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Tuve Un Hijo Con Un Villano

Tuve Un Hijo Con Un Villano

Status: En proceso
Genre:Romance / Posesivo / Arrogante / Época / Embarazo no planeado / Villana
Popularitas:37.9k
Nilai: 5
nombre de autor: AMZ

Tras una noche en la que Elisabeth se dejó llevar por la pasión de un momento, rindiendose ante la calidez que ahogaba su soledad, nunca imaginó las consecuencia de ello. Tiempo después de que aquel despiadado hombre la hubiera abrazado con tanta pasión para luego irse, Elisabeth se enteró que estaba embarazada.
Pero Elisabeth no se puso mal por ello, al contrario sintió que al fin no estaría completamente sola, y aunque fuera difícil haría lo mejor para criar a su hijo de la mejor manera.
¡No intentes negar que no es mi hijo porque ese niño luce exactamente igual a mi! Ustedes vendrán conmigo, quieras o no Elisabeth.
Elisabeth estaba perpleja, no tenía idea que él hombre con el que se había involucrado era aquel que llamaban "el loco villano de Prusia y Babaria".

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Capitulo 8

El aire entre ellos pesaba como miel espesa cuando finalmente separaron sus labios. Elisabeth jadeaba, el pecho alborotado, y al alzar la mirada hacia Dietrich se encontró con unos ojos que ya no eran los de siempre. Aquella mirada glacial que la intimidaba había sido reemplazada por algo oscuro, voraz, como llamas azules que prometían consumirla entera.

La realidad la golpeó entonces con toda su fuerza.

—Mi... mi primer beso... —musitó, sintiendo cómo las llamas del rubor le subían desde el cuello hasta las orejas.

No tuvo tiempo para más. Dietrich le arrebató las palabras con otro beso, este más urgente, más posesivo. La espalda de Elisabeth chocó contra las tablas del suelo cuando él la reclinó, sus manos grandes rodeando su cintura con firmeza, su cuerpo musculoso aplastándola contra la miadera áspera. Solo se separaron cuando el aire se les hizo imprescindible.

—Ese fue el segundo —susurró él, los labios aún rozándole los suyos—. Para mí también.

Elisabeth, aturdida por el remolino de sensaciones desconocidas, apenas registró el significado de sus palabras. Dietrich la estrechó con más fuerza, arrancándole un gemido ahogado.

—Deberíamos continuar en la habitación —murmuró, clavando en ella sus ojos de depredador—. Antes de que tu fiera guardiana decida probar mi sangre.

Antes de que pudiera reaccionar, la levantó en brazos como si pesara menos que un manojo de hierbas. Elisabeth se aferró instintivamente a su cuello mientras cruzaban la estancia. La puerta se cerró con un golpe seco cuando Dietrich la empujó con el pie.

La cama crujió al recibirlos. Él se sentó, acomodándola sobre sus muslos sin soltarle la boca ni por un instante. Sus manos, antes contenidas, comenzaron a recorrer su cuerpo con nueva audacia, deslizándose bajo la tela delgada del pijama para acariciar la piel virgen de sus muslos. Elisabeth enredó los dedos en su cabello oscuro, perdida en la marejada de sensaciones desconocidas.

—Debería parar esto...

El pensamiento cruzó como un relámpago por su mente, pero se desvaneció cuando Dietrich mordió suavemente su labio inferior, enviando un escalofrío ardiente por toda su columna. Sabía que lo sensato era detenerse, que mañana podrían arrepentirse... pero en ese instante, nada importaba más que el sabor de su boca, la seguridad de sus manos, la forma en que su cuerpo respondía a cada caricia.

Era dulce. Era feroz. Era incorrecto. Era lo que deseaban.

Y por primera vez en su vida, Elisabeth decidió rendirse al abismo.

Nunca había estado con una mujer por deseo. Lo había hecho por puro fastidio, para molestar a aquella que llamaban su prometida, una mujer a la que detestaba hasta la médula. Quería que ella rompiera el compromiso, que huyera asqueada. Pero con Elisabeth… era diferente.

Por primera vez en su vida, sucumbía ante un deseo real. No había obligación, ni cálculo, ni venganza. Solo el ansia irracional de tomarla, de poseerla, de hundirse en su calor hasta olvidar su propio nombre.

