En un mundo donde los humanos temen a los lobos y los lobos temen a su propia naturaleza, Rachel Montemayor despierta en un calabozo, atrapada entre dos identidades. A lo largo de su vida, ha luchado por controlar su lobo interior, pero ahora, en la víspera de ser vendida como esclava en la ceremonia de ascenso de Desmond, su destino parece sellado. Mientras las ofertas se lanzan como dagas en el aire, Rachel debe decidir: ¿se someterá a la vida de un objeto, o encontrará la fuerza para reclamar su libertad y desatar el poder que siempre ha llevado dentro?
¿Es Ethan un Villano o un Héroe Trágico?
¿Puede la cercanía sanar las heridas del pasado?
¿Es posible cambiar el corazón de un hombre frío como Ethan?
En un juego de traiciones, poder y autodescubrimiento, Rachel se embarcará en una lucha que podría redefinir no solo su vida, sino el equilibrio entre humanos y lobos.
Podrá Rachel descubrir: ¿Qué hay detrás de la fachada del 'hombre de corazón frío'?
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El Lobo y el Cordero
...|| Rachel Montemayor ||...
Quedé paralizada en la entrada del estudio, observando con una mezcla de terror y asombro cómo la metamorfosis de Ethan se hacía cada vez más intensa. Su cuerpo se convulsionaba en un acto desesperado de dolor, mientras el sudor perlaba su frente y sus músculos se endurecían. Entonces, pude notar cómo un espeso vello comenzaba a surgir y expandirse por su piel, formando una densa y oscura capa que cubría su cuerpo como una segunda piel. Sus piernas, inicialmente humanas, sufrían una transformación drástica: se alargaban y se contorsionaban, adoptando una forma que recordaba a las poderosas extremidades de un lobo, robustas y musculosas. La escena era aterradora y fascinante al mismo tiempo, y en ese momento, mi mente estaba aturdida, incapaz de comprender la magnitud de lo que estaba sucediendo frente a mis ojos.
—¿Ethan? —susurré, mi voz temblorosa.
Su rostro empezaba a desfigurarse, los rasgos se distorsionaban de tal manera que ya no parecía humano. Sus ojos adquirieron un tono rojo intenso, resplandeciente como brasas en la oscuridad. De su garganta emergía un gruñido profundo y gutural, proveniente de lo más recóndito de su ser, un sonido que parecía resonar en el aire pesado.
Las manos, antes normales, se transformaron en garras afiladas, con uñas que se asemejaban a cuchillas, capaces de desgarrar con facilidad. Su postura se volvía cada vez más amenazante, encorvada y agresiva, como la de una bestia lista para atacar. En ese momento, parecía una criatura surgida de las más oscuras pesadillas, una manifestación de terror hecha carne. Su mirada, llena de una intensidad abrumadora, se clavó en mí, penetrando mis pensamientos y causando un estremecimiento profundo en todo mi ser.
La criatura que en ese instante llevaba el nombre de Ethan se lanzó hacia mí con un rugido tan contundente que reverberó en las paredes del estudio, provocando que temblaran como si estuvieran al borde del colapso. De su boca emanaba un viscoso y abundante fluido, un manto de voracidad que se escurría en goteras densas y pesadas, impactando contra el suelo con un sonido sordo. Sus colmillos, afilados como cuchillas y relucientes, brillaban de manera siniestra bajo la luz plateada de la luna que bañaba la habitación, añadiendo un aire aún más amenazador a su presencia. En sus ojos, ardía una mezcla aterradora de un hambre insaciable y una furia descontrolada, una chispa primitiva que parecía desear desgarrar mi piel en un instante y devorarme por completo, sin dejar rastro de compasión ni piedad alguna.
El instinto de supervivencia brotó en mí con una intensidad arrolladora, como un tsunami que arrastra todo a su paso. Sin detenerme a reflexionar ni un instante, giré bruscamente sobre mis talones y empecé a correr por el pasillo. Cada paso que daba resonaba en el aire, como un tambor que marcaba el ritmo frenético de mi huida. La sensación de la bestia acechante se hacía cada vez más presente; su respiración cálida y pesada podía percibirse justo detrás de mí, como un viento caliente que me llenaba de terror.
