Sinopsis
En México, en vísperas del fin de la intervención francesa, hubo una época de cambios pero también de inestabilidad económica. Sobre todo para los grandes aristócratas del país, esta es la historia de Valeria Cortina González de Noriega, una joven soñadora y de alma libre que idealizaba el amor, pero a su vez tenía miedo de un matrimonio arreglado.
Su padre Don Francisco, estaba lleno de deudas, además de que estaba al borde de la quiebra, lo único de valor que conservaba era su apellido honorable. Su única salvación era pagar su deuda a Luis Pimentel para poder conservar su hacienda, Luis era el terrateniente más poderoso de esa época y etiquetado como un verdadero tirano, Don Francisco estaba dispuesto a todo, incluso entregar a su amada hija a cambio de salvarse de la ruina. Será que el pago de una deuda, se pueda volver en un amor duradero y sincero.
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Resentimiento
Capítulo 8
Valeria estaba practicando en el piano, su día a día era sumamente aburrido. Lo único que la entretenía era cuando se escapaba a la iglesia y ayudaba al padre Marcelino a enseñarles a los niños del orfanato a leer y escribir, también les enseñaba el catecismo. Pero todo eso lo hacía a escondidas de su madre y de su tía, ya que de ninguna manera lo permitirían.
—Ahí está la niña de mis ojos.—dijo su papá mientras entraba al salón.
—Buen día papá, hoy llegaste temprano de los sembradíos. ¿Todo está bien?—
—Si, la cebada creció bastante bien. Con la entrega de esos sembradíos pagaré mis deudas, sé que terminando con mis compromisos podremos recuperarnos rápidamente.—
—¿Entonces no necesitaré casarme?—
—No mi pequeña flor del campo, estuve pensando sobre ese tema. No quiero entregarte a cualquier caballero, además aún eres muy joven.—
—Gracias papá, gracias por no obligarme.—Valeria abrazaba fuertemente a su padre, estaba feliz de tener aún a su papá a su lado.
—Mi querida princesa, tenemos que ir a comer a casa de los Pimentel.—
—¿Papá puedo quedarme?—
—Quedarte, todos estamos invitados. ¿Por qué quieres quedarte?—
—No quiero ver a don Luis.—
—Hija, pero si quien lo ofendió fuiste tú.—
—Lo sé por eso no quiero ir, no quiero incomodarlo.—
—Estoy seguro que ya se olvidó de eso, así que para compensarlo iremos en familia. No podemos ofenderlos una vez más, tú no eres así. Eres una señorita de buenos sentimientos y educada.—
—Está bien papá, sabes que te quiero mucho. Que haría cualquier cosa por ti.—
—También te quiero hija mía, Roberto y tú son mi verdadera riqueza. Estoy orgulloso de ambos, lamento haberles fallado.—
—Tu no nos has fallado papá, estaremos junto a ti en las buenas y las malas siempre.—
Francisco abrazaba a su preciosa hija, se sentía orgulloso del corazón tan noble que tenía, sabía que si quedaba en la ruina sus hijos estarían con él en todo momento, apoyándolo. Por eso tenía que seguir luchando hasta su último aliento para que sus hijos y su esposa no conocieran la pobreza.
Más tarde llegaron hasta la hacienda de los Pimentel, descendió primero Francisco para ayudar a su esposa, a su hermana y a su hija a bajar del carruaje. Luis no pudo contenerse en admirar a Valeria, sonrió al verla. Pero ella bajó su mirada, él pensó que le regalaría una sonrisa como el primer día que la conoció, pero no hubo nada de eso por parte de ella.
—Bienvenidos, esta es su casa.—saludó Luis.
—Adelante pasen, los esperábamos con ansias.—agregó Gertrudis.
Solo faltó Roberto, él estaba en casa de su prometida, comería con la familia de Aurora. Francisco entró con su esposa del brazo, pero quien estaba esperándolos en el salón era algo que no se esperaba. Al ver a Gilberto los viejos resentimientos se hicieron presentes.
