Junsu, un sigma que oculta su verdadera naturaleza, con el peso de los prejuicios en su vida, sobreviendo en un mundo que lo rechaza. Junsu se ve envuelto en un falso acuerdo amoroso con Hyunmin, su jefe, un alfa. Lo que comienza como una farsa para salvar las apariencias y un futuro impuesto, pronto se transforma en una conexión genuina que ninguno de los dos esperaba.
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Otros ojos
Los días que siguieron fueron sorprendentemente más tranquilos de lo que hubiera imaginado. Después de lo que había sucedido aquella noche, había esperado que Hyunmin mencionara lo de mis medicamentos o al menos tocara el tema de mi condición como supuesto omega, sin embargo, no lo hizo. Seguimos interactuando como si todo estuviera en orden, como si yo fuera un simple beta, y el acuerdo entre nosotros no hubiera sufrido ningún problema. Aún éramos una supuesta pareja ante el mundo, y a pesar de que sabíamos que todo era una farsa, no dejábamos de alimentar esa mentira en cada evento al que asistíamos o cada vez que salíamos a comer.
Lo que me desconcertaba no era solo lo bien que parecía funcionar el plan de Hyunmin, sino cómo yo empezaba a perderme en todo esto. A veces, me encontraba dudando de lo que era real y no. Los pequeños gestos de Hyunmin, el cómo me colocaba la mano en la espalda cuando caminábamos juntos, o cómo su mirada se detenía en mí más tiempo del necesario, comenzaban a nublar mi juicio. Me preguntaba si él lo hacía por mantener las apariencias o si, en algún nivel, había algo genuino en esas acciones.
Un día, mientras almorzábamos en otro de esos elegantes restaurantes a los que nunca hubiera ido por mi cuenta, me sorprendí a mí mismo mirándolo de una forma diferente. Hyunmin, con su habitual expresión serena y segura, estaba sentado frente a mí, revisando unos documentos en su tablet mientras esperábamos la comida. Su mandíbula perfectamente esculpida, su mirada concentrada, y la forma en que sus dedos se deslizaban sobre la pantalla, todo eso me hizo detenerme. Era la primera vez que me daba cuenta de lo mucho que me fijaba en él. Sentí una pequeña punzada en el pecho, me estaba ilusionando.
Me pregunté qué es lo que estaba haciendo mientras apartaba la vista, sintiéndome repentinamente avergonzado. Sabía que no debía caer en eso, eso no era el propósito del acuerdo. Yo estaba alí solo para ayudar a Hyunmin a esquivar el matrimonio que su familia le quería imponer, y nada más. No había lugar para sentimientos reales., y mucho menos para complicaciones de esa naturaleza, y, sin embargo, no podía evitarlo. Había empezado a verlo con otros ojos, y esa idea me aterraba.
Mientras más tiempo pasábamos juntos, más fácil era caer en la trampa de que éramos una verdadera pareja. De hecho, parecía que incluso Hyunmin había notado la facilidad con la que nos movíamos en público, como si hubiéramos estado juntos desde siempre. Sin mencionar que su plan estaba funcionando a la perfección. Su padre había dejado de insistir en el tema del matrimonio, aparentemente más preocupado por su imagen pública y la de su hijo que por romper una relación que ahora se había vuelto tan visible. Rupturas públicas como esa podrían dañar la reputación de Hyunmin, y para su padre, eso era inaceptable.
Una tarde, mientras nos preparábamos para asistir a otro evento, me miré en el espejo, ajustándome la camisa elegante que Hyunmin me había comprado. A pesar de la ropa costosa y el hecho de que me estaba adaptando al papel que me había tocado jugar, no podía ignorar la sensación de vacío que me invadía. Me preguntaba mientras veía mi reflejo qué pasaría cuando todo esto terminara, sintiendo una mezcla de incertidumbre y miedo. Me daba cuenta de que cuanto más me involucraba en esta farsa, más complicado se hacía para mí mantener mis propios sentimientos al margen.
-¿Estás listo?- Dijo Hyunmin, sacándome de mis pensamientos. Lo vi parado en la puerta de la habitación, viéndome con una leve sonrisa. Su presencia, como siempre, imponía, y algo en la forma en que me miraba me hacía sentir incómodo, pero no de una manera desagradable.
-Creo que sí…- Le respondí con una pequeña sonrisa. Me acerqué a él y juntos salimos, listos para mantener la fachada una vez más.
Mientras caminábamos hacia el auto, Hyunmin colocó una mano en la parte baja de mi espalda, guiándome con naturalidad. Ese simple gesto, algo que solía hacer cada vez que estábamos en público, ahora tenía un significado diferente para mí. Me estremecí ligeramente, y él lo notó.
-¿Estás bien?- Preguntó, deteniéndose un momento para mirarme.
-Sí, solo… cansado.- Mentí, tratando de no delatar la confusión en mis pensamientos.
Él asintió, aunque me observó un poco más, como si intentara leerme. Finalmente, me soltó y seguimos caminando hacia el auto.
En mi mente, las preguntas no cesaban, me preguntaba qué estaba haciendo, por qué me estaba permitiendo tener estos pensamientos sobre él. Sabía que esto solo traería problemas, que nada bueno saldría de esta situación, y, sin embargo, allí estaba, cada vez más atrapado en mis propios sentimientos, sin saber cómo liberarme.
Lo que más me aterraba no era cruzar esa línea entre la verdad y la mentira, sino que, en el fondo, una pequeña parte de mí deseaba que todo fuera real.