Atrapada Por El CEO Que Cayó Del Cielo

Aiyana Tsosie a sus veintitrés años conocía el significado del silencio. Lo había heredado de su pueblo, la Nación Diné y lo había abrazado en la cabaña que sus abuelos le dejaron un año atrás, en la zona boscosa y aislada del territorio ancestral Navajo en Arizona. Era allí, entre la sombra de los pinos y el aroma a tierra húmeda, donde su linaje se sentía más fuerte.

Su piel morena dorada, acostumbrada al sol, brillaba incluso en la penumbra de la tarde, y sus ojos verdes como el jade resplandecían con una intensidad que no necesitaba compañía. Con su cuerpo esbelto y la gracia de quién se mueve al ritmo de un tambor invisible, Aiyana era una mujer Diné sola, orgullosa de su herencia.

☆Aiyana Tsosie☆

Aiyana vivía del sustento que le daba el bosque y la pequeña granja que mantenía junto a su cabaña tal como la dejaron sus abuelos. Su orgullo eran las gallinas de raza A'shiiké, robustas y raras, que le daban huevos y carne, sus dos vacas que daban leche para cada día, asegurando su independencia. Su vida era un ciclo de Hózhó, de paz y equilibrio: cuidar su huerto, tejer y velar por sus animales.

Aiyana gozaba de esa paz que muy pronto sería interrumpida por el sonido más ruidoso de su vida.

La tarde era de una calma engañosa, un azul perfecto sobre las copas de los pinos. Aiyana estaba doblando unas mantas de lana cuando percibió un sonido, no era el viento ni un animal, una máquina lujosa y equivocada invadiendo su santuario, volaba mas bajo de lo normal.

Dirigió su mirada al cielo, frunciendo el ceño. El sonido creció de manera exponencial, revelándose como el estruendo agónico de un jet que exploto en el aire. El cielo tranquilo fue rasgado por el rugido de la tecnología corrupta y de repente, fue sustituido por un crujido brutal, veia algo en llamas bajar del cielo y un impacto final sacudió su cabaña.

Aiyana entro rapidamente a su cabaña y en el suelo estaba un hombre mal herido, parecía que la explosión alcanzó el paracaídas que traia puesto y parte de su cuerpo, ella no lo movio reviso su corpulento cuerpo y solo veia quemaduras mas una pierna rota, trajo rapidamente una tijera rasgando el carisimo traje que el traia puesto para luego con dos maderos delgados entablillar su pierna poniéndole el hueso en su lugar escuchando el crujido, tenia un gran golpe en la cabeza y ella tambien lo vendo rompiendo una sabana vieja, apreto fuerte los vendajes para evitar se forme un coágulo veia el gran forado en el techo de su cabaña, pero pensó que eso era lo de menos.

Lo arrastro como pudo a la habitacion que era de sus abuelos y subiendose sobre la cama logro jalarlo de los brazos y subirlo en ella.

Aiyana corrió al bosque en busca de algunas hierbas, saco otras de su huerto y en un mortero de piedra hizo un emplasto que le echó a sus quemaduras sobre todo a su rostro enrojecido. No sabía quién era aquel desconocido, pero sus abuelos le enseñaron a hacer siempre el bien, y si ella queria estar en paz con la naturaleza tenía que atender a aquel ser en desgracia que por algo cayo en su cabaña.

Aiyana fue criada desde los dos años de edad por sus abuelos, no tenía recuerdos de su madre, estudio gracias a ellos en una escuela publica a la que la llevaba su abuelo en su camioneta, pero los principales conocimientos los obtuvo de la sabiduría de sus abuelos, venían de generación en generación, tenía un gran conocimiento de las hierbas y sus propiedades curativas.

La noche cayó pronto y Aiyana vigilaba su respiración, él respiraba sin dificultad, pero aún no despertaba, recordaba como vio al hombre caer, como se quemaba su paracaídas y se cayó contra su techo que amortiguo parte del golpe por que alli extendio paja para que seque para en las nevadas de invierno tener que dar de comer a sus dos vacas.

En medio de su preocupacion se reviso mil veces clavándose los dedos de las manos y los píes con agujas, él respondía encogiendo el dedo y llegaba a encoger toda la extremidad eso le hacía ver que él no tenía dañada la columna, pero aun no despertaba.

Se echo a dormir en mantas a los pies de la cama de sus abuelos para así poder cuidar al extraño, en la mañana muy temprano vigilo que no tenga calentura, y no la tenía, salio a dar de comer a sus animales y sacar la leche de sus dos vacas, de su huerta trajo todo lo que necesitaría para cocinar, prendió el fogón y se hizo desayuno, pensaba en cuanto tiempo pasaria sin despertar el desconocido.

Esa mañana vino Hania (Significa Espíritu Guerrero en Navajo), y llamaba a Aiyana desde la entrada.

Aiyana: "Hania que te trae por aquí".

Hania: "El presidente, mando revisar si los restos de ese avión que exploto no dañaron a nadie, ayer se vio caer a tu cabaña un objeto ardiendo, quise venir yo mismo a saber como estas".

Aiyana: "No, me paso nada estoy bien,.gracias por la molestia de venir a preguntar".

Hania: "Se ve un forado en tu techo, déjame ayudarte Aiyana, ire a traer madera y aislante para el tiempo de nieve, creo que es mi obligación si quiero que seas mi esposa".

Aiyana: "Te lo agradecería y te diría que si, pero no quiero que te andes haciendo iluciones que aceptare ser esposa tuya, ya quitate eso de la cabeza y quitale eso de la cabeza a tu papá".

Hania: "No vas a encontrar mejor esposo, no se por que te reusas igual caerás no tienes a nadie, estas sola".

Aiyana: "Gracias por venir a preguntar, pero yo resolvere mis problemas sola, a mi nadie me va a obligar a casarme con nadie, no les hice caso a mis abuelos, menos a las amenazas tuyas, Hania voy a ir al concejo a quejarme donde sigas con tu insistencia, yo tambien tengo camioneta para ir por el aislante y en mi propiedad la madre tierra me provee de madera, la madre tierra sabe todo y ella ya me dio madera desde hace meses para esto, ahora regresa por donde viniste".

Aiyana tenia caracter fuerte y no dejaría que Hania ni nadie la obligué a casarse.