—Francisco y su bella esposa María Luisa, sean bienvenidos a la casa de mi querido sobrino.—
—No esperaba encontrarte aquí.—expresó Francisco.
—Lo pude notar pero no te adelantes a nada, primero disfrutemos del banquete organizado por mi querida cuñada para recibirlos en su casa. Vamos Francisco suelta el pasado, hay un nuevo futuro para cada uno de nosotros.—
Valeria solo observaba lo que ocurría, ella ignoraba los problemas entre Gilberto Pimentel y su padre. Francisco se contuvo, lo hizo por respeto a Luis y Gertrudis. Todos estaban en el comedor disfrutando de los alimentos, Francisco se comportó a la altura y aunque le desagradaba Gilberto pudo sostener una conversación pacífica.
—No te preocupes Francisco, todo va a mejorar. Todos hemos tenido malas rachas en las haciendas, todo es a causa de la intervención francesa y la institución del imperio. Pensamos que con la guerra de reforma mejoraríamos, además dicen que los días del emperador ya están contados.—decía Gilberto.
—Si tienes razón, los republicanos no han desistido en su lucha. Me sorprendió encontrarte aquí, han pasado muchos años desde la última vez que te vi. ¿También haz tenido problemas?—
—No, estoy aquí porque pienso casarme. Mi cuñada y mi sobrino hicieron el favor de reunirlos aquí porque mi propuesta de matrimonio es para desposar a Loreto. Claro si me das tu permiso.—dijo Gilberto
Valeria no pudo ocultar su cara de asombro, pero le alegraba que su tía se casara para que ya la dejara tranquila. Por fin se iría de sus vidas, esperaba que su padre no se negara. Luis pudo observar la felicidad en el rostro de Valeria, aprovechó para sonreírle de nuevo. Ella le correspondió con una sonrisa tímida y bajo la mirada. Por otro lado Francisco pensaba en el bienestar de su hermana, Loreto aún era joven a sus ojos. Tendría la oportunidad de tener a alguien que cuidara de ella, así que no podía ser egoísta.
—Yo no tengo objeción, sin embargo. No tengo como dotarla adecuadamente, su difunto esposo no dejó fortuna alguna.—
—No te preocupes por eso, en verdad tengo la intención de convertirla en mi esposa, tenga dote o no lo tenga.—
—¿Loreto tu que piensas?—intervino Luis
—Aceptó.—
—Bien no se hable más, tienen mi consentimiento para contraer matrimonio.—agregó Francisco
Continuaron con sus alimentos, Loreto estaba feliz pero había un trasfondo en esa petición. Ellos tenían un secreto y una venganza en común que consumar, así que no solo serian esposos también eran aliados. Satisfacer su resentimiento era lo más importante para Gilberto y Loreto.
Después de la comida, Valeria salió al jardín era bellísimo, había rosales majestuosos que llenaban de un aroma especial todo el lugar, se acercó a una rosa para olfatearla, sonreía al hacerlo.
—¿Te gustan?—interrumpió Luis
—Si.—respondió
—¿Sigues molesta conmigo?—
—No, pero usted es muy atrevido. No quiero ofenderlo de nuevo.—
—Eso no pasará, ya que no suelo disculparme. Pero haré una excepción, lamento haberte dicho todas esas cosas durante nuestro baile. No quería incomodarte, ¿podrás perdonarme?—Valeria sonrió.
—No tengo nada que perdonarle, sé que actúe de forma equivocada. Lamento haberlo ridiculizado.—
—No te preocupes, al contrario me agrada que tengas carácter, ten.—Luis cortó la rosa que le había gustado a Valeria para regalársela.
—No se hubiera molestado, pero gracias.—
Una vez más Valeria la olfateó y sonrió, regalándole una dulce mirada a Luis, él inmediatamente quedaba desarmado. Ver su reflejo en los ojos claros de Valeria, hacían que su corazón se llenara de calidez. A lo lejos Susana veía el enorme interés que sentía su patrón por aquella jovencita, eso la hacía sentir celosa.