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Nueve Meses Y Un Destino

Nueve Meses Y Un Destino

Status: Terminada
Genre:Romance / Vientre de alquiler / Padre soltero / Madre por contrato / Malentendidos / Completas
Popularitas:79
Nilai: 5
nombre de autor: Duda Silva

Mariana siempre fue una joven independiente, determinada y llena de sueños. Trabajaba en una cafetería durante el día y estudiaba arquitectura por las noches, y se las arreglaba sola en una rutina dura, viviendo con sus tíos desde que sus padres se mudaron al extranjero.
Sin embargo, su mundo se derrumba cuando decide revelar un secreto que había guardado por años: los constantes abusos que sufría por parte de su propio tío. Al intentar protegerse, es expulsada de la casa y, ese mismo día, pierde su trabajo al reaccionar ante un acoso.
Sola, hambrienta y desesperada por las calles de Río de Janeiro, se desmaya en los brazos de Gabriel Ferraz, un millonario reservado que, por un capricho del destino, estaba buscando una madre subrogada. Al ver en Mariana a la mujer perfecta para ese papel —y notar la desesperación en sus ojos—, le hace una propuesta audaz.
Sin hogar, sin trabajo y sin salida, Mariana acepta… sin imaginar que, al decir “sí”, estaba a punto de cambiar para siempre su propia vida —y la de él también.

NovelToon tiene autorización de Duda Silva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 19

Capítulo 19 – Besos, Golpes y Confesiones

La pista de baile palpitaba, luces coloridas danzaban sobre la gente mientras el ritmo de la música hacía vibrar todo. Pero Gabriel no oía nada. Solo podía prestar atención a Lucas, que, al otro lado de la mesa, no disimulaba la mirada pegada en Mariana.

—Va a agujerear los ojos —murmuró Gabriel, casi gruñendo, apoyado en la silla con el vaso de whisky en la mano.

—¿Hm? —Gustavo levantó una ceja, ya un poco ebrio—. ¿Qué pasa?

—El amigo de Mari. Lucas. Si la mira una vez más, voy a tener que sacarle los ojos con la cuchara de postre.

—Ihhh… —Gustavo rió fuerte—. Estás perdido, hermano. Estás completamente involucrado.

Gabriel lanzó una mirada de reojo, cambiando de tema. Pero no perdió el foco.

—Está mirando mucho, de verdad —completó Gabriel, ahora un poco más alto—. Si sigue así, voy a tener que tatuarle “propiedad privada” en la frente a Mari.

Mariana oyó, rió sin gracia y lo codeó.

—¡Para, Gabriel!

—Estoy tranquilo. Solo observando. Por ahora.

En la pista, Luísa bailaba con Davi. Un reggaetón lento, los dos moviéndose perfectamente en sincronía. Ella intentaba controlar la respiración, los latidos, la mirada. Pero era difícil. Desde niña, Luísa siempre había tenido esa debilidad por él. Pero hoy… hoy era diferente. Hoy ella era mujer. Y Davi parecía haber notado eso.

Él apoyó la mano en su cintura y se acercó un poco más. Ninguno de los dos dijo nada. Pero las miradas lo decían todo.

Los cuerpos se entendían.

La música acabó. Se alejaron un poco, casi avergonzados, y volvieron a la mesa.

—Bailas bien, eh —murmuró Davi.

—Tú también —respondió Luísa, con una sonrisa tímida.

—¿Vamos a bailar? —Maya jaló a Mariana, ya animada—. ¡Solo entre chicas!

—¡Sí! —Luísa entró en la emoción—. Vamos a arrasar.

Las tres fueron a la pista y comenzaron a bailar juntas, soltando el cuerpo y riendo.

En la mesa, los hombres observaban.

—Me está gustando esta fiesta —dijo Gustavo, sonriendo a una chica de vestido rojo que acababa de guiñarle el ojo.

—Solo falta un infeliz que se acerque a Mari de nuevo… —comentó Gabriel, más para sí mismo.

Como si el universo estuviera oyendo, un tipo intentó jalar a Luísa por la cintura, de repente. Ella se alejó rápido, empujó el brazo de él.

—No quiero, ¡fuera! —dijo ella, firme.

Pero el hombre insistió y sujetó su muñeca con fuerza.

Antes de que cualquier persona pudiera reaccionar, Davi ya estaba delante de él.

—Ella dijo que no, idiota. —Y sin pensarlo dos veces, golpeó al tipo en el rostro, con fuerza suficiente para derribarlo.

La seguridad llegó en instantes y el tipo fue retirado de la pista. Luísa estaba nerviosa, temblando un poco, pero Davi puso la mano en su espalda.

—Está todo bien ahora.

Ella asintió. Y los dos volvieron a la mesa, donde Mariana y Maya ya esperaban.

—Eso fue intenso —dijo Mariana, sujetando la mano de la amiga.

—Yo nunca había visto a Davi así… —murmuró Luísa, mirando discretamente hacia él.

—¿Vamos al baño conmigo? —llamó Maya.

Las tres fueron juntas, riendo e intentando recuperar el aliento. Entre labiales y retoques en el maquillaje, Maya se miró en el espejo, dudó… y entonces soltó:

—Chicas… creo que me gusta Lucas.

—Ah, no me digas —respondió Luísa, riendo—. ¡Eso está en tu cara hace tiempo!

—¿Y qué hago? Mari es súper cercana a él…

—Pero Mari está enamorada de mi hermano celoso. —Luísa lanzó una mirada directa a Mariana, que rió sonrojada—. Ve tras lo que sientes, Maya.

—Concuerdo —sonrió Mariana—. Él es un tipo legal.

Y él te mira como si fueras su mundo —dijo Maya.

Qué va, yo estoy con Gabriel —dijo Mariana.

Maya no dijo nada. Pero el brillo en los ojos ya lo decía todo.

El final de la noche llegó con risas, vasos vacíos y una confusión deliciosa en el aire.

Gustavo salió abrazado con la chica del vestido rojo, ya combinando “after party”.

Davi se ofreció para llevar a Luísa a casa.

Gabriel jaló a Mariana de la mano, protegiéndola del viento de la madrugada mientras la conducía hasta el coche.

En el camino de vuelta, Mariana apoyó la cabeza en el hombro de él. Él la miró de reojo, pasó el brazo por sus hombros y sonrió.

Ya en el apartamento, ella se quitó los zapatos y cayó en el sofá, sonriendo como una adolescente después de una noche perfecta.

—Fue divertido, ¿verdad? —preguntó ella.

—Mucho más de lo que imaginé —respondió él, parándose frente a ella—. Pero lo mejor de la noche aún es esto aquí: tú conmigo.

Él la besó, suave. Pero con una ternura que calentaba más que el alcohol.

Mientras tanto, Davi estacionaba frente a la casa de Luísa. Ella fue a abrir la puerta del coche, pero se detuvo. Él también.

Había algo en el aire.

Y entonces, sin aviso, él sujetó el rostro de ella y la besó. Un beso lleno de impulso, de verdad, de todo lo que estaba guardado.

Cuando se alejaron, él apenas sonrió.

—Buenas noches, pequeña.

Y se fue, sonriendo para sí mismo como quien acababa de descubrir un secreto demasiado bueno para contar.

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