En un mundo donde la magia y la naturaleza están entrelazadas, Kael, un poderoso lobo beta, es desterrado de su manada por desafiar las reglas impuestas por su Alfa, Darian, un líder tirano que busca explotar a su gente. Mientras deambula por los bosques prohibidos, herido y solo, Kael encuentra a Selene, una bruja exiliada por su propio pueblo, temida por su inmenso poder.
Ambos, marginados y perseguidos, encuentran en el otro una razón para luchar y sobrevivir. A medida que su vínculo crece, una pasión ardiente nace entre ellos, desafiando las leyes de sus mundos. Pero el peligro los acecha: Darian ha hecho un pacto con fuerzas oscuras para mantener su dominio, y el consejo de hechiceros busca eliminar a Selene antes de que su poder se descontrole.
Juntos, Kael y Selene deben enfrentar enemigos implacables, descubrir los secretos de sus propias naturalezas y decidir si su amor es suficiente para desafiar el destino. En un juego de traición, magia y deseo, la batalla por la libertad.
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Capitulo 8
El viento ululaba entre los árboles, sacudiendo las ramas con una fuerza inusual. La lluvia, que había empezado como una llovizna persistente, ahora caía en gruesas gotas heladas que golpeaban el suelo como agujas. El barro se espesaba en los caminos de la aldea, atrapando los pasos de aquellos que, obligados por el deber, se aventuraban fuera de sus casas.
La aldea de los licántropos, oculta entre la bruma y la espesura del bosque, parecía más sombría que nunca. No había risas, ni conversaciones animadas, ni el bullicio típico de una comunidad viva. En su lugar, reinaba un silencio tenso, solo roto por el crepitar de antorchas encendidas y el murmullo del agua escurriéndose por los tejados de madera.
Darian observaba todo desde la ventana de su cabaña. Su reflejo en el vidrio le devolvía una mirada gélida, la de un líder cuya autoridad no debía ser cuestionada. Sus dedos tamborileaban con impaciencia sobre el borde de la mesa. La ira latía en su pecho como un fuego contenido.
Kael aún no aparecía.
Un gruñido bajo escapó de su garganta. No le molestaba la lluvia, ni el frío, ni siquiera el bosque prohibido que se tragaba a los débiles. Lo que le enfurecía era el desafío. La simple idea de que alguien, uno de los suyos, hubiera osado desobedecerlo y seguir con vida.
La puerta se abrió con un golpe seco. Un lobo de pelaje gris oscuro y cicatrices cruzando su ceño fruncido entró y se inclinó ante él.
—Mi señor, las patrullas han regresado. No hay rastro de Kael en los territorios cercanos.
Darian no respondió de inmediato. Se giró lentamente, dejando que la tensión creciera en el aire.
—Eso significa que siguen en el bosque prohibido —murmuró, entrecerrando los ojos.
El subordinado asintió con un leve temblor en los labios.
—Lo más probable, Alfa. Pero… hay algo más.
Darian ladeó la cabeza.
—Habla.
El lobo tragó saliva antes de continuar.
—Algunas manadas vecinas se muestran inquietas por su desaparición. —Hizo una pausa, escogiendo sus palabras con cuidado—. Kael tenía aliados… y algunos creen que fue castigado injustamente.
El silencio se hizo pesado.
Darian avanzó un paso, acercándose al lobo. Su expresión seguía serena, pero su presencia era sofocante, como la presión de una tormenta antes de estallar.
—¿Estás diciendo que hay disidencia?
El otro lobo agachó la cabeza, un reflejo instintivo ante la furia contenida de su Alfa.
—Un murmullo. Pero los murmullos se convierten en aullidos si no se les corta a tiempo.
Darian sonrió, pero no era un gesto de humor, sino de advertencia. Se acercó aún más, dejando que el lobo sintiera el peso de su autoridad.
—Entonces cortaremos los murmullos antes de que se propaguen.
Se giró hacia la puerta y la abrió de un solo movimiento.
—Reúne a la manada. Es hora de recordarles quién manda aquí.
La plaza central de la aldea se llenó rápidamente. Licántropos de todas las edades se alineaban en silencio, con los rostros tensos y las miradas furtivas. La lluvia había disminuido, pero el suelo seguía resbaladizo y el aire estaba cargado de humedad. La niebla serpenteaba entre las casas, ocultando parcialmente los rostros de aquellos que se atrevían a alzar la vista.
Darian caminó hasta el centro, con los hombros rectos y la mirada depredadora. Sus ojos de ámbar recorrieron a su gente, analizando cada expresión, cada susurro contenido, cada respiración contenida por el miedo.
—Kael fue un traidor —declaró, su voz retumbando en la plaza—. Desobedeció mis órdenes, puso en peligro la estabilidad de la manada y huyó como un cobarde.
Algunas miradas se desviaron al suelo. Otras, en cambio, se encontraron fugazmente en la multitud, compartiendo una inquietud silenciosa.
Darian dejó que el silencio se extendiera, permitiendo que la idea calara en cada uno de ellos.
—¿Alguien tiene algo que decir?
Nadie respondió. El aire estaba denso, como si la misma aldea contuviera el aliento.
Pero entonces, un joven lobo de complexión delgada, con los ojos encendidos por la incertidumbre, dio un paso adelante. Su voz tembló, pero habló de todos modos.
—Kael nunca fue un traidor.
El silencio se rompió con un murmullo contenido. Darian entrecerró los ojos, enfocándose en él como un depredador acecha a su presa.
—¿Cómo te llamas?
—Rylan, mi Alfa.
—Rylan… —Darian pronunció su nombre lentamente, saboreándolo—. ¿Dices que Kael no fue un traidor?
El joven tragó saliva, pero no retrocedió.
—Solo quería que las cosas fueran justas.
Algunas cabezas se alzaron entre la multitud. Darian sintió el leve cambio en la atmósfera, esa pequeña chispa de rebelión que comenzaba a encenderse.
No podía permitirse eso.
Antes de que alguien más hablara, se movió con la velocidad de un rayo. Atrajo a Rylan por el cuello, alzándolo del suelo con una facilidad monstruosa.
El joven pataleó, sus manos aferrándose a las de Darian mientras luchaba por respirar.
—Las cosas son justas —susurró Darian, acercándose a su oído—. Porque yo lo digo.
Y con un movimiento brutal, lo arrojó al suelo con fuerza. Un golpe seco resonó en la plaza cuando Rylan cayó sobre el lodo, tosiendo con dificultad.
Los murmullos desaparecieron.
Darian se incorporó lentamente, dejando que la imagen de Rylan en el suelo quedara grabada en la mente de todos.
—¿Alguien más quiere cuestionarme?
Nadie habló.
Nadie se atrevió a moverse.
Darian recorrió los rostros de su manada una última vez antes de girarse hacia sus guerreros más leales.
—Aumenten las patrullas. Nadie entra ni sale de la aldea sin mi permiso. Rastreen cada centímetro del bosque. Encontraremos a Kael.
Los soldados asintieron con solemnidad.
Darian inhaló profundamente el aire húmedo y dejó escapar un suspiro satisfecho.
El miedo había sido restaurado.
Kael podía huir, podía esconderse en la oscuridad del bosque prohibido, pero no escaparía para siempre.
Y cuando lo encontrara, se aseguraría de que nunca más desafiara su poder.
gracias escritora