Detrás de mí, las garras de la criatura rasgaban el suelo con un sonido espeluznante, un crujido que parecía gritarme que no había tiempo que perder. Ese sonido aterrador alimentaba mi pánico y me impulsaba a aumentar la velocidad, a empujar mis límites en una carrera desesperada por la vida. La adrenalina recorría mis venas con la fuerza de un torrente incontrolable, como si cada célula de mi cuerpo estuviera gritando que debía sobrevivir. El latido de mi corazón retumbaba en mis oídos con una intensidad abrumadora, marcando un compás frenético que me instaba a seguir adelante, sin siquiera atreverme a mirar atrás. Cada fibra de mi ser me llevaba a la acción, a la fuga, en una lucha primal por mantenerme con vida.
Corría con la máxima velocidad por los amplios pasillos de la mansión, mi mente sumida en un abismo de desesperación mientras buscaba frenéticamente una salida que me permitiera escapar de aquella aterradora pesadilla. Mis piernas se movían con rapidez, pero la combinación de miedo y urgencia me hacía tropezar constantemente y perder el equilibrio en más de una ocasión. Era plenamente consciente de que no podía permitirme el lujo de detenerme ni un instante; necesitaba encontrar un refugio seguro antes de que la bestia que me acechaba pudiera alcanzarme. Cada uno de mis pasos resonaba con un eco inquietante en la desolada mansión, mientras mi corazón latía desbocado, impulsándome a seguir adelante, a pesar del terror que me envolvía en sus garras. El aire pesado y frío de la casa parecía oprimir mi pecho, y las sombras danzaban a mi alrededor, intensificando mi sensación de pánico. Con cada vuelta que daba, la angustia se apoderaba de mí, y la certeza de un inminente peligro me empujaba inexorablemente a seguir adelante, a aferrarme a la esperanza de encontrar una salida antes de que fuera demasiado tarde.
El retumbante rugido de la criatura resonaba detrás de mí, cada vez más cerca y lleno de una amenaza palpable. La mansión, que en otro tiempo había sido un refugio donde hallaba consuelo y seguridad, se convertía ahora en una trampa mortal. Mis pensamientos, que antes eran claros y ordenados, se desvanecían en un torbellino caótico de miedo y desesperación. Era imposible mantenerse sereno; toda mi atención se enfocaba exclusivamente en la urgente necesidad de encontrar una salida de aquel lugar aterrador. El eco de sus pasos se acercaba cada vez más, llenando el aire con una sensación de inminente peligro. La oscuridad de los rincones del hogar, que antes me ofrecían una sensación de calidez, se tornaba en sombras amenazantes que parecían cobrar vida con cada susurro del viento. En mi mente, no había espacio para el razonamiento; sólo el instinto básico de supervivencia guiaba mis acciones mientras buscaba frenéticamente una manera de escapar de esa pesadilla.
Finalmente, tropecé y caí pesadamente al suelo, sintiendo cómo el impacto me dejaba sin aliento, como si el aire hubiera sido repentinamente succionado de mis pulmones. Antes de que pudiera reponerme y levantarme, la bestia se plantó imponente sobre mí, sus garras feroces se clavaron en mis hombros, inmovilizándome por completo. Sentí el frío de su toque atravesar mi piel, y el pánico comenzó a apoderarse de mí. Sus ojos, de un rojo intenso y descarnado, se posaron en los míos, brillando con una luminosidad aterradora que parecía penetrar en lo más profundo de mi ser, como si buscara mi alma. No podía apartar la mirada, atrapado por la gravedad de su presencia, sintiéndome completamente impotente ante su dominio.
—Ethan... —susurré, mi voz apenas audible.
La criatura, imponente y aterradora, abrió sus fauces de manera ominosa, dejando al descubierto unos colmillos afilados que brillaban con un destello letal. Sin previo aviso, se lanzó hacia mí, y sentí cómo sus colmillos penetraban en mi hombro con una fuerza brutal. El dolor que siguió fue intenso y desgarrador, como si mi carne estuviera siendo desgarrada. Cada instante se veía marcado por una agonía aguda mientras la bestia se saciaba con mi sangre, absorbiendo lentamente toda la vitalidad de mi ser.
La oscuridad comenzó a envolverme, como una bruma espesa que me robaba la visión. La realidad se desvanecía a mi alrededor, y la sensación de perder el conocimiento era inminente. Me sentía completamente vulnerable, atrapada en un estado de desamparo total, sin poder luchar ni resistirme al dominio absoluto de esa criatura.
—Por favor... vuelve... —susurré, antes de que la oscuridad me envolviera por completo.