—Nunca creí necesario besar a una mujer solo para llevarla a mi cama—, pensó, mientras mordisqueaba el labio inferior de Elisabeth, sintiendo cómo temblaba bajo sus caricias. —Pero con ella… no puedo resistirme.— Era así, las mujeres iban a él, no él a ellas, sin embargo, era claro en ese momento que era el quien perdía la cordura por estar con Elisabeth.

Sus labios, suaves y carnosos, lo enloquecían. Cada gemido ahogado que le arrancaba, cada estremecimiento de su cuerpo, lo llenaban de una satisfacción bestial. Pero los besos ya no eran suficientes. Estaba encendido, al borde de la locura, y no se detendría hasta llegar al final.

Quería escucharla gemir, que se aferrara a él, que le suplicara. Lo quería todo, y la impaciencia lo consumía.

De pronto, su mano se deslizó entre sus piernas, rozando su intimidad con una presión calculada.

—¿Q-qué… qué estás haciendo? —balbuceó Elisabeth, sobresaltada, pero Dietrich solo esbozó una sonrisa torcida mientras la sujetaba con más fuerza por la cintura.

—Te estoy ayudando —murmuró, con la voz ronca—. Para que me recibas sin tanto dolor.

Introdujo un dedo en su interior, arrancándole un gemido ahogado.—Maldición es estrecha…

El pensamiento lo electrizó. —Aquí no ha entrado nada jamás—. La idea lo enardeció aún más. Hundió su rostro entre sus pechos, mordiendo y lamiendo la tela del camisón que los cubría, mientras su dedo se movía con destreza, provocando oleadas de escalofríos en ella.

—P-para… para… —suplicó ella, jadeante—. Esto es… extraño… Mmm… Es raro…

—Ni siquiera hemos comenzado, Elisabeth —gruñó él, introduciendo un segundo dedo.

El grito que le arrancó fue música para sus oídos.

Elisabeth sintió que el aire le abandonaba. Cada movimiento de sus dedos dentro de ella era una mezcla de dolor y placer tan intensa que la dejaba sin aliento. Sus músculos se tensaban, sus uñas se clavaban en los hombros de Dietrich sin control, y un calor abrasador se extendía desde su vientre hasta las puntas de sus dedos.

—Mierda… —masculló Dietrich, sintiendo cómo su propio cuerpo ardía, cómo su miembro palpitaba con urgencia.

Sabía que si se abalanzaba sobre ella ahora, la lastimaría. Pero la paciencia no era su fuerte. Con un movimiento brusco, introdujo un tercer dedo, haciendo que Elisabeth se arqueara, intentando escapar.

—¡N-no! —protestó, pero él la sujetó con firmeza, y con un gesto rápido, arrancó su camisón, dejándola completamente expuesta.

La vergüenza la inundó, pero el placer que emanaba de sus dedos la mantenía paralizada. No podía protestar, ni pensar. Solo sentir.

Y entonces… ocurrió.

Una oleada de sensaciones la recorrió, repentina y abrumadora. Un gemido desgarrado escapó de sus labios mientras su cuerpo se sacudía, como si algo dentro de ella estallara en mil pedazos. Algo cálido y húmedo se deslizó por sus muslos, y Elisabeth, aturdida, apenas pudo entender lo que acababa de suceder.

Dietrich retiró sus dedos y, ante su sorpresa, se los llevó a la boca, saboreándolos con ojos oscuros y hambrientos.

—Ahora sí… —susurró, con una sonrisa que hizo que su cuerpo se estremecíera.

En un instante, la tumbó sobre la cama, despojándose de su ropa con movimientos rápidos. Elisabeth apenas tuvo tiempo de admirar su cuerpo—firme, marcado, perfecto—antes de que su mirada se clavara en eso.

Era… enorme.

Palpitaba, como si tuviera vida propia. —Eso no cabe dentro de mí, pensó, aterrada.

—S-su… herida —balbuceó, buscando una excusa, cualquier excusa.

Pero Dietrich solo sonrio, ese sonido arrogante de quien tiene lo que quiere. La tomó de las piernas, arrastrándola hacia él, y antes de que pudiera protestar, la embistió con una bestialidad que le arrancó el aliento.

El dolor fue tan agudo que creyó desmayarse. Gritó, las lágrimas brotando sin control, mientras Dietrich la sujetaba con fuerza, murmurando contra su mejilla:

—Respira, Elisabeth. No llores.

Pero ella estaba paralizada.

