La Enfermera y el Agricultor Parapléjico

Mientras Micaela se acerca, Valentín la observa y los pensamientos de todo lo que vivió con ella inundan su mente: años de noviazgo que, en su cabeza, fueron momentos verdaderos y únicos.

Pero un grave accidente puso a prueba ese amor, que no fue capaz de resistir.

Finalmente, el padre de Micaela la entrega a Valentín. Él la mira fijamente y esboza una sonrisa malévola que asusta a Micaela.

Se giran hacia el sacerdote, que da comienzo al matrimonio. Todo transcurre con normalidad hasta que llega el momento en que el padre pregunta si Valentín acepta casarse con Micaela.

Padre: Señor Valentín Morety, ¿acepta a la señorita Micaela Menezes como su esposa?

Valentín: ¡No!

Todos los presentes se sorprenden ante la negativa de Valentín.

Micaela: ¿Valentín? -pregunta Micaela con curiosidad.

Valentín: ¡Eso mismo! ¡No voy a casarme con esta cualquiera! ¡Zorra! Ahora mismo van a saber por qué.

Valentín hace una señal afirmativa al técnico responsable de la reproducción de imágenes y música.

En ese momento, aparecen imágenes de Micaela y Víctor en la cama en actitud íntima en las dos pantallas gigantes, vídeos de ambos de viaje en momentos de absoluta felicidad.

Todos los presentes miran simultáneamente a Víctor y a Micaela, y los murmullos se apoderan del ambiente.

Micaela: ¿Qué significa esto, Valentín?

Valentín: ¡¿Y todavía lo preguntas, golfa?! -dice Valentín mientras la agarra del brazo con fuerza-. ¡Esta mujer con la que he estado saliendo más de cinco años no es más que una cualquiera que me engañaba con mi primo!

Todos los presentes empiezan a insultar a Micaela.

Micaela: ¡Ah, ¿sí?! ¡Pues claro que te engañaba! ¿Cómo iba a hacerme feliz un tullido como tú? ¡Si no sirves para nada, eres un impotente!

Mirella se acerca para ver el espectáculo que está teniendo lugar en la ceremonia. Puede oír los insultos de Micaela a Valentín.

Valentín: ¡Cualquier hombre se volvería impotente con una mujer tan fría como tú! ¡Lárgate de aquí, zorra!

En ese momento, el propio Víctor ya se había marchado.

Señor Morety: Valentín, ¿por qué has hecho esto? Puede que Micaela se haya equivocado, pero podrías haberte ahorrado este escándalo -dice en voz baja.

Valentín: ¿Qué pasa? ¿Usted también se ha tirado a esta cualquiera? ¿La está defendiendo?

Señor Morety: No se trata de eso, imagínese lo que dirán los periódicos mañana: que es usted un cornudo impotente.

Valentín: ¡Fuera todos! ¡Fuera de aquí!

Micaela: ¡Me las vas a pagar, tullido! ¡Me las vas a pagar!

Valentín: ¡Fuera de aquí, golfa! ¡Que si no, cojo mi arma y te pego un tiro!

Mirella observa la situación a distancia, mientras Lupita se ríe a carcajadas.

Mirella: Deja de reírte, Lupita, por el amor de Dios.

Lupita: ¿Cómo no me voy a reír? ¿No la has oído decir que es impotente? Si eso lo sabía todo el mundo, ¿cómo va a poder un parapléjico...?

Mirella: No es así, Lupita, que no pueda andar no significa que no pueda...

Lupita: ¡Anda! ¡Mira quién está al tanto de estas cosas, Mirella!

Mirella: ¿Se te olvida que soy enfermera?

Lupita vuelve a reír. Mientras tanto, todos los invitados se han marchado y Valentín se ha quedado solo.

Mirella se acerca con Lupita.

Mirella: ¿Necesita algo, señor? -dice Mirella sin mirarlo a los ojos.

Valentín: Sí, diga a todos los empleados que vengan a comer y a beber. Hay mucha comida, sería un pecado tirarla.

Lupita y Mirella avisan a todos los que viven allí.

Valentín les permite cantar las canciones que les gustan tocar y cantar.

Él también se queda a escuchar la música tradicional.

