Destinos Entrelazados

Con Elío tirando de la mano de Skailer hacia la sala, no tuve más remedio que dejarlo entrar. Mi mente corría a mil por hora, intentando procesar la surrealista situación. Mientras él se sentaba en el sofá, observando con una curiosidad casi estudiosa el entorno de mi modesto hogar, Elío corría a buscar su tesoro más preciado: su colección de aviones.

—¡Mira, señor Skailer! ¡Este es mi favorito! ¡Es un jet supersónico!— exclamó Elío, extendiendo un pequeño avión de plástico rojo hacia él.

Skailer lo tomó con delicadeza, sus dedos largos y elegantes contrastando con el tamaño del juguete. —Vaya, Elío, es impresionante. ¿Te gustan mucho los aviones?— preguntó, con su voz sonando sorprendentemente genuina.

—¡Sí! ¡Me encantan! ¡Quiero ser piloto cuando sea grande! — respondió Elío con una sonrisa radiante.

Observé la escena desde el umbral de la cocina, sintiendo una mezcla extraña de molestia y una punzada de algo parecido a la curiosidad. Skailer parecía… diferente. Su porte altivo se había suavizado, y la forma en que interactuaba con Elío, con una atención que yo rara vez veía en él, era desconcertante.

Me dediqué a preparar la cena, el aroma del estofado llenando la casa. Mientras picaba las verduras, no podía evitar escuchar fragmentos de su conversación. Elío le mostraba todos sus aviones, explicándole las funciones de cada uno, y Skailer escuchaba atentamente, haciendo preguntas, incluso compartiendo alguna anécdota infantil que lograba arrancar risas a mi hijo.

Era una imagen que nunca imaginé presenciar.

Incluso en cortadas veces me les quedaba mirándolos detenidamente al presenciar lo parecidos que son, ambos con el cabello negro intenso y brillante, rostro bien detallado perfilado, ojos grises.

¡Dios mío!

Este hombre tiene que irse y dejarnos tranquilos.

Cuando la cena estuvo lista, Elío corrió hacia la mesa, pero se detuvo, mirando a Skailer expectante.

—Mami, ¿puede quedarse el señor Skailer a cenar? ¡se lo debemos, me acompaño a jugar!—

Mi primera reacción fue negarme, pero al ver la ilusión en los ojos de mi hijo y la mirada expectante de Skailer, algo en mí cedió.

—Claro, Elío. Señor Skailer, ¿te gustaría cenar con nosotros?—

Él asintió, con una leve sonrisa curvando sus labios. —Sería un placer, gracias—

Mientras cenábamos, el ambiente era tenso para mí, pero para ellos, parecía una velada normal. Elío hablaba sin parar de sus aviones, y Skailer, para mi sorpresa, participaba activamente en la conversación, compartiendo detalles sobre los aviones que él mismo poseía.

Era surrealista. Mi hijo, conociendo a Skailer Elfix, el hombre que me perseguía, y yo, atrapada entre el miedo y una extraña fascinación por esta faceta de él que nadie conocía.

La cena había terminado, y el silencio en la sala era casi tan pesado como la tensión que sentía. Elío, con la energía que solo un niño de cuatro años puede tener después de una buena comida, se sentó junto a Skailer en el sofá, con sus pequeños ojos brillando de emoción.

—Señor Skailer, ¿usted sí tienes aviones de verdad?—preguntó Elío, su voz estaba llena de asombro.

Skailer se inclinó un poco, sin apartar la mirada del niño. —Sí, Elío. Tengo algunos aviones muy grandes. Y si tu mamá está de acuerdo, me encantaría llevarte a conocerlos el fin de semana, cuando no tengas clases—

El rostro de Elío se iluminó como si hubiera visto una estrella fugaz. Se giró hacia mí, sus manitas estaban apretando mi brazo con fuerza.

—¡Mami, por favor! ¡Déjame ir! ¡Quiero ver los aviones de verdad! ¡Por favor, por favor, por favor!—

Sentí una punzada de culpa. Sabía que no debía aceptar, que era peligroso involucrar a Skailer en nuestras vidas. Y más si ya el venía insistiendome tanto, el que esté ganándose a Elío lo hace mucho más arriesgado.

—Mi amor, no podemos molestar al señor Skailer. Él es un hombre muy ocupado y tiene muchas cosas importantes que hacer— dije, tratando de sonar firme pero amable.

Skailer, sin embargo, intervino de inmediato, su voz resono con una calidez inesperada. —Nelly, disculpa que te interrumpa, pero para ustedes nunca estare ocupado. Sería un verdadero placer llevarlo a conocer mis aviones. Es uno de sus sueños, y me encantaría ayudar a cumplirlo—

La sinceridad en su voz me desarmó. Miré a Elío, sus ojos eran suplicantes y su esperanza palpable. Por un instante, olvidé el pasado, la trampa, el miedo.

Solo vi a mi hijo, anhelando una aventura.

—¿De verdad, señor Skailer?—

Él asintió, con su mirada fija en la mía. —De verdad, Nelly. Confía en mí—

La decisión era mía. Ceder ante la petición de mi hijo o mantenerme firme ante el peligro. La imagen de Skailer, el hombre que apareció en mi vida para darle un giro que no esperaba, estaba ahora ofreciéndole a mi hijo una experiencia que soñaba, era un dilema que me consumía.

POV SKAILER

Observé la lucha interna de ella mientras Elío suplicaba, su pequeña mano se aferrada a su brazo. Era un momento crucial. Había pasado semanas, intentando acercarme, y ahora, con Elío como mi aliado involuntario, sentía que la oportunidad estaba al alcance de mi mano.

—Nelly, sé que tienes tus reservas—dije —Y entiendo por qué. Pero quiero que sepas que mi interés en Elío es genuino. No busco comprar tu aprobación, ni la suya. El dinero que te ofrecí antes, y cualquier otra cosa que pueda ofrecerte, es solo para asegurar que ambos estemos cómodos. No es una transacción—

Me detuve un momento, asegurándome de que mis palabras tuvieran el impacto deseado.

—Quiero que Elío tenga experiencias que lo hagan feliz, y si eso implica mi ayuda, la ofrezco sin segundas intenciones. No busco manipularte, Nelly. Busco una oportunidad para demostrarte que puedo ser diferente, y para que Elío conozca un lado de la vida que quizás no puedas darle ahora mismo— La miré directamente a los ojos, buscando una grieta en su resistencia. —Déjame llevarlo este fin de semana. Será una aventura segura, y te prometo que estará de vuelta sano y salvo, con una sonrisa de oreja a oreja. Si después de eso decides que no es lo correcto, lo entenderé. Pero dame la oportunidad de intentarlo—

Elío, sintiendo la tensión, añadió con su vocecita: —Porfa, mami—

Nelly suspiró, y por un instante, creí ver un atisbo de resignación en sus ojos, o quizás, solo quizás, la esperanza de que yo pudiera ser diferente.

—Está bien, señor Skailer— dijo finalmente, su voz cargada de una cautela palpable. —Pero con mis condiciones. Nada de presiones, nada de regalos ostentosos delante de él que lo hagan sentir extraño. Y me llamarás cada hora para decirme cómo está—

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, una genuina, no una calculada. —Hecho, Nelly. Y gracias—

Elío soltó un grito de alegría, y esta vez, la sonrisa de Nelly pareció un poco menos forzada.

La puerta se había abierto, y yo estaba decidido a no decepcionarlos.