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Destruyeme

Destruyeme

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Posesivo / Amor-odio / Bestia
Popularitas:5.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Deiver Gutierrez

Sabía que acercarme a Leonel era un error.
Encantador y carismático, pero también arrogante e irreverente. Un boxeador con una carrera prometedora, pero con una reputación aún más peligrosa. Sus ataques de ira son legendarios, sus excesos, incontrolables. No debería quererlo. No debería desearlo. Porque bajo su sonrisa de ángel se esconde un demonio capaz de destrozar a cualquiera en cuestión de minutos. Y sé que, si me quedo a su lado, terminaré rota.
Pero también sé que no puedo –no quiero– alejarme de él.
Leonel va a destruirme… Y, aun así, estoy dispuesta a arder en su infierno.

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Capítulo 13 | Lucia

No quiero dejar de besarlo.

No quiero que deje de besarme de la forma en la que lo está haciendo. Mis dedos están enredados entre las hebras húmedas de su cabello y estoy sentada sobre el capo de su auto, con él asentado entre mis piernas. Ni siquiera sé cómo es que llegué aquí.

Su lengua invade mi boca con avidez. Soy consciente de sus manos ancladas en mis caderas, del sabor a menta de su beso, de su aroma a jabón, desodorante y lluvia. Soy consciente de que estamos empapados de pies a cabeza y estoy temblando de frío, pero no me importa. No me importa porque está besándome.

—Estás temblando —murmura contra mi boca. Yo asiento, reusándome a apartar mis labios de los suyos.

Él me obliga a retirarme un poco, sólo para mirarme. — ¿Estás bien? —pregunta con un hilo de voz y asiento, sin apartar la vista de sus labios.

—Estás sangrando —observo en un resuello, mirando el corte de su labio. Se le ha abierto debido a la fuerza de nuestros besos.

—Y tú estás temblando —su voz se ha enronquecido notablemente.

Una risa torpe brota de mis labios y asiento. —T-Tengo frío —digo y él ríe un poco.

—Ven aquí —sus manos se envuelven en mi cintura, levantándome del auto. Envuelvo mis piernas sobre sus caderas y enredo mis brazos en su cuello—. Voy a llevarte a casa.

Me sorprende su fuerza. Me sostiene sin ningún esfuerzo. —No quiero ir a casa —murmuro enterrando mi cabeza en su cuello.

—Vamos a morir de una pulmonía si nos quedamos aquí —dice, medio riendo.

No estoy lista para irme. Me aterra la idea de que quizás, cambie de opinión y no quiera verme más. Es tan cambiante y frustrante, que me horroriza lo que pueda pasar por su cabeza el día de mañana.

—No quiero ir a casa —repito, y sé que estoy siendo ridícula. Sobre todo, cuando estoy aferrada a su cuerpo como si fuese una sanguijuela. Él suelta una carcajada limpia y siento la risa vibrando en su pecho.

—Lucia, bésame —pide y yo salgo del escondite de su cuello sólo para plantar mis labios sobre los suyos. Su lengua invade mi boca y yo correspondo su caricia con timidez—. Podemos ir a mi casa —dice entre besos y me congelo de inmediato.

Él se aparta de mí, riendo con inocencia. — ¡Dios, eso sonó tan mal! —Exclama, hundiendo la cabeza en el hueco entre mi cuello y mi hombro—, me refería a que… —se aclara la garganta y se aparta sólo un poco. Noto el rubor en sus mejillas y el corazón me da un vuelco—, podemos ir a mi casa. Tomar una ducha… —mis cejas se disparan al cielo y él rueda los ojos—. ¡Separados, claro! —Noto cómo reprime una sonrisa—. Puedo prestarte algo que ponerte mientras meto tu ropa en la secadora, y podemos pedir una pizza. ¿Te gusta la pizza, verdad?

Yo asiento, sin dejar de sonreír como estúpida. —Me encanta —asiento—. Suena a un plan excelente.

Mis dientes están empezando a castañear por el frío y él presiona sus labios contra los míos en un beso fugaz. —Vámonos de aquí, entonces —dice. Yo bajo al suelo a regañadientes, abriendo la puerta del copiloto.

Leonel sube al auto y lo echa a andar, entrelazando sus dedos en los míos. Una sonrisita se dibuja en mis labios mientras nos guía por las calles de la ciudad.

Diez minutos después, nos encontramos afuera de un edificio. No está muy lejos del campus. Podría ir caminando si así lo quisiera. —Vives cerca de la universidad —observo mientras subimos las escaleras.

Leonel asiente. No ha soltado mi mano ni un sólo segundo. —A veces, me voy caminando.

Un pensamiento que no me había pasado por la cabeza, me asalta, y la pregunta sale de mi boca casi por si sola—: ¿Vives solo?

—No —se encoje de hombros—. Pero es como si lo hiciera. Mi compañero de cuarto se la vive en casa de su novia. Casi nunca viene a dormir. Si está aquí dos veces por semana, es demasiado.

—Oh… —digo, porque no sé qué mas decir.

Cuando llegamos a su piso, suelta mis dedos para sacar las llaves y abrir la puerta.