Los empleados se alegran, pues para muchos de ellos la boda era un error para Valentín.

Jorge: Hola, Mirella, ¿te estás acostumbrando a vivir en la hacienda?

Mirella: Sí, me está gustando.

Jorge es un apuesto veterinario, hijo de González, tres años mayor que Mirella. Se conocen desde niños, jugaban juntos cuando Mirella iba a la hacienda.

En la adolescencia se distanciaron porque Jorge se fue a estudiar veterinaria.

Jorge: Siempre decías que querías irte a una ciudad más grande.

Mirella: Sí, pero el destino ha querido que me quede aquí, al menos por ahora.

Mientras Mirella habla con Jorge, Valentín los observa y recuerda cuando Mirella le hacía sexo oral. Solo de recordarlo, se le pone dura.

"No puedo creer que estés reaccionando, amigo", piensa Valentín, contento.

Un rato después, Valentín se dirige a su habitación, pero antes escribe una nota y la deja en la de Mirella.

Mirella baila con Jorge y charlan largo y tendido... Más tarde, ella se retira a su habitación.

Al entrar, ve una nota encima de la cama.

"Te espero en mi habitación. Es una orden".

Mirella: ¿En serio? ¿Qué querrá? Será mejor que no vaya.

Mirella deja la nota y va a darse un baño. Después, se pone un pijama nada atractivo.

Se acuesta y piensa en lo que pasó entre ella y Valentín. Solo de recordarlo, se excita.

"¡Maldita sea! Solo de pensarlo, me entran ganas... ganas de hacerlo otra vez".

Mirella decide ir a la habitación de Valentín. Al girar el pomo de la puerta, ve a Valentín tumbado viendo una serie.

Valentín: Sabía que vendrías.

Mirella: Bueno, me gustaría saber qué quiere.

Valentín: Quiero recompensarte por lo de hoy.

Mirella: ¿Recompensarme cómo?

Valentín: Ven aquí.

La única luz que ilumina la habitación es la del televisor, cosa que Mirella agradece.

Mirella se acerca a la cama.

Valentín: ¿Te ha gustado lo que ha pasado hoy?

Mirella: Bueno, sí, pero eso no puede volver a pasar.

Valentín: ¿Por qué no? Somos adultos, Mirella. No hace falta que nadie se entere.

Valentín: Sé que te ha gustado, te has excitado.

Mirella se ajusta las gafas; tiene la cara roja como si estuviera ardiendo.

Valentín intenta acomodarse en la cama, sentándose y apoyándose en el cabecero.

Mirella está de pie junto a él.

Valentín: Quítate la ropa, quédate desnuda.

Mirella: No, me voy de aquí.

Valentín: Sé que no es eso lo que tu cuerpo quiere. Déjate llevar, Mirella.

Mirella: Pero no está bien.

Valentín: ¿Por qué? ¿Sales con Jorge?

Mirella: No.

Valentín: Entonces deja de reprimirte y quítate esa ropa, que es ridícula.

Mirella observa su anticuado pijama, que realmente no tiene nada de bonito.

Valentín: Quítatelo todo, quiero chuparte.

Al oír esto, la entrepierna de Mirella palpita.

Mirella se quita la ropa y se queda completamente desnuda.

Valentín: Abre las piernas, Mirella, ábrelas bien.

Mirella obedece y Valentín desliza sus dedos por su abertura.

Valentín: Estás empapada.

Valentín juega con el punto sensible de Mirella, que gime de placer aún de pie.

Valentín: Quiero comerte, Mirella. Haz una cosa: quítate los calzoncillos, vamos a hacer un 69.

Mirella se queda pensativa, no entiende qué es un 69.

Se quita los calzoncillos a Valentín y allí está, duro y enorme.

Valentín: Túmbate boca abajo, Mirella, así me la chupas y yo te como el coño mojadito.

Mirella hace lo que el hombre le ordena. Acerca su boca caliente al miembro de Valentín y pronto siente la boca de este en su sexo. Ella gime alto mientras se deleita con el miembro de Valentín.

Allí solo había deseo carnal, Mirella, inexperta, descubriendo el deseo de su cuerpo, Valentín sintiéndose vivo de nuevo...