, lo estoy, más que nada en mi vida.
— Bien, ¿ahora a dónde la llevo Señora Rina...lo siento, Señora Castelli?
Por un momento Philen tuvo un mal sabor de boca, tuvo un error que sin duda afectaría en el estado de ánimo de Isabella.
— No te preocupes Phill, es algo a lo que yo también me tengo que acostumbrar.
— Tengo el día libre hoy, así que puedo llevarte a dónde quieras, hoy seré tu chófer personal. – dijo Philen con una brillante sonrisa.
Estas palabras simples hicieron que la tensión que había se evaporara.
— Está bien, entonces a la oficina y después por mi bebé, está solo en ese feo estacionamiento – dijo mientras hacía un tonto puchero.
— Bien, entonces allá vamos.