Estoy mentalizándome para lo que voy a encontrar. Sé que los hombres no son personas muy ordenadas, así que no espero que sea un lugar muy acogedor.

No espero que Leonel sea ordenado, tomando en cuenta su personalidad descuidada y desgarbada. Doy un paso dentro y lo que veo me deja sorprendida.

A pesar de la penumbra, soy capaz de distinguir la limpieza de la pequeña estancia. Dos sillones, uno individual y otro de tres asientos, aparecen en mi campo de visión. La mesa de centro tiene un puño de libros acomodados encima, y hay una cobija doblada justo sobre uno de los sofás.

Una televisión descansa sobre un mueble de sala, el cual, está lleno de libros de texto y cuadernos.

—No te emociones demasiado, no somos así de ordenados —dice, encendiendo la luz, cegándome por completo—. Le pagamos a una señora para que nos haga el aseo una vez por semana. Vino ayer.

—Debo admitir que esperaba un poco más de desorden —digo, girándome para encararlo. Está mojado de pies a cabeza, pero aún así, luce insoportablemente atractivo.

Una sonrisa baila en las comisuras de sus labios y me guiña un ojo. —El baño está entrando al pasillo. Es la primera puerta —dice, señalando el camino con un dedo—. Ordenaré pizza. ¿Peperoni, jamón y carne está bien?

—Suena perfecto —asiento.

—Bien. Ahora te llevo algo seco que ponerte, ¿de acuerdo?

El rubor se extiende por mis mejillas sólo de pensar que voy a usar algo de su ropa, pero me limito a asentir con timidez.

Dudo un momento, pero termino acortando la distancia entre nosotros, depositando un beso fugaz en sus labios. Me giro sobre mis talones, pero sus dedos fríos se envuelven en mi muñeca, girándome con suavidad.

El color de sus ojos se ha oscurecido varios tonos y su frente se pega a la mía antes de que sus labios encuentren los míos en un beso profundo, lento y pausado.

Mis entrañas dan un vuelco furioso mientras posiciono una mano sobre su mejilla, correspondiendo su beso.

—Lo siento —dice en un susurro ronco, apartándose de mí, su respiración golpea la comisura de mi boca, poniéndome la piel de gallina—. Tenía que asegurarme de que eres real.

Me obligo a abrir los ojos y mirarlo. —Me gustas tanto —susurro, más para mí misma que para él. Una sonrisa tímida lo asalta.

—Me encantas, pero si no vas a ducharte, vas a morir de una neumonía —dice. Una risa boba brota de mis labios antes de echarme a andar rumbo al pasillo.

Encuentro el baño justo donde él me ha indicado y me apresuro a quitarme la ropa mojada. La realidad me golpea en ese momento. Estoy desnuda en el baño de Leonel Alvarez. Estoy desnuda en el baño del hombre más impresionante que he visto en mi vida. Estoy desnuda en el baño del chico que me pone la carne de gallina sólo con un beso.

Siento el calor extenderse por mis mejillas y me obligo a inhalar profundamente. Tengo que tranquilizarme. Me repito una y otra vez que estoy siendo ridícula, que no debo ser tan infantil y torpe, pero es imposible detener el latir desbocado de mi corazón.

Me introduzco en la regadera, intentando alejar mis pensamientos de Leonel, y abro el grifo, rogándole al cielo que se trate del agua caliente. Chillo cuando el agua helada me golpea.

— ¡LA DE LA IZQUIERDA ES LA CALIENTE! —grita Leonel desde afuera y me siento avergonzada mientras lo escucho reír.

Abro el grifo correcto y mi piel se eriza al contacto con el agua caliente. Rápidamente, enjabono mi cuerpo y lavo mi cabello. Cierro el grifo y rebusco una toalla con la mirada. Cuando la localizo, froto mi cuerpo lo más que puedo.

Dudo unos segundos antes de pegar mí frente a la puerta del baño y llamar a Leonel—: ¿L-Leonel?

— ¿Sí? —me sorprende escucharlo justo afuera del baño. Mi corazón late a una velocidad antinatural.

— ¿S-Será que puedes prestarme a-algo que ponerme? —tartamudeo, sintiéndome idiota y avergonzada.

—Iba a dejar algo de ropa sobre la taza del baño, pero cerraste con seguro…

—Oh… —mis dedos temblorosos trabajan en el pestillo y abro una rendija. La mano de Leonel entra, dejándome ver una playera y un pantalón de pijama. Yo lo tomo y mascullo un débil “gracias”, antes de volver a cerrar la puerta y vestirme.

Al salir, me encamino a la sala, sintiéndome casi desnuda por no llevar ropa interior por ningún lado.

Su mirada se posa en mí unos segundos. Su playera me llega a los muslos y he tenido que doblarle la pretina al pantalón más de tres veces para no arrastrarlo. Me siento ridícula.

Él me regala una sonrisa suave, diciendo—: Iré a ducharme. Aquí hay dinero para la pizza. No empieces sin mí.

Coloca un billete sobre la mesa de centro y camina en mi dirección, deteniéndose frente a mí para depositar un beso en mi frente.