—D-duele… —sollozó—. Tengo miedo…

Por un instante, algo parecido a la culpa cruzó el rostro de Dietrich. Pero la necesidad lo consumía. Necesitaba moverse, liberarse.

La besó entonces, con una ternura inesperada, en cada lágrima que caía por su rostro.

—Prometo que no dolerá por mucho tiempo —murmuró contra sus labios, —. Lo haré despacio y pronto… me pedirás más.

Y cuando ella, aún dubitativa, asintió levemente, sus ojos brillaron con un fuego indomable.

Aunque al principio fue suave, moviéndose con delicadeza y suavidad, aún así cada movimiento fue acompañado de un sollozo de Elisabeth, pero entonces cuando estaba perdiendo la paciencia, los sollozos se transformaron en algo más.

Fue entonces cuando se dejó llevar, hundiéndose en ella una y otra vez, hasta cumplir su promesa, hasta que los gritos de dolor de Elisabeth se convirtieron en gemidos, hasta que sus uñas se clavaron en su espalda, hasta que su voz, quebrada y dulce, gritó su nombre, pidiéndole que no se detuviera.

Y él, más excitado que nunca, obedeció.

1
birrahelada
AAAAAAHHHH no sé si sentir, emoción, alivio, alegría o qué
Flor Rui3
a mí se me hace que ese doctorcito le hizo algo al bb que se enfermo de repente no creen
Laura Aguado
WoW,m ha gustado mucho este capitulo ❤️❤️❤️
Nena
Va a arder Troya, si al que ella le cortó la oreja, lo colgó, va a ser capaz de mucho, contra el Kaiser y su princesita no será fácil si le llegan a tocar un cabello a sus amores....porque si ese hombre en su brutalidad y locura la quiere🥰🥰🥰🥰
Aracelis Durango
Menos mal Dietrich llego a tiempo ahora que revisen al bebé y se den cuenta que Heinri lo enfermo a propósito ja pobre se llamaba
FairyTessa
yo digo que le dara el lugar de la señora de la casa y su heredero .... aunque no es bueno con las palabras si con las acciones....
Mitsuki G
En verdad espero que esté Dietrich le demuestre con acciones no es quien todos dicen que lo juzgan y sobre todo que vea que es un buen compañero para ella y su hijo y cuando llegue a su hogar este Dietrich defienda a su hijo como a Elizabeth que será su esposa no una simple concubina si esa que se apropió de su hogar la saqué de ahí el cumplió hará que le cumpla si no quiere tenerlo de enemigo que esa loca ni sueñe de ser la concubina que no la acepte que se ponga ahora sí al brinco le ayudo merece ser libre con su mujer en verdad que la corra con todas y sus cosas
Alma Delia Morales
Y cuando llegué a casa y vea a Amlis adueñandose de todo que hará???
Yecenia Aguirre González
Y a cada momento se pone más fuerte la situación Diooooooosss
Alma Delia Morales
Ese médico es una verdadera porquería un lobo con piel de oveja
Marcy Mireille Avendaño Bendezu
👍🏻
Ginebra
Y la fiebre del bb
Traía médicos con él Dietrich
Q pasara si ese doctor q hecho le hizo algo y a ella la intimido con el bb y lo dejo ir así como así
Autora denos más capítulos /Chuckle/ jejejeje q intrigada me quede /Shy/. Gracias por su Novela.
FairyTessa
solo espero que la loca no les haga nada al enterrarse de su existencia
eva quispe
silencio! empezó mi novela favorita
rutyy A H
es genial
Aracelis Durango
Ese doctorsito enfermo al bebé a propósito JA deja que Dietrichk se entere no la cuenta, mejor dicho ya es difunto jejejejejejeje
Jadella🦋
Espero que ellos puedan hablar y entenderse y proteger a su bebé
Yecenia Aguirre González
Diiiiosssss esto se puso color de hormiga!!!!! maratón maratón maratón maratón
Nena
El sabe que no actuó correctamente, pero ya aceptó que la quiere en su vida, por eso la buscó, según él necesitaba arreglar las cosas primero, pero la princesa loca no se la quiere poner fácil....tienes trabajo para ganarte a tu amada Dietrich🥰🥰🥰
JOGXANDY BELLO
oh doctorcito eres inteligente y me caes bien pero como veras este loco no juega carrito, no deberia desafiarlo.! jejeje vete antes que sepan q enfermaste a el niño
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