Una sonrisa idiota me asalta cuando lo veo entrar al baño y cerrar la puerta tras él.

Tarda alrededor de cinco minutos en salir del baño, con una toalla cayendo baja en sus caderas. Su mirada se posa en mí y una sonrisa arrebatadora se desliza en sus labios. Mi respiración se atasca cuando, inevitablemente, deslizo mi vista por su torso desnudo.

Músculos cincelados ondulan en sus brazos y abdomen. Su piel pálida está tensa sobre su vientre plano, y una pequeña línea de vello comienza en su ombligo, desapareciendo donde comienza la toalla.

Me obligo a desviar la mirada, sintiéndome ruborizar.

La puerta suena y me levanto, como impulsada por un resorte. — Seguro es la pizza —digo, intentando sonar tranquila y serena.

Siento sus ojos clavados en mí, pero me obligo a mantener la vista lejos de su cuerpo. —Ahora regreso —dice y agradezco que desaparezca por el pasillo.

Camino hasta la puerta y recibo la pizza, pagando por ella.

Leonel sale de la habitación con un pantalón deportivo y una playera de mangas cortas, color azul marino. Me regala una sonrisa, quitando la caja de pizza de entre mis manos.

—Ven aquí —murmura dejando la pizza sobre la mesa de centro, acercándome a su cuerpo, depositando un beso en mis labios.

Me toma por sorpresa la dulzura de su beso. No es urgente, desesperado o profundo, pero aún así, puedo sentir mi corazón latiendo con furia contra mis costillas. Enredo mis dedos en la humedad de su cabello y tiro suavemente de él, haciéndolo gruñir en aprobación.

Se aparta de mí, dibujando una línea de besos en mi mejilla, deteniéndose justo donde mi mandíbula se une a mi cuello. —Podría volverme adicto a esto —murmura contra mi piel y mis ojos se cierran ante la abrumadora sensación que provoca su aliento caliente en mí.

—L-Leonel —tartamudeo mientras envuelve sus brazos en mi cintura, pegándome a su cuerpo.

—Eres hermosa —susurra a mi oído y me aparto un poco, para verlo a los ojos.

—Tengo tanto miedo —murmuro, sincerándome. Su ceño se frunce notablemente y aparta un mechón de cabello lejos de mi rostro.

— ¿De mí? —noto el filo dolido en su voz y mi corazón da un vuelco.

— ¡Por supuesto que no, bobo! —Suelto, negando con la cabeza—, tengo miedo de que mañana cambies de opinión, o te comportes… diferente.

Su expresión se relaja casi al instante y me sonríe con dulzura. —Sé que soy un idiota, pero no voy a cambiar de opinión. He querido besarte desde la primera vez que te vi. He querido esto desde mucho antes de conocerte. Quiero esto, y lo quiero contigo.

Sin pensarlo, ahueco su rostro entre mis manos. No puedo creer que aquel chico violento e impulsivo sea el mismo chico que tengo en frente. —Yo también quiero esto —susurro, embozando una sonrisa dulce.

—No lo echaré a perder —promete y gira su rostro hasta que sus labios tocan la parte interna de mi muñeca—. Lo prometo.

—No tienes que prometerme nada —susurro—. Creo en ti.

Una emoción que no puedo reconocer invade sus facciones durante un segundo y me regala una sonrisa cargada de emociones. Emociones que no soy capaz de descifrar.

—Ven —murmura y besa la punta de mi nariz—, vamos a cenar que muero de hambre.

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Angeles Reyes
que como que terminó que perdida de tiempo 😔
Deiver: la segunda parte ya casi la tengo lista y la vendere en pdf 1usd ya que no estoy ganando nada en la app de momente
total 1 replies
Lily Solano
Cuanto siento haber perdido el tiempo leyendo una novela que la dan por terminada ,, cuando aún tiene aun tantos vacíos para dar un buen desenlace eso no es fin le falta quedo inconclusa y no informe si es que hay segunda parte y que de ahí sea un buen desenlace final, pero al contrario asoma otra novela en su prefil el nombre del actor principal de esta Apuntado que va ser según una novela ĹGBTI y la verdad quizás muchas lectoras no esperábamos eso su es que esa es la segunda parte
Deiver: ya estoy terminando detalles de la segunda parte pero esa vendere el pdf 1usd ya que no estoy monetizando nada en la app aun y la otra novela lgbtq es cosa aparte
Mercedes Palavecino: Concuerdo con vos.
total 2 replies
Silvina Claudia Rodrigo
No me gusta es violento por demás, no es bueno para nadie ,que lo mande al psicólogo y psiquiatra
Silvina Claudia Rodrigo
Malo
Silvina Claudia Rodrigo
Muy malo
Margarita Ledesma
me gusta.
Silvina Claudia Rodrigo
De ser violento debe alejarse urgente ,los agresivos no cambia
kemberling García
Muy malo
kemberling García
Malo
la_toxic@
estoy enganchada en esta novela empeze hoy y la verdad me fascino, es una historia q te envuelve en cada capítulo espero q actualices pronto xq está muy buena 👏🏻💞☺️
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